/14/
Alma
Había decidido no asistir a clases después de la mala noche que había pasado, total, nade se iba a dar cuenta de que faltaba yo…
Estaba tumbada en el suelo, abrazada a la sudadera de Ronan mientras intentaba calmarme de la pesadilla.
Faltaba un mes para que regresaran. Estábamos a noviembre ya.
Era cuatro de noviembre, su cumpleaños.
Era un día difícil y estaba sola, porque las personas que me calmaban, no estaban.
Lous apareció sonriente y saltarín de la emoción.
Obedecí y la abrí con manos temblorosas.
Mi querida piedrecilla preciosa,
Quería decirte, que por unos juicios que hemos tenido y no te hemos dicho nada para no preocuparte, nos rebajan la condena hasta el cuatro de noviembre. Es decir, salimos el cuatro de noviembre mi vida.
Ronan y yo estamos muy emocionados de poder salir.
Saldremos a las once de la mañana.
Te ama,
Papá
Y Ronan (me ha obligado a ponerlo)
Sollocé y una sonrisa tiró de mis comisuras. El pecho se me llenó de una felicidad incalculable y sonreí, sonreí porque por fin vería a mi papá y a mi hermano.
Me levanté y corrí con una sonrisa.
Mi familia salía hoy. Hoy volvería a verles.
Me coloqué unos pantalones vaqueros grises, de cadera anchos con un jersey fino azul marino, de cuello redondo.
Dejé mi pelo suelto y mientras me cepillaba el cabello no pude evitar llorar de la alegría.
Me calcé las zapatillas blancas y cogí un bolso pequeño para guardar el móvil y las llaves.
Después, salí de mi habitación y entré en el coche dónde Lous y Dinna me esperaban.
Estuve todo el camino nerviosa, temblando de miedo. Tenía ganas de llorar, de gritar.
Las puertas de la cárcel me recibieron y entré. El guardia me señaló un lugar en el que podía esperarles.
Lous y Dinna no habían querido bajarse del coche. Querían darnos intimidad a nosotros.
Esperé hasta que vi la imponente figura de mi padre, que, con lágrimas en los ojos corría hacia mí con los macutos de su ropa y pertenencias.
Tiró en el suelo los macutos y me alzó en el aire mientras me abrazaba.
Me embriagué de su aroma, de su colonia fuerte que me encantaba. La volví a sentir en mí.
Asentí y lo abracé, porque sentía que todavía nos quedaban muchos abrazos.
Cuando se alejó, oí una ronca y rota voz. Oí cómo se sentía volver a encontrar un tesoro.
Mi hermano lanzó sus cosas al suelo y se lanzó sobre mí. No caí, gracias a mi padre que lo impidió.
Ronan enroscó sus brazos alrededor de mi cuello y sollozó mientras me abrazaba.
Negué y me resguardé en su pecho. Ronan me sacaba once centímetros de altura.
Al separarnos, tomé sus manos y caminamos hacia el coche.
Allí, me senté entre ambos e intenté calmarme, porque yo no podía parar de llorar.
Porque por fin estaban en casa, por fin mi familia había vuelto. Por fin podía abrazarles.
Al llegar a casa y dejar que colocasen todo, esperamos y almorzamos.
Yo mantuve silencio hasta que oí a mi padre hablar con una cálida voz.
Ellos sonrieron. Yo, noté cómo quería contarles todo lo que había pasado. Desde el inicio. Pero no quería preocuparles. Pero quería decírselo.
Asentí y tragué grueso intentando espantar las lágrimas.
Mi padre se levantó y vino a abrazarme. Yo, me aferré a sus brazos, aterrada ante el vértigo que provocaba en mí, ante el dolor que se clavaba en el centro de mi pecho.
#5526 en Novela romántica
#1687 en Fantasía
amor amor adolecente heridas y maltrato, reencuentro amor, superación de miedos
Editado: 16.06.2025