La Metanoia De La Vida

El sabor amargo del recuerdo

Solo quienes hemos salido de un lugar tan oscuro y vacío como la depresión sabemos lo difícil, doloroso y aterrador que es volver a caer.

Es como una tormenta: ya conoces lo que arrasó una vez, y aún tiemblas ante la idea de escuchar de nuevo el trueno sobre ti.

La depresión no es un amigo, aunque a veces se disfrace de uno.

Regresa cuando todo va mal,

cuando todo parece desmoronarse

y hasta respirar se siente pesado.

Pero no viene a consolarte:

llega para destruir en silencio,

para arrebatarte lo poco que queda de ti.

Sin aviso arrasa con todo:

lo que un día disfrutaste,

lo que alguna vez te hizo feliz,

incluso esa pequeña paz que apenas lograste construir.

Es un fantasma que te acompaña a todas partes,

uno que no se ahuyenta por más que lo intentes.

Se adhiere a tu piel,

te cubre con su manta engañosa,

esa que aparenta calidez

pero en realidad te atrapa,

te encierra,

te convence de no salir.

Solo quienes lo hemos vivido sabemos lo que se siente:

el vacío que deja,

el dolor que arranca hasta lo más profundo de ti.

Y aunque logres escapar,

el miedo nunca se va.

Ese miedo a caer de nuevo,

a que esta vez sea más cruel,

a que no exista salida,

a que la sombra te devore por completo.

Porque la depresión no avisa,

simplemente llega,

se adueña de tu mente

y sin que lo notes destruye tu mundo.

Te aparta de todo y de todos,

y lo más cruel es que te hace creer

que así está bien,

que mereces esa soledad.

Te hace sentir el ser más solo aunque estés rodeado de personas.

Te regala risas que duran solo un instante.

No hay distracción que apague esa sensación de tristeza y miseria,

porque simplemente se roba todo.

Como un ladrón que acecha en la noche

te arrebata lo que amas,

y aún así te deja la herida de sentir

que lo merecías,

o la culpa amarga de pensar que eres demasiado miserable.

Porque aunque en el fondo sabes que no mereces ese dolor,

te arranca las fuerzas,

te roba la voluntad de luchar por salir de allí.

El miedo a recaer

es peor que cualquier pesadilla,

más cruel que cualquier sobresalto.

Es un sabor amargo que juraste no volver a probar,

pero que siempre temes que regrese

aunque ya se haya ido.

Porque esa tormenta que atravesaste,

aunque estabas rodeado de gente,

solo tú podías sentirla.

Ese frío que calaba los huesos,

haciendo que todo doliera,

te marcó para siempre.

Y aunque hoy digas que ganaste la batalla,

aunque sientas que eres fuerte,

que puedes con todo,

en lo más hondo queda una parte vulnerable,

un rincón que tiembla cuando todo se pone oscuro.

Porque la depresión no toca la puerta:

entra sin permiso,

se instala en silencio,

y te recuerda que alguna vez ya fuiste suyo.



#2798 en Otros
#676 en Relatos cortos

En el texto hay: el amor, la vida, metanoia

Editado: 06.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.