La migración de las aves

Dumán

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Dumán

Hoy era el cumpleaños de Tadeo, celebraba una fiesta en su casa y todos estábamos invitados. La temática era de gala, por ende, todos debíamos de ir como si fuésemos a un evento – y dicto literalmente de sus palabras-, importantísimamente fantasfabulosísimo. Alma, estuvo a una milésima de segundo de declinar su invitación, pero acabó aceptando.

El viento corría fuerte, seguro, se movía por las calles como el rey y las previsiones de agua iban en aumento, cosa que hacía que Alma, temblase al meterse en el tiempo.

Pero le juré que no la dejaría desamparada. Ella, no muy convencida aceptó.

A regañadientes la vi salir de su casa con un hermoso vestido negro que se pegaba a su piel, y resaltaba sus curvas, sin duda le quedaba como un guante. Llevaba una chaqueta bolera de pelo y el cabello trenzado en un recogido bajo. Y cargaba un bolso con firmeza.

Sus tacones era todo el ruido que mis oídos llegaban a captar, su olor era el único que llegaba a mis fosas nasales, sus ojos eran los únicos que llegaban a mi corazón.

  • Estás…
  • No me digas nada – amenazó señalándome una vez estuvo a pocos pasos de mí.
  • …hermosa. Completamente hermosa.
  • No digas gilipolleces, Dumán – me regañó y me fulminó con su mirada.

Sus ojos, lilas, estaban más predominantes gracias a una sutil sombra que llevaba en sus párpados y sus labios, rojos intensos, me hacían querer que me besase y me marcase con ellos.

Alma nunca se pintaba las uñas, decía que le recordaba a su madre, hoy las llevaba grises, de un suave tono gris perla. Las manos me sudaban en los bolsillos de los nervios de volver a estar a su lado.

  • Nada es una gilipollez cuando tiene que ver contigo.
  • No mientas.
  • ¿Si mintiese tendría el corazón así? – cuestioné tomando su mano para llevarla a mi pecho y notase como mi corazón golpeaba la palma de su mano, como mis latidos desbocados podrían correr una maratón de lo rápido que iban, como podían igualar la velocidad de la luz.

Ella, me miró con una suave sonrisa y se acercó hasta quedar a pocos centímetros de mí. Yo, sonreí y la tomé de las caderas con una mano para acercarla a mí y poder ver su hermoso rostro más cerca.

Me acarició el rostro y quitó un pelo traicionero que se colaba en mis ojos.

  • ¿No te hacía daño? – susurró sonriente.
  • No cuando aún podía verte a ti. Si no pudiese verte, ya sí lo haría. – murmuré con una sutil sonrisa.

Ella, con una mano en mi pecho y otra en mi brazo, sonrió y me miró embelesada, yo, la miré enamorado, tan enamorado como una persona podía estarlo de la imperfecta perfección del amor.

  • ¿Me vas a dejar besarte, Almi?
  • Mmnm, depende…– respondió sonriente antes de levantarse de puntillas con los tacones y pisarme a mí los pies.
  • Con los tacones no tienes por qué alzarte, estamos a la misma altura – sonreí acariciando su rostro mientras que con mi otra mano acariciaba su espalda.
  • Creo que aunque estemos a la misma altura, siempre preferiré hacer esto, para…
  • ¿Sí?
  • Decirte que tienes una pelusa – respondió mientras cogía una mota inexistente y la quitaba.
  • Oh, venga ya – me quejé entre risas.

Ella, se bajó de mis pies y se dispuso a andar. Yo, sonreí y fui tras ella, y tomé su mano.

Alma me miró como una niña emocionada y anduvimos en silencio hasta que llegamos a casa de Tadeo.

Allí, él nos miró con aprobación y nos hizo para por el photocall improvisado, que constaba de una cámara de fotos en un fondo de miembros masculinos. Y femeninos. De colores fosforitos y de diferentes formas y…

  • ¡Posad, parejita! – gritó Silveri sonriente sobre el bullicio y Alma posó a mi lado sonriente.

Después, fuimos a por unas bebidas.

  • ¿No me vas a besar hoy Alma? – cuestioné antes de mirar sus ojos juguetones.
  • Depende.
  • ¿De qué?
  • De lo mucho que quieras que te bese.
  • Entonces tienes que besarme ya.
  • ¿Tanto lo quieres?
  • Lo quiero como si tus besos fuesen el remedio de la asfixia, como si fuese agua en medio del desierto, como es sentirse pleno.

Ella, sonriente, dejó un beso en mi mejilla y abrió la botella con los dientes, quitó la chapa y la tiró.

  • ¿Te basta?
  • Me bastaría, pero mis labios quieren los tuyos cobijándolos, quieren sentirse cálidos…
  • Toma, bebe, se te pasará el frío – jugueteó sonriente.

Yo, tomé su mano y vi su sonrisa triunfante.

  • Vamos a hacer una cosa, tienes que… – hizo como si pensase y me miró con una sonrisa traviesa.

Se acercó a mi oído y sentí su cálida piel golpear mis sentidos.

  • Si me pillas, te cuento un secreto muy secretoso.

Y echó a correr y yo sonreí ante la agilidad que tenía para hacerlo con tacones.

Y la perseguí, la perseguí entre la gente que bailaba apretada cual discoteca aquel salón, la perseguí hasta que tomé su mano y vi su rostro sofocado de correr sonreírme, sus ojos vibrar de alegría y adrenalina y su boca, pronunciar lo mejor del mundo.

  • Eres el amor de mi vida. – sonrió y yo estampé mis labios contra los suyos.

Podría no haber sido tierno, pero fue apasionado, fue adrenalina y miles y miles de te amo.

Fuimos nosotros.

***

Silveri estaba bailando con Farid sobre una de las mesas de postres. Tadeo sonreía con la camisa abierta y la corbata en el cuello.

Yo, bailaba con Alma a su lado y ella se carcajeaba cada segundo ante las escenas.

En una de esas, Farid bajó de la mesa y todos se fueron al suelo a bailar entre la gente apretada que ya lo hacía.

Tadeo se acercó y tomó mis manos antes de acercarse a Alma y sonreírle.

  • ¿Te lo puedo robar?
  • Claro – sonrió y me miró con un gigantesco amor que solo sus ojos podías plasmar –. Cuida que esté bien.
  • Trato hecho capitana – hizo un saludo militar y me arrastró a la pista improvisada.




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