La migración de las aves

Alma

/21/

Alma

Había quedado con Dumán para preparar y buscar el regalo de Toby.

Había descubierto que se llamaba Tobías, pero le decían Toby, que, personalmente, asociaba aquel nombre al de un perro.

Tenía nuestra edad y estaba en la clase contraria.

Dumán lo conocía porque compartieron clase y se llevaba bien con él en algún punto de su vida.

Me estaba preparando, cuando Ronan llegó con Sidney, que ya había vuelto a aceptar a Dumán, después de hablarlo y pensarlo durante horas.

Ellos habían tenido su conversación y ahora, se recuperaba la fe de que se casarían y tendrían tres hijos monísimos y toda la parafernalia demás que, ahora, aumentaba con diferentes hipótesis.

  • Hola Almita – saludó Ronan antes de sentarse en la cama con Sidney a un lado.
  • ¿Te has decidido? – preguntó esta acercándose a mí.

Asentí, llevaba un jersey de flores lilas y unos pantalones vaqueros anchos de pierna, beige.

Mis súper calcetines de dibujitos, de pelo, abrigaban mi pie y la bota que había elegido me hacía crecer dos centímetros.

Pero no sabía qué hacerme en el pelo.

Sidney sugirió una coleta alta, pero negué rotundamente.

  • A ver – intervino Ronan acercándose para ver mi oreja –. Vale, ¿puedo hacer algo que quiera?
  • Vale – respondí.

Ronan, me hizo una coleta alta con ondas, y despeinándolo un poco, para darle, como decía él, el toque.

  • Lista – sonrió satisfecho –. No se ve.

Sonreí encantada. Mientras, nerviosa, miraba la hora una y otra vez.

  • Gracias.

Negó y me abrazó. Ronan me apresó bajo sus brazos y sonreí mientras veía a Sidney hacer palmas orgullosa.

  • ¡Yo también quiero un abrazo! – gritó Sidney mientras corría a abrazarnos.

Reí y me alejé de ellos después de coger el bolso versátil de lino, verde.

Salí de casa y allí, un Dumán con gafas me esperaba.

Lo miré un largo rato. Comencé a sentir algo correr una maratón, estaba en mi pecho, era mi corazón, ¿acaso esto ocurría siempre que lo veía?

La respuesta era clara, sí.

Un sí que me esforzaba por ocultar.

Las gafas, de pastas negras y algo casi cuadradas, descansaban sobre el puente de su nariz. Dándole una vista adulta.

  • Pareces un señor – sonreí.

“Estás monísimo Dumán” – quería decirle.

Porque la verdad que aquellas gafas le quedaban muy bien, quería verlo siempre así. Y era algo patético decirlo en voz alta, pero era la verdad.

  • ¿Con o sin gafas?
  • Con las dos.

Sonreí inocente y él negó mientras sonreía.

  • ¿No vas a tener frío? – inquirió señalándome.
  • No creo – respondí con una sonrisa.
  • Abrígate, luego te resfrías y…
  • Quiero lucir mi jersey de flores Dumán, no seas un aguafiestas.

Él negó y se quitó la chaqueta, la dejó en mis hombros y señaló la calle.

  • Vamos.
  • ¿Por qué me has dado la chaqueta? – cuestioné.

El calor se apoderó de mi cuerpo, lo asocié al calor del abrigo, aunque en verdad era el calor de la marca de su mano sobre mí.

  • Así luces tu jersey pero no te resfrías.

Negué. Adoraba que tuviese tantos cuidados hacia mí.

  • Tú te vas a resfriar. Espera que voy a por mí abrigo.

No dejé que contestase. Entré y cogí mi abrigo antes de salir y mirarlo a los ojos.

  • ¿Vamos?

Asintió y tomó mi mano.

Últimamente su calor corporal se quedaba impregnado en mi piel. Últimamente solo podía pensar en su cálida piel. En que mis manos, dejaban de sentirse solitarias y huérfanas.

  • Vamos a comprarle el regalo Alma – sonrió y me miró a través de sus gafas.
  • Sabes que no conozco de nada a ese chico, ¿no?

Pero él no contestó, solo me llevó de la mano hacia la calle de las tiendas, allí, miles de tiendas de diversas cosas se erguían sobre nosotros.

Nos metimos en una tienda de cerámica con olor a lavanda. La dependienta no nos quitaba el ojo y eso me incomodaba.

  • A Toby le encanta coleccionar tazas.

Asentí. Y me separé de él para buscar entre todas las tazas. Temía de tropezarme y romper alguna. Odiaba aquellas tiendas.

  • ¿De qué tipo?
  • Dibujos animados o frases motivadoras.

Me giré y lo miré con los ojos abiertos y confundida.

  • ¿Qué? – inquirí.

Dumán asintió y sonrió antes husmear entre todas las tazas.

  • Una taza sola es aburrido – murmuró.
  • ¿Por qué no coges una colección determinada? – sugerí señalando unas infantiles.

Estuvimos un rato debatiendo hasta que vimos un paquete de tazas motivadoras.

  • “La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella” – leí – ¿Es enserio que le gusta esto?
  • Enserio – afirmó antes de coger el paquete.
  • Me niego a comprar una caja de frases motivacionales Dumán.

Al final acabé con una caja de tazas motivacionales bajo el brazo. Y con un Dumán sonriente a mi lado.

  • Vamos a dejarlas en mi casa y si quieres damos una vuelta.

Accedí y caminamos hasta llegar a su casa, allí, Soleil me sonrió.

  • ¡Alma!
  • Hola – saludé antes de verme atrapada por sus brazos.

Killian me observó durante un determinado tiempo. Sus ojos marrones, fijos en mí me intimidaron durante un segundo.

A veces me aterraba todo lo que ese señor sabía de mí. Otras, dejaba que fluyese todo.

Killian era un hombre respetable bajo mis ojos. Bajo mi persona, siempre sería respetado y visto como un superhéroe.

Porque Dumán tenía la suerte de que uno de los mejores hombres de la tierra, fuese su padre. Porque tenían a un superhéroe y ellos parecían no saberlo. Porque seguían tratándolo como cual ciudadano promedio.

  • ¿Vamos? – preguntó Dumán sacándome de la charla que Bimba tenía conmigo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.