Alguna vez tuve un fiero pensamiento de las adversidades de la vida; de las personas que salen todos los días a trabajar a cuestas de los peligros. Sean quienes sean, siempre arriesgan sus vidas en el diario vivir. Policías, bomberos, paramédicos, médicos, profesores… todos ellos y muchas más personas.
Algunos toman decisiones equivocadas en sus vidas y los llevan a cometer los actos más atroces y al final terminan rogando de rodillas a su Dios que los perdonen. Pero que sucede con las personas que solo lo hacen por la codicia, por su bien sin importar quienes salgan heridos en medio de sus actos. Creo que al final terminan riendo a cargadas, sin alma, sin ser, sin nada en ellos.
(…)
Habían transcurrido casi una hora desde que vimos aquella noticia. No era la típica noticia donde el maleante sale victorioso, en esta historia fue al contrario. Un gran enfrentamiento se vivió en el centro. Dos de los atracadores habían muerto en medio de los disparos, uno de ellos se entregó voluntariamente sin embargo dos de los más peligros y posiblemente uno de ellos herido. Los dos huyeron. La policía los buscaba por cielo y tierra.
Parte del centro se hallaba acordonado y era difícil tomar el metro para cruzar la ciudad. Natasha tenía la mirada perdida y buscaba una manera de llegar hasta la estación del metro. Camínanos alrededor de diez cuadras hasta poder tomar un taxi. Fuimos hasta el edificio donde vivíamos pero nuestra sorpresa fue hallar a su madre sentada en la acera. Su cabello se encontraba desordenado y tenía su rostro cubierto en lágrimas. No quería imaginar algo trágico pero mis pensamientos me traicionaban en cada paso.
En una de sus manos tenía un pequeño diario.
— Crees que soy solo una estúpida cegada por los celos enfermos, como fue todo esto posible, como llegue a lastimarte tanto y al final seguir queriéndome, y anhelando solo mi felicidad a cuestas de la tuya ¿porque no fui capaz de creerte?, ¿porque ahora siento tanta rabia hacia mí misma?, perdiendo a la más dulce luz de mi vida, el fruto de mi amor. Soy una bazofia en la vida de mi más preciado cariño. ¡Mi hija, mi única hija!
Natasha hecho a correr a los brazos de su madre, su llanto era incontrolable, madre e hija lloraban como si el fin hubiese llegado. Yo camine hasta una pequeña farmacia y compre unas toallitas y se las lleve, al verme regresar ambas sonrieron y yo sin duda alguna me avergoncé, lo sé, no soy muy bueno cuando los sentimientos afloran a mi alrededor.
Platicaron por varios minutos, ambas contándose anécdotas y también por qué Nath llevaba un par de vendas en sus muñecas, ella se negó a darle tal noticia en ese momento pero que hallaría el día indicado.
— Sé que hice mal hija. El día que te marchabas de casa de entre tus cosas tome tu diario. Pero no lo leí por temor y es hoy cuando me arme de valor y entendí todo el dolor y el resentimiento que guardaste por mucho tiempo. El amor por un hombre me hizo ser ciega ante la verdad.
Hace un tiempo atrás Nath me conto que su diario desapareció el día que ella se mudó de su casa hacia el edificio. Me conto que en él había escrito gran parte de su niñez y que deseaba que se haya destruido pero ahora que sabemos la verdad, su madre leyó todo o bueno eso interprete.
— Mamá creo que no deberías regresar a casa, porque ese hombre… fue interrumpida con un dedo en sus labios.
— Lo sé, esa basura de hombre me oculto muchas cosas, muchas sobre su adicción a mi hija y al atraco de hoy. Lo denuncie ante las autoridades, pero no he sabido nada desde la mañana comento su madre.
— ¿Mamá quiere decir que no sabes que sucedió en el centro? pregunto Nath
— No hija, ¿qué sucedió?
— El banco fue asaltado esta mañana, en las grabaciones de las cámaras de vigilancia se ve su esposo respondí con timidez
Aquello que dije fue como un balde de agua fría. Lleve a Nath y su madre hasta mi apartamento y les prepare té hasta que supiéramos de alguna noticia.
En mi pequeña sala se encontraba Nath y su madre, aquella no dejaba de mirarme y hacia preguntas de donde la conocí y que tiempo llevo siendo su novio. Tales preguntas me dejaban nervioso y sin respuestas Nath sonreía y se ponía cada vez más sonrojada pero entre nuestras risas llego una noticia del asalto.
Al parecer el hombre herido no era su padrastro, pero este hombre herido había llegado a un centro médico por sus propios medios aquel estaba muy grave y lo custodiaban varios policías.
La noche cayó sin más noticias. Nath y su madre se marcharon a su apartamento. Nath no dejaría que su madre se marchara a su casa por temor a su padrastro.