Sarah
Mierda. No sé cómo pude tirar ese espejo. Bueno sí, eso me pasa por estar buscando mi móvil con una mano y maniobrando con la otra.
Aunque pude deleitar con aquel bombón.
¡Dios! ¡Estaba divino!
Ese hombre hace fantasear a cualquiera, definitivamente acabo de encontrar uno de los personajes de mis amados libros.
Suspiro y sigo mi camino.
Mi hermana dice que debo poner más los pies sobre la tierra y dejar de fantasear tanto. Para ella el amor no existe, dice que eso es un invento del hombre para doblegar a la mujer.
Si. Mi hermana es feminista y lucha por el derecho de la mujer.
Si no fuera porque hace un tiempo estuvo comprometida, diría que es lesbiana. Pero jamás la he visto con alguna mujer en forma íntima.
Somos tres hermanas. Cada una muy diferente a la otra.
Nuestros padres fallecieron cuando éramos pequeños y gracias a unos vecinos que cuidaron de nosotros, el asunto social no nos pudo separar. Cuando mi hermana llegó a su mayoría de edad quedó con nuestra custodia y nos fuimos a vivir a parte, pero siempre pendiente de Pedro y Juana. Una pareja mexicana que nos cuidaron.
Ellos seguían con nuestro cuidado mientras mi hermana estudiaba y trabajaba, y así pudimos tener una vida estable sin apuros. Aunque con el vacío de nuestros padres.
Mi hermana es un poco... como decirlo. Es la reina del drama, odia a los hombres y siempre nos anda imponiendo que jamás creamos en ellos. Según mi querida hermana, los hombres solo nos desean para que seamos sus juguetes sexuales, sus sirvientas, sus incubadoras, su sumisa y que se creen nuestros dueños, que jamás pero jamás creamos en ellos.
Por esa razón yo no he podido tener novio. Ni siquiera he dado el primer beso porque mi hermana me ha llenado de temor hacia ellos.
Soy una romántica empedernida. Vivo mis fantasías tras los libros, jamás en la realidad. Eso me duele porque quiero conocer al amor, sentirlo, vivirlo, pero soy una cobarde.
Llego al restaurante donde trabajo y me pongo a hacer mi labor. Algún día me enamoraré sin importar que después tenga que sufrir.
Laura
Salgo de mi oficina y me preparo mentalmente mientras espero el elevador.
Tengo una reunión con mi jefe y unos inversionistas y odio eso. Siempre que voy a ese tipo de reuniones me encuentro con hombres que creen que están de cacería y que yo soy su presa. Pobres idiotas.
Más de una vez me he metido en problemas porque he tenido que darles un bofetón a esos idiotas. Menos mal que mi jefe nunca me ha llamado la atención por estos episodios, al contrario ella aprovecha esa situación para sacar beneficio a su empresa.
La verdad es que no me importa que ella se aproveche, al contrario me encanta ver como esos hombres se doblegan a ella, una mujer.
Hace unos años estuve enamorada. Era una estúpida que creía en los hombres. Que ingenua fui. Estuvo desde secundaria siendo su novia. Me volví su sirvienta, su sumisa.
Cuando estaba en la universidad, ya teníamos planes de matrimonio. Creía que siendo una mujer perfecta para él nunca me engañaría. Permití que el controlara mi vida. Como vestía, mis amigos, hasta con mis hermanas. Permití de todo solo por creer que él me amaba. Había una cosa que no habíamos hecho, sexo.
No sé porque cada vez que empezábamos a tocarnos y estar a punto de entregarme había algo que me hacía detenerlo. De alguna manera sentía que le estaba siendo infiel ¿A quién? Ni idea. Pero cada vez que lo besaba o me dejaba tocar mi cuerpo lo rechazaba y me impulsaba a detenerlo. Esto hizo que tuviéramos muchas peleas y para poder complacerlo terminaba haciéndole sexo oral.
Que rabia me da recordar aquello. Empecé a tener su departamento limpio, su ropa impecable. Todo por reemplazar el hecho de que no podía entregarme a él.
Un día, decidí que era injusto hacerlo esperar. Ya llevábamos mucho tiempo y que debía controlar mi cuerpo y aceptar que algún día iba a estar con él, así que sin que planee hacerle una sorpresa y caerle en su departamento.
Vaya que la que se llevó la sorpresa fue otra.
Como tenía llaves de su departamento, entré en silencio para aparecer en su habitación pero al llegar vi como mi prometido se estaba follando a una rubia operada.
Ese día me di cuenta que los hombres eran unos viles mentirosos, oportunistas y que solo quieren aprovecharse de la mujer.
Desde ese día dejé de confiar en ellos.
Clara
Camino por el parqueadero y me detengo cuando lo veo. Suspiro escondiéndome detrás de un arbusto. Cada vez que lo veo mi corazón late de prisa.
Pedro, el hombre que nos ha criado a mis hermanas y a mí junto con su esposa, nos contaba siempre historias sorprendentes sobre príncipes, castillos, caballeros, hadas, y mucho más. Pero había una en especial que llamó mi atención, y fue una que les contó sus jefes.
Cada persona estamos destinados a otras. Es como las historias de los lobos que buscan sus almas gemelas para estar completos, que sin ellos se sienten vacíos. Pero en esta historia se trata de los humanos, no sobrenatural.
Jamás pude olvidarme de esa leyenda.
Mi hermana Laura, decía que esas historias eran absurdas y ridículas. Que uno jamás podría estar ligado a otra persona.