Era una tarde fría en Valle del Ángel, el aire helado abrazaba las casas y edificios que habitaban dentro de aquella ciudad.
El vecindario, como de costumbre estaba tranquilo, no había mucho que contar acerca de él. Las personas pasaban la tarde, tranquilos en sus casas pero al final de la calle había una casa en la que ahora mismo estaban de fiesta.
Estaba en mi habitación terminando de vestirme, me puse mi chaqueta negra mientras mi celular que estaba sobre mi cama no dejaba de vibrar.
《Qué desesperada eres, Maddie》pensé malhumorado.
-¡Michael, apresúrate, llegaremos tarde!-Escuché la voz de mi mamá desde el primer piso.
-¡Ahora voy!-respondí.
Guardé elcelular en mi bolsillo y tomé la caja blanca que estaba sobre la cama, una caja pequeña, sólo un poco más grande que la palma de mis dos manos juntas.
Bajé las escaleras y mis padres ya me estaban esperando abajo, junto a mi hermana de seis años, Jasmine.
El rostro de Jasmine era en forma de diamante y en aquel momento iba peinada con dos pompones, al igual que la mayoría de las veces.
Eché un último vistazo al espejo en la pared, al lado de la puerta antes de salir mientras mama acomodaba todo en su bolso y ahí estaba yo, Michael Green, estatura normal para tener doce años, negro, de piel tersa y suave, con la cabeza rapada pero no totalmente calvo, soy de cara y nariz alargada. Llevaba puesta una camisa roja, una chaqueta negra de lana y un par de jeans.
-¿Listo?
-Si, podemos irnos.
Salimos de la casa y el aire frío inundó mi piel. Caminamos juntos a lo largo de la acera hasta el final de la calle, poco después llegamos a una casa de donde provenía música a muy alto volumen, repleta de globos y gente y sobre el balcón del segundo piso había un enorme letrero que decía: "FELIZ CUMPLEAÑOS MADDIE" atravesamos el patio lleno de gente y entramos a la casa, todavía más llena. Adentro estaba decorado con globos y serpentinas de colores muy vivos, había niños jugando con silbatos de papel, bebiendo de vasos desechables rojos, comiendo golosinas, caminando o corriendo de aquí para allá.
Mientras esperábamos a los anfitriones me dediqué a molestar a mi hermana dándole piquetes en la cintura con el dedo.
-¡Déjame en paz!-dijo Jasmine furiosa.
Pero eso sólo provocó que me riera más y la siguiera molestando.
-¡Basta!
-Michael, deja en paz a tu hermana-advirtió Mamá y entonces dejé de molestarla.
Entonces, los padres de Maddie se acercaron a nosotros.
-¡Hey! ¡¿Cómo están?!
Mis padres y los de Maddie eran amigos desde hacía tiempo porque trabajaban juntos.
-¿Qué tal, Michael?-me saludó el padre de Maddie.
-Hola, señor Cooper.
Entonces Maddie apareció frente a nosotros. Maddie era mulata, su tono de piel era muchísimo más claro que el mío y tenía un largo y abundante cabello rizado y castaño.
-¡Maddie! ¡Feliz Cumpleaños!
-Gracias, Mike.
Le entregué la caja blanca y mi mamá le entregó la colorida bolsa con el regalo que habíamos comprado.
-Acompáñame a guardar esto.
-Iré con Maddie-avisé a mis padres.
-Bien-dijo mi padre en tono de advertencia-pero comportate.
Sabía por qué lo decía. Maddie y yo éramos mejores amigos desde pequeños y cuando nos juntábamos éramos un peligro para la sociedad.
-¿Se te quitó el dolor de cabeza?-quiso saber mamá.
-Si, hace rato.
-Bien, vé a jugar pero llévate a tu hermana.
Gruñí cansinamente.... pero mamá me arrojó su mirada y entonces desistí.
Maddie y yo subimos hacia el segundo piso seguidos por Jasmine.
Llegamos a su habitación donde estaba muchísimo más silencioso que afuera y Maddie puso ambos regalos sobre la cama la cual estaba ya repleta de ellos.
Dániel, un amigo de Maddie de la escuela estaba ahí.
Dániel tenía doce igual que Maddie y yo pero era bastante alto para su edad, no era necesario hacer una comparación para saber que era mucho más alto que yo, era delgado, tenía un cabello negro azabache que siempre llevaba desordenado y un par de gafas cuadradas sobre sus ojos también negros.