La migración de las aves

Dumán

/38/

Dumán

Esperé a que subiese las escaleras, había pasado una semana del cumpleaños de Tadeo y desde entonces, Alma, no paraba de mirarme con un algo, con un algo que cada vez aumentaba y me hacía temblar del miedo.

Pocas veces había sentido miedo.

Pero cuando lo sentía, no podía pegar ojo hasta saber el qué lo desembocaba.

Llevaba tres noches sin dormir intentando buscar la causa, dos de ellas, las había acabado llorando del pánico de que me hubiese remplazado. La otra, la había acabado en la habitación de Bimba contándole qué me preocupaba.

Ella, tembló al ver mi mirada y pasó sin mediar palabra por las puertas de la biblioteca casi terminadas.

Yo, recordé la primera vez que la vi y sonreí. La vez que la vi en la biblioteca y me miró a los ojos. La vez que me sonrió a mí. La vez que compartió secretos conmigo. La vez que me dijo que me amaba.

Pero ella se puso a terminar de darle los últimos retoques y a mirar los libros fijamente.

Y vi como desviaba sutilmente la mirada y la fijaba en mí, también vi sus ojos amenazantes de lagrimear y sus puños cerrarse.

Pero yo, esperé a que me permitiese entrar.

  • Ven, tengo que decirte una cosa, Dumán – susurró con tanto dolor y amargura que digerí cada palabra con pesadez, porque eran piedras.

Y temí lo peor, porque no sabía qué podía salir de su boca.

Me acerqué a ella con pasos temblorosos y cuando estuvimos a centímetros, ella me miró fijamente a los ojos.

  • He tomado una decisión.

Sentí el mundo abrirse bajo mis pies y consumirme, trepar por mis piernas hasta llegar a mi corazón y volverse más aniquilador, más destructivo. Engullirme.

  • No, Alma…
  • Tenemos que dejarlo. – pronunció firme a pesar de ver su temblor, ella se mantuvo recta ante su afirmación.

No podía respirar, había un algo en mi garganta que se tragaba todas mis palabras, no podía dejarla marchar.

  • Al…
  • No puedo seguir contigo, Dumán, no puedo…
  • ¿Por qué? – susurré preso del terror cuando conseguí pronunciar una palabra
  • Eres demasiado perfecto para mí. Yo no puedo…
  • Alma, por favor – me quejé y ella negó
  • Lo mejor será alejarnos, tengo que pensar muchas cosas y …
  • Alma – la llamé suplicante –, por favor cariño, por…
  • No puedo Dumán.
  • ¿Por qué?
  • Porque eres demasiado bueno para mí. – sonrió melancólica y me miró con aquellos ojos tan violetas que tenía y vi cómo a ella le costaba dejarme.
  • Tú no quieres dejarme – señalé.
  • Es lo mejor.
  • ¿Para quién?
  • Para los dos. Yo te voy a dañar, no quiero eso para ti.
  • ¡Pero yo sí! ¡Sí que me dañes implica tenerte a mi lado lo haré!
  • Es lo mejor para ti, por favor.

Y me enfurecí, porque ella no sabía lo que era lo mejor o no, no podía decidir por mí. Porque me dolía el corazón solo de pensar en que me tenía que alejar de ella.

Me dolía vivir.

  • ¡No puedes decidir que es mejor y que no para mí! – me quejé hecho una furia.
  • ¡No quiero que vivas mal por mi culpa Dumán, solo traigo problemas!
  • ¡Si son contigo me da igual!

Mi respiración agitada había levantado las alarmas en ambos. Ella, me miraba con los ojos casi cristalizados, yo, tenía el tic en mi ojo derecho, estaba preocupado, aterrado.

Nos quedamos los dos mirándonos, en silencio, con dolor y ella negó. La biblioteca, había perdido toda su alegría, ahora nosotros, nuestros movimientos, nuestras respiraciones eran pesadas por ella, eran lentas y aterradas, como si supiésemos que un monstruo se escondía allí.

