La migración de las aves

Dumán

/20/

Dumán

Desperté con un mal sabor de boca, un sabor que me indicaba que ese día saldría mal.

En el instituto, todo era normal, menos ella, Alma.

Me había acercado pero ella me había ignorado, pero no como siempre hacía. Es más, ni siquiera me había mirado. Y eso era raro.

Silveri me miró curioso.

  • ¿Qué os ha pasado?
  • Ni idea – respondí sincero.

Cristel sonrió y se acercó a mí, yo la alejé antes de que llegase a tocarme.

  • Cristel, te voy a pedir una cosa, aléjate de mí, ¿sí? Necesito mi espacio.

Ella lo tomó como una ofensa y sonrió maliciosamente

  • ¿Cómo el espacio que te está dando ella? ¿La rarita?
  • No es una rarita – la defendí.

Negó y se marchó, me giré y vi a Alma. Pero no me miraba con ese cariño que tenía, me miraba con asco, con furia. Veía una coraza que me mostraba a una Alma decepcionada. De pronto, notaba murallas entre nosotros.

¿Habría hecho algo mal? ¿Se habría cansado de mí? No sabía que había ocurrido, solo quería que estuviésemos bien.

En la hora libre, subí tras ella a la biblioteca y me estuvo ignorando, no me dirigió la mirada, parecía parte de la pared.

Entré en nervios y corrí hacia ella, intentando llamar su atención.

  • Alma – repetía mientras corría tras ella, que andaba veloz de un lado a otro mientras limpiaba o colocaba las cosas.

Ella me ignoraba. Llegué a un punto que me sentí completamente estúpido y tomé su mano con las lágrimas en la garganta.

Ella miró nuestras manos entrelazadas con asco, luego, me miró de dicha manera a mí.

Me sentí el hombre más estúpido del mundo.

  • Déjame – ordenó seria. Sus ojos no mostraban emoción que había visto hacía días.
  • Alma – supliqué – ¿qué he hecho para que estés así?
  • Qué no has hecho pedazo de mierda con patas – ironizó.

Dolido, busque la respuesta en sus ojos y ella se zafó corriendo de mí. Siguió colocando las cosas ignorándome.

Y de pronto, me llegó un mensaje.

“Eres un mierdas”

“Como te pille te arranco los huevos”

“Gente como tú merece morir”

“¿No te da vergüenza?”

“Imbécil”

“Capullo”

Los mensajes seguían y seguían y yo no sabía el porqué.

  • ¿Qué está pasando Alma? – inquirí preocupado mirando cómo todas mis redes sociales se llenaban de malos comentarios.

El tic de mi ojo derecho comenzó.

Ella me miró seria.

  • Eres un imbécil – respondió con asco –. Me das asco, me repudias. Que todo el mundo se entere de la mierda de persona que eres.
  • Si no he hecho nada – espeté con agobio.

Ella se carcajeó y negó con amargura.

Se hizo el silencio entre ambos, un silencio tan pesado como un muro.

Yo me paré a pensar en todo lo que había hecho hasta ahora, no tenía ni idea.

Hasta que sentí su rota mirada en mí.

  • ¿No te acuerdas? – inquirió.

Negué y miré sus ojos intentando que me creyese.

  • No te acuerdas de… ¿me mandas foto desnuda? – inquirió con dolor – No te acuerda de… ¿te voy a meter el nabo? Porque eso me escribiste ayer, pedazo de imbécil.
  • Yo… yo no he hecho eso, ¡por favor! Qué cosa más fea.

Ella negó, yo, me estaba empezando a agobiar.

Le di el teléfono, ella revisó todo. Aunque no había nada, todavía veía la decepción en sus ojos.

  • Solo tengo una cuenta, se llama Dum_ RoudprZokmos. No sé quién es ese.

Ella negó. Yo estaba empezando a agobiarme, no había hecho nada, yo nunca sería capaz de dañarla así.

  • No te creo Dumán, te has pasado.
  • Por favor…– supliqué hincándome de rodillas –, créeme.

Las lágrimas habían comenzado a salir, no podía controlarlas,

No sabía el porqué, nunca había llorado porque alguien no me creyese, pero Alma era ella. Simplemente Ella.

  • Me jodió saber lo que eras en verdad – espetó antes de enseñarme las conversaciones –. Me jodió porque confié en ti Dumán.

Cada cosa que leía me producía arcadas. El malestar se implantó en mi paladar y tuve la necesidad de hacer algo.

  • Toda esa gente, ha denunciado esta cuenta. Nunca se me va a olvidar esto Dumán.
  • Que yo no soy – repetí con lágrimas bañándome el rostro.

Ella negó.

  • No puedo creerte Dumán, no tienes pruebas.
  • ¡No tengo esa cuenta, lo has visto tú!
  • ¡No te creo Dumán! ¡No puedo creerte! – gritó enfurecida.

Farid llegó con Tadeo y Silveri.

  • ¡Tío! – gritaron asustados – ¿Qué has hecho?
  • No he hecho nada – repetí –. Yo no he hecho nada.

Después de explicarles las cosas, llamé a mi padre. Alma se había alejado y nos ignoraba a todos.

Mi padre me dijo que saldría el responsable cuando investigasen. Porque me estaban suplantando la identidad.

Porque estaban alejando al amor de mi vida de mí.

Estuve esa hora allí, con todos los chicos alrededor de mí, preocupados, mientras Alma pasaba de nosotros y colocaba libros.

La vimos alejarse y Tadeo fue en su dirección.

Oí su grito.

  • ¡Él no hizo nada! – bramó Tadeo.
  • ¡Él pudo haber eliminado la cuenta, anormal de carrito! – gritó Alma – No voy a discutir contigo algo que no te importa ni te incumbe en absoluto – bramó enfurecida.

Tadeo regresó negando, segundos después, hicimos como que nos marchábamos y todo se quedó en silencio, hasta que escuché los primeros sollozos del fondo de la biblioteca.

Alma no paraba de llorar, quería levantarme y correr hacia ella, pero no me serviría.

Se escuchaba un “por qué” bajito, un “por qué” lleno de dolor. Tadeo me miró deprimido.

  • Tío, ¿qué le has hecho? – inquirió afligido.
  • Solo sé que me sonríe a veces – respondí honesto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.