La metamorfosis de Charlotte Rivera

Cuando la crisálida se rompe

La primera vez que Charlotte vio a Madison creyó que era el tipo de chica que ella siempre había querido ser, era linda, rubia, su cabello era largo y sedoso, tenía una perfecta sonrisa y parecía que le agradaba a todo mundo.

Fue en la fiesta de James Fisher, donde todos los de 7mo grado habían sido invitados, Charlotte había asistido con su mejor y único amigo Owen. Y aun con todas las inseguridades que albergaba a una preadolescente de 12 años con frenos en los dientes, lentes de doble grosor y un proveniente acné saliendo por todo su cuerpo, con sus palabras logró captar la atención de Madison, los tres entablaron una conversación, y por un instante entre risas y comentarios ingeniosos, Charlotte creyó que ambas podrían ser las mejores amigas, como lo era ella con Owen.

Pero claro, menuda idiota era en ese entonces.

No pasó mucho tiempo para que abriera los ojos, y entendiera que aquel ser de cabello decolorado y con serios trastornos alimenticios mostrará su verdadero rostro.

Madison Parker era malvada, cruel y lo peor, siempre parecía salirse con la suya. Logró excluirla de su único amigo, la hizo ver como una mentirosa frente a todos, la aplastó en lo único donde se consideraba buena y así consiguió quitarle el puesto de primer lugar en desempeño escolar.

Prácticamente, lo poco que tenía, Madison se lo arrebató, ¡Y ambas solo tenían 12 años!

Así que Charlotte decidió cambiar, llena de resentimientos y con un objetivo claro su comportamiento se había vuelto más determinado que nunca antes lo había hecho en su corta vida, con ayuda de su madre se inscribió a clases de gimnasia artística, empezó a ir con un famoso dermatólogo, logró deshacerse de tantos granos en su piel, se convirtió en amiga fiel de los lentes de contacto y de mejor ropa, cambió por completo su estilo y respecto a sus dientes… bueno, ahí sí le tocó esperar a que se completará el año para terminar con el tratamiento.

Pero cuando menos se dio cuenta, el desastre de su primer año en la secundaria se había olvidado y todo mundo había vuelto hablar de ella y su increíble transformación. No volvió a ser amiga de Owen, pero consiguió nuevas amistades, su promedio seguía siendo uno de los mejores y aunque seguía sin vencer a Madison la odiosa Parker, Soren Wang, el chico más lindo y popular de su generación se había fijado en ella y habían comenzado a salir.

El tiempo pasaba y en Charlotte aún permanecía una espinita en su cabeza con el nombre de Madison, le era casi imposible no compararse con ella, que si su vestido para el baile de invierno era mejor, que si le habían regalado un auto más costoso para su cumpleaños, o si inclusive los maestros la preferían más. Con honestidad aquello le era frustrante, agotador y por cualquier lado que uno lo viera, también parecía ser completamente ridículo.

Pero era algo que no podía evitar, siempre veía a esa rubia a 10 pasos sobre ella y Charlotte ya se estaba cansando de eso. 

Para colmo ambas eran vecinas y así se le hacía más fácil el mirar al otro lado del cerco, había veces que Charlotte miraba desde su ventana y vislumbraba a su ex mejor amigo cuando iba a visitar a Madison. Le sorprendía cómo ambos habían cambiado con el tiempo y como habían tomado caminos separados, también le incomodaba recordar cómo habían terminado las cosas entre ellos, pero igual procuraba no pensar tanto en ello. Ambos eran más jóvenes cuando todo eso ocurrió y ya había pasado suficiente tiempo para haberlo superado, aunque claro, ella no lo había hecho.

Algo que reconfortaba a Charlotte, aunque no lo dijera en voz alta, era seguir saliendo con Soren Wang, aquel chico de ascendencia asiática y lindos hoyuelos. Ambos ya tenían 16 años y eran una de las parejas más populares de todo el instituto. Él había resultado un az como competidor de natación, a pesar de ser de primer año era el orgullo de la preparatoria, por su parte ella con sus dotes artísticas y atléticas había logrado entrar al equipo de porristas y esperaba con ansias ser la capitana más joven, pero cuando se enteró de que Madison también había sido seleccionada, sus probabilidades y esperanzas habían disminuido considerablemente.

Como su novio, Soren le decía que no se desanimara, le aseguraba que ella obtendría el puesto y procuraba añadir que lo más sano sería dejar de pensar tanto en su imaginaria competencia con Madison, porque a lo que respecta al resto del mundo, aquella rubia no hacía nada malo, al menos no de una manera intencional.

Eso parecía lo más sensato y ella en serio lo intento, inclusive se esforzó para no hacer tanto escándalo cuando a los dos los juntaron para un proyecto de biología, se mentalizo de que sus celos eran irracionales y que debía confiar en su novio, pero había un punto donde las peleas parecían inevitables, discutían todo el tiempo y cada vez pasaban menos tiempo juntos, sus amigas no eran de apoyo y en casa nadie parecía entender sus problemas.

Pero cuando Charlotte creyó que podía encontrar una solución madura y enmendar los fallos que cometió en su relación, todo se vino cuesta abajo.

Ahí estaba ella, dispuesta a darle una sorpresa a su novio en una de las famosas fiestas, se suponía que sus padres no la habían dejado asistir por un evento familiar, pero por las circunstancias y las constantes súplicas le habían permitido retirarse temprano y poder ir a la fiesta.

Fue entonces donde los vio, sus propios amigos habían intentado distraerla para que nos los viera, pero les fue imposible porque ella ya los había visto. ¡Lo sabía!

—¡Char! —Soren quitó sus manos de la cintura de Madison como si el solo tacto le quemará la piel, y horrorizado se acercó a Charlotte, la cual solo lo miraba con decepción y enojo, en definitiva ya había visto suficiente—. N-no creí que tú… yo…

Ella ya se veía venir las excusas, lo cual la enfermaba, estaba consciente de que últimamente tenían problemas, por eso estaba ahí, pero el que lo viera besarse con Madison Parker mientras bailaban una canción lenta, uno muy junto del otro, eso sin duda era un golpe bajo.




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