La Misteriosa Chica Del Piso 14 - Finalizado

CAPITULO CUATRO – LA FIGURA DE SUS LABIOS

Mis pensamientos se arremolinaron en mi cabeza, tanta confusión en un solo instante, perdido en el horizonte buscando una escapatoria de la realidad, buscando una salida a mi pensar. Solo deseo que todo volviese a la normalidad, no entiendo porque se volvió tan importante lo que le suceda a alguien que acabo de conocer. Pero de algo estoy seguro y es que debe a ver un porque y una solución para sus lágrimas.

Los minutos transcurrían como largas horas. Por primera vez en mi vida deseaba estar en otro sitio que no fuera una cafetería. Frente a mis ojos esta Verónica, su enorme sonrisa me distrae de mis pensamientos. Ella esta tan hermosa que decido olvidar por un instante a Natasha y el problema que apenas había sucedido unas horas antes.

— Joe, eh visto un cartel cerca de aquí, es de un circo, sabes deberíamos ir ¿te gustaría?

— Uhmm por su puesto dime cuando crees que sea posible.

— Vi los días de función y bueno me gustaría verla este sábado te parece ya que esta semana estaré apretada con la universidad. Sabes mi padre está muy estricto con mis salidas, pero me escape.

— Solo procura no molestarlo, prometo ir uno de estos días a saludarle y pedirle disculpas por ser un mal enamorado mis palabras fueron sinceras, pues no podía evitar sentir culpa por Verónica, hacia hasta lo posible por pasar una tarde juntos.

— Amor. ¿Estás bien? Te noto distraído acaso soy muy obvio.

— No, bueno si, debo cubrir unas pequeñas deudas.

— Te puedo ayudar a pagarlas, tengo un dinero extra de mi trabajo.

— No cariño tranquila, lograre solucionarlas.

— Insisto, luego me los devolverás como siempre su mirada dulce lograba convencerme y termine aceptando, me sentía tan apenado por los problemas que podía causar a los demás.

Después de unos minutos decidimos caminar por la ciudad. Más adelante se encontraba una librería y entramos en ella. Observamos libros de una gran cantidad de temas. Al final Verónica termino por comprar una novela de ángeles llamado “Oscuros”.

Eran casi las cuatro de la tarde cuando Verónica tomo el metro de vuelta a su casa, debía terminar su tarea de la universidad y no quería entretenerla más tiempo.

Camine de regreso a casa y al cruzar el parque, allí estaba la señora de las cartas de tarot. Sin pensarlo mucho me acerque a ella y con una pregunta algo torpe la interrumpí de sus pensamientos.

— Buenas tardes, ¿quisiera saber algo?

— ¿Sobre tu destino?

— Algo así.

— No creo que sea bueno que sepas mucho sobre ello, es mejor que sigas tu camino y tomes las mejores decisiones en el transcurso del tiempo supongo que es mejor detenerme en una búsqueda de algo que no se si exista, pero ¿qué es lo que busco? O simplemente satisfacer mi morbo por una carta o una chica.

Después de verla por unos instantes y una sonrisa como respuesta me marche al edificio.

Por la noche.

Encerrado en la bañera, mientras el agua caiga sobre mi cabeza deambulando excusas para poder ver a Natasha, pero a la vez me detengo. Tengo una enamorada, la amo con todo mi corazón, siento que comienza a gustarme alguien que apenas conocí hace unos días.

Camine por toda la habitación ordenando mi desastre como un soltero. Libros, hojas, comida y restos de basura que dejaba por doquier.

Salí por un momento a la tienda más cercana que había, eran casi las ocho de la noche y parte del vecindario estaba aún muy activo como de costumbre vecinos tomaban gaseosas otros platicaban. La noche sin duda alguna era muy alegre en el vecindario.

Como un sentimiento fugaz, nuestras miradas se cruzaron, Natasha llevaba una ropa deportiva, su cabello recogido en una cola de caballo esta vez no llevaba sus lentes, a pesar de la noche su apariencia es muy radiante, tímida y en cantadora. Nos acercamos muy despacio, evitando tropezar con una pequeña multitud de niños que corrían tras una pelota.

Sus labios a la luz de una pequeña lámpara denotaban una curva tan esplendorosa como un corazón dibujado por un enamorado. Lo sé. Soy un torpe cursi pero, rayos. ¿Por qué no puedo ignorar ese pensamiento estúpido?

Como un niño me quedo parado frente a ella, aun como un tonto sosteniendo una bolsa con pan y unas golosinas de la tienda. Por su parte Natasha llevaba en sus manos un pequeño pastel. Es cierto, jamás pregunte por su edad, supongo que debe ser de mi misma edad.

Pero allí viene nuevamente mi estúpido comentario tan infantil que debí quedarme callado.

— ¡Pero no es mi cumpleaños! rayos, rayos, ¿porque?




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