La Metanoia De La Vida

Mi propio juzgado

Muchas veces te culpas por lo que otros hacen, y buscas justificar el porqué de sus actos. Eres como un abogado defendiendo un crimen que el acusado sí cometió. Te convences de que, tal vez, fuiste tú la causa de sus errores.

Las noches se vuelven tu tribunal: te juzgas, te haces preguntas, te incriminas por culpas que nunca fueron tuyas.

¿Será el karma?
¿Tal vez dije algo mal?
~seguro fue por mi culpa...

Te vuelves experta en justificar a los demás, porque aceptar que algunas personas simplemente son así... duele más. Y aún así, te repites que quizá hiciste algo para merecer ese trato que aún te hiere.

Porque las palabras y las acciones pesan más cuando vienen de quienes amas. Son como tatuajes sin tinta: invisibles para el mundo, imborrables para ti.

Son recuerdos que, aunque intentes olvidar, se quedan...
Como ecos silenciosos que nunca se van.

Porque siempre te convences de que la que falló... fuiste tú.
Porque, aunque te hagan daño, insistes en ver lo bueno en las personas.

Es como cuando te haces daño a ti misma y, aunque sabes que está mal, buscas excusas para creer que te lo mereces. Llega un punto en el que te convences de que tú eres la causa del dolor que otros te provocan.

¿Y por qué?
Porque no eres como ellos.
Porque, por más que lo intentes, no puedes serlo.
Tu corazón no sabe hacer daño sin cargar con el peso del remordimiento.
Y aunque te rompan, sigues eligiendo no romper a nadie.



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En el texto hay: el amor, la vida, metanoia

Editado: 12.08.2025

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