Nacimos, crecemos y seguimos creciendo, lloramos por una golosina, nos regañan por las calificaciones y al vez nos felicitan por una calificación alta, seguimos creciendo; nos salen granos en la cara y escogemos una moda en tendencia; emo, rockero, punkero, hippie… cual sea que se adapte a nosotros la escogemos y reímos de las demás tendencias. Seguimos creciendo, nos enamoramos, nos rompen el corazón, seguimos enamorándonos y al final llegamos a un punto en que todo tiene sentido y también en que todo no tiene sentido.
Al final de una larga espera de desilusiones en la vida nos hacemos al dolor, okey admito decir que es una frase típica de mi madre; el dolor es lo que nos hace sentir vivos y luchar por lo que estamos tristes ¿pero? También nos puede hacer débiles ante cualquier situación y llegar a tomar decisiones cobardes o tal vez valientes, sin embargo nadie lo sabe hasta que en el momento adecuado las tomamos. Una vez cuando tenía catorce años, conocí una niña muy bonita y mayor para mí, decía que la vida no tenía sentido y que por ello se marcaba sus brazos con una pequeña navaja, un día sin querer corto sus venas, recuerdo claramente como aquella chica se desvanecía en el portón de su casa, su madre gritaba desesperada y su padre con rostro pálido corría por el auto. Días después aquella chica volvió a casa, mostraba un rostro triste pero agradecida. Mi madre y mi padre me llevaron a su casa para darle una visita de buen vecino, las palabras de aquella niña llegaron a mi corazón “la vida es como un peldaño, procura pisar muy bien y vivirás adecuadamente así la vida sea difícil, pero si dudas un segundo podrás resbalar y jamás salvarte, ¿sabes? esta vez tuve suerte”.
Varios años más tarde, la chica se había casado con un joven muy agradable, lo último que supe es que tuvieron 3 hijos: gemelos y una hermosa niña que la nombraron Ámbar.
No sé para qué digo todo esto, tal vez a nadie le llegue a interesar, tal vez sea solo un loco encerrado en mi habitación mirando las cuatro paredes y el avanzar del día.
No he comido como se debe, me duele el estómago y a la vez tengo nauseas, soy un maric… que sucede en mí, no debería dolerme, es mas no debería importarme, es más debería olvidar todo y seguir con mi vida.
Me había hundido tanto en mi propia miseria, una falsa miseria que estaba creando en mi mente, debía levantarme y tomar una ducha, beber un buen café y encarar ¿un mal entendido?, tal vez solo lo malinterprete, tal vez ella estuvo siempre enamorada de ese chico y yo solo fui un metiche y arruine un momento feliz en su vida.
(…)
Mire mi reloj, era más del medio día así que tome un par de dólares, y me asegure de que todo estuviera en su lugar, por alguna razón me preocupaba los detalles de mi pequeño apartamento, era como un si de un momento a otro tuviera visitas. Saque esas ideas de mi cabeza y camine por aquel pasillo, quise golpear la puerta de Natasha, pero me acobarde, debía tener al menos una excusa para poder verla, así que mientras caminaba por el parque vi unos niños corriendo con unos ramos de flore; en una esquina de la calle principal hay una florería. ¿Sera buena idea?
La noche cayó como un velo mágico, cubriendo la ciudad, cubriendo las cicatrices de la ciudad y despertando las sombras de la oscuridad, me había pasado horas y horas sentado en una banqueta del parque sosteniendo el ramo un ramo de flores.
Hace un poco de frio y el silencio en todas partes me llena de sosiego el alma pero a la vez me llena de incertidumbre el estar en calma.
Mientras camino hacia mi apartamento, un bar se encontraba abierto. La música fuerte y el desfilar de mujeres y hombres, me despertó una curiosidad por entrar.
Había estado varias veces en aquel bar, pero siempre acompañado de conocidos o cuando trabaje por unos días como Bartender, salude a Matías quien custodiaba la entrada, era un tipo alto y gordo, imponía respeto en la entrada del bar. Quien lo conocía por primera vez diría que es un hombre sin sentimientos pero con el pasar del tiempo descubres que es un gran escritor de poesía y que ha vivido enamorado de la misma mujer por años y años.
Dentro del bar se vivía un ambiente diverso de entre enojos, llantos, felicidad o simplemente dejar volar las emociones se reflejaba en el rostro de muchas personas.
— Hola Sam como han ido las cosas por el bar pregunte a Sam el dueño del bar.
— Jo, a los años que nos visitas, te has ganado una cerveza sostenía en sus manos un jarro de cerveza y lo limpiaba con una franela. Lo hacía al estilo de las películas — las cosas han ido muy bien, ayer saque un pleitoso del bar a apunte golpes, luego me entere que era el hijo de un doctor, ¿crees que tenga problemas?
— Creo que deberías cerrar el bar e irte del país, escuche que son unos mafiosos achine mis ojos y respondí en son de susurros — vete a la china, nadie te buscara allí.