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Dumán
Estábamos saliendo corriendo escaleras abajo después de ver cómo unos pintaban la biblioteca.
La directora nos había pillado a nosotros corriendo, que no habíamos hecho nada, pero que estábamos allí, porque habíamos ido a chismosear.
Dijo que nos vendría bien aprender de nuestros errores limpiando.
Todos, que nos preparábamos para la charla que tendríamos en nuestras casas, caminábamos algo miedosos.
Y me llamó la atención ver a una chica sola caminando tranquila, me sonaba haberla visto.
Mi ex novia, Cristel, se había percatado de que mi mirada se había desviado.
- ¿Te atrae? – inquirió y pude notar cómo los celos se adueñaban de su rostro.
- Cristel… – susurré.
- Responde, ¿quieres que vaya y le hable?
- No – respondí corriendo.
Ella asintió con una sonrisa y tomó mi mano. Nunca podría alejarme de ella, a pesar de querer, daba igual cuanto me alejara, siempre sería ella.
Llegué a casa y mi madre me esperaba un tanto seria.
Era una señora un poco alta, de cabello castaño y rizado, cortito, por encima de sus hombros. Sus ojos eran azules, azul cielo. Siempre solía llevar un delantal y una sonrisa tierna en la cara.
Entré y me encontré con mi hermana mayor. Ella, alta y de rostro alegre, raramente estaba seria. Su pelo, al igual que mi madre, era castaño y sus ojos marrones me escrutaban con furia.
- Dumán Roudprets – habló enfadada mi hermana.
- Bimba… – sonreí – Hola.
- Nos han llamado del instituto – informó como si nada mientras daba vueltas a mi alrededor, sabía que estaba intentando no pegar voces, lo sabía porque tenía la vena de la frente marcada, porque aquella vena de la que tanto nos burlábamos diciendo que parecía un pulpo, estaba más marcada que nunca –, ¿qué has hecho?
- Nada – respondí sincero.
Ella frenó frente a mí su caminata y enarcó una ceja. Y antes de que hablase, solté toda la verdad.
- Se han colado y han destrozado la biblioteca. Yo y los demás, el grupo de amigos – especifiqué –, hemos ido a cuchichear que pasaba, porque vimos a mucha gente correr escaleras arriba. Y vimos una avalancha de gente correr hacia abajo porque la habían destrozado, la directora nos pilló a nosotros y nos ha obligado a ayudar en la limpieza. Antes de que digas que por qué no nos hemos podido quejar. Es la directora, si nos quejamos nos crucificaría.
Mi hermana asintió conforme. Y mi madre, se quedó mirándome seria, sabía todo lo que pasaba por su mente. Sabía que ella también había sido una de las jóvenes que corrían a cuchichear cuando era más pequeña. Lo sabía porque ella lo había dicho.
- Pues veo bien que limpiéis – fue lo único que dijo antes de caminar hacia la entrada.
- ¿Por qué, si no hice nada?
- Fuiste a cuchichear, así aprendes a no meterte dónde no te llaman – respondió con una sonrisa y dejó un golpe en mi cabeza.
Aunque fuese fraternal, me molestaba que ella me tratase inferior, porque yo ya me consideraba con la cabeza lo suficientemente amueblada para hacer o no dichas cosas.
- No me trates como un niño pequeño – me quejé.
- Soy tres años mayor que tú, claro que te voy a tratar como un niño pequeño.
Enfadado, miré a mi madre que sonreía encantada ante la escena que estábamos montando.
- Mamá… – me quejé.
Ella se encogió de hombros y se marchó. Bimba, sonriente, me sacó la lengua y se alejó escaleras arriba. Almorcé mientras recordaba a aquella chica extraña que había visto por la calle hasta que recordé de qué me sonaba.
Ella, se había presentado en mitad de la sala de usos múltiples para hablar con la directora. Para insistir en arreglar algo, que no había roto.
Y me pareció curioso, porque nadie arreglaba algo que no había roto, nunca sucedía eso. Hasta hoy.
Esa chica era rara, no recordaba haberla visto nunca. Supongo, que nunca había estado lo suficiente atento a lo que sucedía a mí alrededor.
***
De camino a la escuela, Cristel no se alejaba de mí, me asfixiaba. Ella no comprendía que yo necesitaba mi espacio personal.
El grupo, estaba formado por Tadeo, mi mejor amigo, un chico alto, muy amable, de pelo rubio y ojos azules. El típico guaperas de las películas que resulta ser un poco estúpido.
Luego, teníamos a Silveri, un chico alto, de cabello castaño y de ojos verdes, que era nuestro último integrante en orden de llegada.
Y para finalizar estaba Farid, un joven alto de pelo y ojos oscuros, que sabía localizar las constelaciones en el cielo.
Cristel era una extensión que no podíamos quitar ya que era imposible quitarla por mucho que quisiésemos todos.
Al ser mi pareja, la introdujimos en el grupo y ella, muy agraciada, decidió que esa sería su nueva casa.
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Editado: 21.07.2025