  • ¿Por qué quieres dejarme?

La pregunta fue casi un susurro, un susurro doloroso, amargo, tan amargo como la respuesta que esperaba y que dio, tan amargo como dejarla.

  • Es demasiado egoísta amarte.

Mis oídos se volvieron sordos, no era egoísta amarme, no si la que me amaba era ella, no si Alma me miraba de esa forma que me hacía volar.

  • ¿Por qué?
  • Porque eres demasiado perfecto como para ser real. Y yo soy demasiado imperfecta para ti…
  • Almi…
  • Terminamos.
  • No, Alma, mírame mi amor, por favor, por favor mírame… - supliqué casi hincándome de rodillas. – Mírame Almi, yo te amo…
  • Dumán, no hagas esto más difícil…

Y temí, porque ella estaba dispuesta a no dar marcha atrás cuando yo me estaba casi muriendo frente a sus ojos.

  • Si dices que amarme es ser egoísta, selo, sé egoísta. Pero no me dejes, Alma, no me dejes…

Las lágrimas habían inundado mi rostro y yo no paraba de llorar, ella, me miraba rota, me rompía, me rompía todo.

  • No puedo…
  • Sí, sí que puedes Almi, por favor mi vida… - supliqué entre alaridos de llanto
  • Tengo que sanar Dumán. Y no puedo hacerlo acompañada.
  • ¡Pues relación a distancia! Como si quieres que me mude de país, pero no me dejes, por favormi amor… no me dejes…

Miré sus ojos agobiado y no vi esperanzas, vi dolor y tristeza y una masa negra, vi oscuridad. Por primera vez, no veía aquel característico brillo suyo, veía su dolor y era más grande que cualquier gran tamaño que se hubiese conocido en el planeta.

  • Te he amado, me has enseñado a amar y es algo bellísimo, pero no puedo Dumán, no puedo ser egoísta cuando sé que hay mujeres que amarás y formaréis una familia y…
  • ¡NO! – grité enojado mientras me acercaba a ella dispuesto a abrazarla – No quiero formar una familia si no es contigo.

Alma bajó mis brazos, negó y retrocedió un paso.

Sentí mi corazón caer. Caía sin control, sin frenos, y estalló, en el suelo, en miles y miles de trozos. Fue rápido, pero doloroso, porque la velocidad no quitaba el dolor de las secuelas, del impacto. No era suficiente sedante. No para mi corazón.

  • Tenemos que dejarlo, Dumán no hagas las cosas más difíciles…
  • Por favor
  • No puedo, mi amor, yo no puedo seguir haciéndote daño
  • Si me amas, sé egoísta por una vez en tu vida, selo. – pedí suplicante
  • No quiero ser egoísta y es egoísta estar contigo cuando yo no te merezco. A parte es lo mejor para ti…
  • ¿Qué? Alma, por favor no me digas lo que es lo mejor para mí yo…
  • Eres demasiado bueno para mí, Dumán, ¿es que no te das cuenta? No puedo estar con alguien tan bueno y puro cuando yo estoy tan mal.
  • ¡Y no me importa que tengas defectos, todos los tenemos! ¡Te amo! – la miré a los ojos alternando mi mirada en cada uno de ellos, sentía el corazón bombear con rapidez, con frenesí – Eres el amor de mi vida, Alma, te amo desde el primer día que te vi. ¡Siempre has sido tú!
  • Dumán no podemos, no soy lo suficientemente buena para ti, No soy…
  • Yo te amo Alma, te amo como nunca he llegado a amar a alguien. No puedes decicdir lo que es mejor y peor para mí.
  • Dumán es por tu bien…
  • ¡No! ¡Me niego! ¡Yo te amo!
  • ¡Y yo!
  • Si me amases no podrías cortar conmigo por algo que es, ¡inexistente!
  • ¡No lo es cuando se trata de ti!
  • Alma… - suavicé el tono, angustiado, notaba cómo el pulso latía en mis sienes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.