La migración de las aves

Alma

/30/

Alma

Era el cumpleaños de Dumán, que organizaba una fiesta en su casa, me había invitado a mí, la primera, eso me había aterrado. Porque yo no tenía un regalo físico que darle. Yo tenía una pieza, que llevaba su nombre, que me recordaba a su voz.

Así que llegué antes que nadie y vi la sorpresa en su rostro.

La casa estaba decorada, llena de decoraciones. De guirnaldas, de luces, de colores. Todo, era bonito, acorde con él.

  • ¿Almi?
  • Tengo que darte el regalo – sonreí antes de besarlo.

Entré en su casa y lo senté en un sofá, allí, saqué el violín y con una sonrisa, preparé todo para darle aquel regalo.

  • No es mucho, pero… te escribí una pieza – sonreí y le di el CD que ponía su nombre –. Lleva tu nombre.

Y él, él me miró con tanto amor que me hizo sentir llena, que me hizo sentir perfectamente feliz y llena. Viva.

  • Te amo Almi, con cada parte de mí.

Sonreí y comencé con los primeros acordes, luego, fui avanzando, dejando que las notas, que el sentimiento, se colasen por toda la casa, por nosotros, que llegasen a nuestra alma, que nos reclamasen. Que nos hiciesen llorar. Que nos gritasen amor.

Al terminar, dejé el violín guardado con nervios.

Sus ojos, llenos de lágrimas, me sonreían de una manera indescriptible.

Me cargó en sus brazos y con una inmensa sonrisa, me besó, me besó como nunca antes había hecho, con cariño, con delicadeza, con un amor que superaba todo el amor que me había mostrado anteriormente.

Con pasión.

Me besó de esa manera, Tan Dumán que tenía él solo de hacer. De esa manera que me volvía loca.

  • Te amo Alma, te amo con todo mi ser, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo tantooo – sonreí contra sus labios y sostuve su rostro entre mis manos y lo besé con más intensidad.
  • Ni si quiera un te amo se acerca a lo mucho que siento por ti mi amor – susurré tan bajito que sentí su pulso alocarse, sus ojos mirarme de una manera brillosa y escurridiza, y su boca besarme, porque había veces, que hasta los ojos, se quedaban sin palabras y la boca era la única que podía gritarlas, en besos.
  • Eres todo y todo es poco para lo demasiado que siento por ti.

Y sonreí, porque Dumán, me amaba de la manera más hermosa que había. A su manera.

***

La fiesta había comenzado, yo, había dejado el amor salir de mí, porque era el cumpleaños de alguien especial, del amor de mi vida. De mi Dumán.

Caminé entre la poca gente que estaba y vi a una pareja en las escaleras besarse con pasión, mientras que en la entrada, otra discutía.

En los sofás, había amigos riendo y bebiendo mientras que en el patio, había amigos en silencio, sin hacer nada.

Pero luego, estaba Dumán, observando con cariño todo lo que le rodeaba. Luego me miró a mí, y todo se paró. Durante un momento quise ser invisible para poder centrarme en ese amor que tenía cuando me miraba. Para que no me diese miedo decirle cuanto lo amaba delante de aquella gente.

Pero el pánico estaba en mi garganta.

Dumán se acercó y tomó mi mano. La genta había comenzado a entrar a aquella casa por el frío. Otros habían comenzado a marcharse.

  • ¿Vamos? – inquirió antes de que yo asintiese.

Subí tras él a su habitación y sonreí, parecía que hacíamos una trastada, en verdad, queríamos escondernos del mundo, juntos.

  • ¿No van a extrañar al cumpleañero?
  • No pasará nada porque el cumpleañero se esconda unos minutos, ellos ya me ven demasiado – susurró con una sonrisa antes de tomar mi mano y guiarme hacia su cama.

La habitación estaba a oscuras, no podía apreciar nada, solo podía sentir su mano en la mía, su piel cálida envolviéndome.

Me tumbé a su lado y lo abracé, estuvimos así segundos, minutos, muchos minutos, hasta que decidió hablar.

  • Alma, ¿tú no sientes que debes de esconderte del mundo a veces?
  • Claro, es normal.

Asintió y se aferró a mí. Yo cerré los ojos y me concentré en lo bonito e íntimo que era todo nuestro alrededor.

  • Esto está demasiado relajante, la verdad, que me hace replantear si bajar o no – susurró y reí.

Reí porque pensaba lo mismo, porque no podía dejar de mirarlo, de amarlo.

En silencio, miré su rostro, miré lo bonito que era.

Dumán acarició el mío y sonrió.

  • Te amo. – susurró y sonreí antes de dejar mi rostro sobre su mano.
  • Te amo

Y eso fue todo. Dos te amo en mitad de una oscura habitación, dos te amo antes de la migración.

  • Alma, quiero pasar el resto de mi vida contigo – susurró y noté el miedo trepar por la garganta, quedarse en mi paladar.
  • Dumán, yo… yo…

Miré la puerta e intenté sonreír, el ambiente se había vuelto pesado, como si una losa lo aplastase.

Mis pulmones necesitaban oxígeno. Su rostro se había vuelto algo decepcionado.

  • Vamos abajo, ¿sí? – dijo y asentí, porque no quería volver a hablar de aquel tema.

Bajamos y Dumán fue con sus amigos, yo, los seguí hasta llegar al patio.

La gente se había ido, no quedaba apenas nadie cuando decidí marcharme yo también.

  • ¿Ya te vas? – inquirió Dumán algo triste
  • Mañana tengo que madrugar – respondí antes de despedirme de todos.

Y esa noche no hubo un beso de despedida, tampoco un abrazo, ni un te amo. Solo un adiós. Frío y seco adiós.

Quizá porque ninguno estaba preparado para las verdades que teníamos ocultas, quizá porque yo le temía al compromiso.

Quizá fuese por mi culpa.

Era por mi culpa.

***

No me sorprendió no recibir ningún mensaje de Dumán, no me extrañó, pero sentí un vacío abrirse en mi pecho.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.