La migración de las aves

Alma

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Alma

La miré con dolor y ladeé la cabeza. Las lágrimas en algún punto, habían comenzado a precipitarse de nuestros ojos como si fuesen acantilados y no parábamos de llorar.

Cintia terminó de contar su historia y yo, terminé de figurar la imagen de mi madre, en lo monstruo que era, en cómo se había comportado, en lo que había hecho.

  • Ahora que sabes todo, pequeñaja, te pido perdón por no haberme acercado en cuanto supe lo del secuestro.

Secuestro. Era la primera que lo llamaba así, normalmente, la gente lo catalogaba como accidente. Pero nunca nadie se había referido a ese día como el día del secuestro. Pero por alguna razón, tenía razón, porque me había secuestrado. Me había privado de todo lo que tenía, de mi familia.

  • Gracias – contesté, porque decirle eso significaba más que un te perdono.

Después de recomponerme, me despedí de ella con la promesa de que volveríamos a hablar.

Me asomé a la puerta y vi la luna mirarme, vi la oscuridad caminar por la ciudad y temblé.

Así, que llamé a Lous.

  • Almita, ¿ocurre algo? – inquirió con un tono dulce
  • Estoy en la floristería de Cintia, era por si podías venir a recogerme, por favor – pedí mirando fijamente a la calle.
  • Ya mismo estoy allí – sonreí y colgué.

Esperé con Cintia y cuando vi el coche parase frente a la tienda, fui a abrir la puerta cuando la imponente figura de mi padre ocupo todo.

Sus ojos inquietos y enamoraros, se posaron sobre Cintia, pude ver claramente como la amaba, cómo ese amor trepaba por todas las raíces de las flores y llegaba a ella.

  • Cinny – la llamó y sonreí inconscientemente.

Cintia, inmóvil, miraba a mi padre con lágrimas en los ojos.

Ninguno se movía, solo se miraban y supe ahí, que los ojos, eran capaces de decir todas las palabras que el corazón no era capaz de formular.

Cintia, se encogió de hombros y me señaló con la cabeza.

  • Alguien sabe ya toda la verdad, mi vida.

Y solo eso necesitaron para que mi padre, corriese y la alzase en sus brazos, para que la llenase de besos y se oyesen risas y miles de te amo, y lágrimas, pero sobretodo, para que se oyese al amor entrar por esa puerta y abrazarlos.

  • Te amo Cinny.
  • Yo más mi vida, yo más.

Y sonreí, sonreí porque era la primera vez que veía a mi padre enamorado de alguien así, tan feliz, tan radiante.

Tan libre.

Tan él.

Porque hay veces, que no se puede esconder el amor y esta era una de ellas, porque veía el amor de dos personas y era lo más bonito que mis ojos habían visto alguna vez.

Porque podía ver los tonos, la vida, la pasión, la nostalgia… todo lo que configura esa pequeña palabra, amar, amor.

Y caí, en que todos estamos llenos de ella, en mayor o menos medida, todos somos amor, todos tenemos el verbo amar y el sentimiento. Todos.




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