La migración de las aves

Dumán

/34/

Dumán

Alma pasó por las altas puertas de la biblioteca y me miró con dolor. Con alegría, con pena.

No había dudado en ayudar. No había dudado en hacer que el amor de mi vida pudiese estar en paz. Porque ella merecía estarlo, ella merecía el descanso.

Supe que había fallecido cuando Román llegó a casa días después agradeciéndome por todo lo que había hecho.

Supe que Alma estaba mejor cuando Cintia me paró en su floristería mientras encargaba unas flores para ella. Gardenias. Tan blancas y puras que me recordaban a ella. Sin duda, podía saber que eran sus flores favoritas.

  • Se dicen que las flores son el alma de algunas personas. Por eso son tan puras y acertadas – susurró Cintia con una sonrisa cuando me entregó el ramo.

***

La biblioteca estaba finalizando sus reparos y ella la miraba encantada, barriendo su mirada por todo el lugar hasta que llegó a mí. Y tembló, lo vi. Fue a hablar, pero la besé.

La besé con amor, con toda la alegría que tenía, porque ella por fin podía estar en paz.

  • ¿Cómo estás Almi? – cuestioné antes de acariciar su suave rostro con delicadeza, con la delicadeza que tenía que limitar, si no quería derretirme ante tanta hermosura – No he sabido mucho de ti últimamente, pero lo entiendo.

Sonreí y ella, aguó sus ojos y me abrazó. Yo, inspiré su suave aroma y dejé un beso en el centro de su cabello.

Ella no necesitó hablar, yo tampoco, solo estuvimos abrazados hasta que se le pasó un poco el llanto.

  • Tengo algo para ti – susurré y ella me miró con un algo, que no pude descifrar a pesar de saber leerla.

Se quedó quieta y yo desaparecí entre unos estantes y al salir, lo hice con el ramo. Ella, se quedó inmóvil, y dejó sus brazos caer a sus lados y me miró, miró el ramo y negó.

Yo, sonreí y se lo entregué.

  • Una flor era poco para lo mucho que te amo y… decidí un ramo. Cintia me dijo que no había más flores así que… así quedo. Quería regalarte un ramo de quinientas Gardenias.
  • ¿Por qué? – susurró con lástima.
  • Porque todas esas quinientas flores, te componen. De alguna manera, cada pétalo eres tú, más arrugado o más liso, más joven o viejo, con más raíces o menos, con más madurez o menos. Con más perfección o menos. Cada flor, eres tú y eso se queda corto para lo mucho que pienso que eres. Y si tuviese la oportunidad algún día de tener una pradera, no dudaría en llenarlas de estas flores tan puras y… hermosas como tú, para que pudieses correr entre ellas y respirar su anhelante aroma y… y eso sería poco porque hasta lo que algunos consideran mucho es poco para ti, Almi. Porque te amo y puede que cada te amo que te he dicho también sean estas flores, porque no hay nada que pueda regalarte que me parezca perfecto para ti, porque nada te iguala, nada iguala lo mucho que eres.

Ella, con lágrimas en los ojos me besó y se aferró a mí, yo la imité y los dos nos aferramos al otro. Porque eso éramos, el oxígeno del otro.

Porque Alma parecía querer decir algo, pero sus palabras no salían de sus labios.

Pero sonreí y la ayudé.

Aunque toda la sensación de gritar algo siguió en aquel lugar.

Como una tercera persona, esperando, inerte, invisible. Al acecho de poder salir de la laringe de Alma y gritar.

Pero yo no sabía qué era eso que quería gritar.

Así que no pregunté.

Porque quizá fuese solo de ella. Porque quizá no estaba preparada para contármelo.

Porque no quería presionarla.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.