/6/
Alma
Le pedí a la directora que los quitase de la limpieza. Que ellos, me habían obligado solo a mezclar productos de los arrepentidos que estaban por el simple hecho de ir a ver qué ocurría. Ella, se creyó la mentira y los libró todos los días. Yo, me sentí a salvo.
Porque había visto cómo cogían los libros, cómo los trataban. Un libro, esos libros, llevaban el alma de aquel señor. No podía permitir que alguien los maltratase.
Mi oreja, había sangrado, porque se me había olvidado respirar, porque estaba nerviosa.
Cristel, no era de fiar, me lo había demostrado el simple hecho de mirarme de lejos cuando me marché o cuando le ordené fregar.
Pero yo no podía quejarme. Porque eso no iba conmigo.
Me pregunté entonces, qué hubiese hecho Ronan si alguien le mirase mal, lo más probable es que repartiese golpes y después lo hablasen como personas normales.
Sonreí.
Ronan.
Por la vida, extrañaba a Ronan demasiado.
***
Habían pasado dos días, era viernes. Ellos, no habían vuelto a aparecer por la última planta. Yo, había avanzado sola.
Volvía a tener mi vida normal y tranquila.
Estábamos en valores, una clase, que según el profesorado: tenía que darse para que entendiésemos mejor la vida.
Nunca comprendí esa asignatura. Nunca comprendí el porqué darla ahora y no hace años. Porque yo me la sabía de memoria.
- Hemos recibido unas llamadas, de algunas personas, que creo que deberíais de escuchar – informó la profesora con una sonrisa antes de dibujar un teléfono en la pizarra de tiza.
Fueron pasando todos, yo, ya estaba algo alerta. Comencé a rascar detrás de mi oreja. Deseando pertenecer a aquellos que no recibían sus llamadas.
- Alma – me llamó la maestra.
Me tensé y me levanté. Caminé segura pero con paso tembloroso a la pizarra y me coloqué de espaldas a la clase, fijando mi mirada en aquel teléfono.
- ¿Preparada? – preguntó con una cálida sonrisa.
- No, pero adelante – respondí seria.
Se hizo el silencio, después, oí una ronca y adulta voz.
- Hola mi pequeña piedrecilla preciosa.
Yo, miré a la profesora con lágrimas en mis ojos. Notaba el ruido de la clase sordo ante el recuerdo que mi mente producía.
- ¿Es una broma? – señalé la pizarra.
Ella negó dulce.
- Hemos conseguido contactar con ellos. Tienes dos llamadas.
Sonreí sincera, aunque un poco rota y asentí.
- Gracias.
Ella, volvió a darle a la llamada.
- Te extraño mucho Alma. Ven a visitarme cuando puedas. – rió – pronto volveremos a estar todos. – hubo una pausa – Alma – me llamó con dolor.
Notaba aquel dolor traspasar todo, lo notaba querer abrirse entre mi pecho y espalda y querer llegar a mi alma, pero no lo permitía. Porque no iba a doblegarme en público. No más de lo que ya había hecho.
- ¿Sí? – susurré con los ojos llenos de lágrimas.
- Estoy muy orgulloso de ti mi pequeña. Siempre estaré orgulloso de ti Alma.
Sonreí entre lágrimas. No podía ver, mi vista, cristalizada por la transparencia borrosa de las lágrimas, me impedía ver.
- Eres una mujer muy fuerte, eres mi pequeña piedrecilla preciosa. Mi amatista. Sé que has tenido momentos difíciles en los que yo, no he podido estar presente. Pero siempre me vas a tener, aunque no te pueda abrazar. Aunque no te pueda mirar a los ojos y decirte que te amo mi pequeña. Alma…– susurró.
- Dime – sonreí mirando la pizarra fijamente.
- Siempre me vas a tener ahí, siempre. Quería decirte que estoy muy orgulloso de ti, de todo lo que haces, de todo lo que cada día consigues. Te amo mucho mi pequeña piedra preciosa. Ronan quería hablar contigo también. – informó.
- Iré a veros, lo prometo – musité con una sonrisa a pesar de ser consciente de que ellos no me estaban escuchando.
- Adiós, nos vemos pronto Alma.
- Adiós – susurré.
La llamada se cortó y después sonó otra.
- Esta es la otra – informó la maestra con una cálida sonrisa.
- Vale, gracias – susurré.
Se hizo el silencio y oí una suave y ronca risa.
- Hola Amatista – saludó, yo sabía que estaba llorando, lo notaba en su voz.
Sabía cuando lloraba. Porque yo podía leerlo. Porque esa era una de nuestra magia.
- ¿Sabes? Estoy muy feliz de poder decirte algo. Llevamos mucho tiempo sin hablar – hubo una pausa –. Te extraño Alma. No… Necesito volver a abrazarte. – suspiró – Me han contado que vas poco a poco. Estoy muy orgulloso de ti mi pequeña. Yo… cuando vuelva, prometo abrazarte tan fuerte que te desintegrarás.
#5446 en Novela romántica
#1665 en Fantasía
amor amor adolecente heridas y maltrato, reencuentro amor, superación de miedos
Editado: 16.06.2025