La migración de las aves

Alma

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Alma

¿Cómo debía una persona de afrontar que había perdido al amor de su vida por su culpa?

No sabía la respuesta, pero tenía muchas preguntas, de diferentes tipos, de diferentes variedades. Solo sabía que necesitaba sanar.

Porque me molestaba a mí estar mal. Porque quería estar bien.

Y yo nunca había querido estar bien con tanta intensidad, nunca hasta que Dumán llegó a mi vida.

Llegué a casa y Sidney estaba allí sonriente, yo, parecía un alma en pena y ella se percató.

  • ¿Qué te ha pasado? – inquirió preocupada.
  • Lo he dejado – contesté intentando sonreír pero en su lugar, la sonrisa se transformó en un puchero que derivó a un estallido de llanto incontrolable.

Cuando conseguí calmarme, Sidney llamó a Naty y ambas me sonrieron con lástima. Yo, dolida, les conté lo estúpida que había sido, ellas escucharon atentamente hasta que hablaron y me dieron la razón. Había sido una estúpida.

Naty me miró con una media sonrisa.

  • Y ahora… ¿qué vas a hacer?
  • Sanar. Porque… Dumán me ha enseñado que el amor es hermoso, y… y quiero amar y si para amar bien, tengo que estar bien, pues quiero hacerlo. Quiero estar bien.

Ellas, orgullosas sonrieron.

  • ¿Qué debería de hacer?
  • Perdonarte por echarte la culpa que no era tuya.
  • Ir a los lugares que te marcaron y revivir el momento hasta que te perdones.
  • ¿Tortura? – pregunté aterrada.

Ellas, se miraron y sonrieron.

  • Puede ser, pero es efectiva - contestó Naty.

Y las creí y junto a ellas, fui al primer lugar, el jardín.

Porque las heridas se curaban desde dentro.

Y en mi casa habían empezado las raíces.

***

Caminé entre las flores hasta que llegué a la zona que no tenía tantas flores, allí, me senté.

Recordé la vez que me golpeó por romperles las flores de un balonazo sin querer. Ella decía que podía lastimar a todas y cada una de las plantas que había en aquel jardín, menos las suyas.

Y sollocé, sollocé cuando recordé que me hizo volver a plantarlas y a permanecer bajo la fría tarde-noche pendiente de ellas. Sollocé cuando recordé que al día siguiente Dinna fue a recogerme porque ella se había olvidado de mí. Porque mi padre estaba demasiado loco por ella como para darse cuenta de que su hija no había ido a cenar ni a desearle las buenas noches. Porque aquel día, dormí en el jardín.

Y al día siguiente, cuando el sol se ponía, Dinna fue a recogerme porque venía de su casa para empezar a trabajar.

Y lo reviví, lo reviví hasta que la culpa se levantó de mis hombros, hasta que sentí que podía respirar mejor. Hasta que hundí las manos en la tierra y saqué aquella tierra oscura y puse otra más virgen, más viva. Hasta que llamé a Lous y le pedí algunas semillas.

Hasta que planté Gardenias y vi sonriente cómo había quedado aquel trozo, más vivo.

Pensé entonces, que siempre hay un sitio que nos marcó que espera a que pases de nuevo para sanarlo.

Porque la tierra me esperó, porque ese pedazo, no mejoró a pesar de todo lo que hicieron. Y ahora, que mis manos habían tocado esa tierra después de años, sentía que ella vivía.

Porque poco a poco, todo tenía que sanar.




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