La Montaña de los Tengu

Capítulo 3.- El Protector del Templo

Caminaba alrededor del salón pensativo, este ya no se encontraba envuelto en oscuridad, el sol comenzaba a salir, poco a poco alcanzaba a desvelar los detalles del rostro del hombre, su largo pico rojo y su mirada asesina dejaban de ser tan intimidantes al notar que solo se trataba de una máscara.

—Supongo que tú eres una de esas criaturas a las que les llaman mujer —Dijo el Tengu de alas negras de forma despectiva.

Quedé petrificada, no salía palabra alguna de mi boca; el terror que tenía me sobrepasaba y no llegaba a comprender lo que estaba sucediendo, el Tengu se molestó por mi falta de respuesta.

—Las mujeres son seres sucios, indignos y también estúpidos por lo que veo — Dijo saliendo de la habitación.

Sentía como si mi corazón fuese a salirse de mi pecho, permanecí en el suelo tratando de entender que es lo que acababa de ocurrir; al percatarme de que no regresaba decidí levantarme e irme de ahí, los saqueadores yacían muertos al lado de mí, no podía quedarme en la misma habitación que ellos, solamente me hacían sentir más miedo 

«Es mi oportunidad de regresar al pueblo y buscar sobrevivientes» Pensé.

Abrí la puerta para verificar que el Tengu no se encontrara cerca — Tal vez en un segundo encuentro él ya no sea tan misericordioso— Susurré.  El templo se encontraba oscuro pero vacío, corrí hasta la puerta esperando escapar de ahí con vida.

  — ¿Te vas sin siquiera decir gracias? —Dijo el Tengu, parado en un rincón oscuro del templo — Ciertamente los seres como tu son estúpidos y unos ingratos.

«¡Mi última oportunidad de salir ilesa de aquí se fue!»

El Tengu se acercó lentamente a mí en la oscuridad y extendió algo que sostenía en su mano.

— ¡Por favor señor Tengu, no me mate! — Le dije mientras me arrodillaba en el suelo pidiéndole misericordia — Le prometo que jamás volveré a tocar sus tierras con mis indignos pies, por favor tenga piedad de mí, y permítame volver con mis padres.

Un río de lágrimas comenzó a salir de mi rostro.

Se burló de mi a carcajadas — Ya es demasiado tarde para rogar por tu vida criatura ridícula, te atreviste a subir a mi montaña y de aquí no bajaras jamás.

Me puse de pie inmediatamente, y comencé a llorar con más fuerza — Tenga piedad por mi vida, yo no he hecho nada malo.

 —Primeramente, eres un humano y si eso no te hace lo suficientemente indigna y repulsiva, también eres una mujer — Dijo con desprecio — Las mujeres sin importar si son humanas, Yokai o deidades tienen prohibido subir a la montaña.

  — ¿Por qué?  —Pregunté con temor

   — Porque son criaturas mentirosas, que van por ahí engañando a todo aquel con quien se cruzan.  

   — Yo sería incapaz de engañarlo, Tengu-sama  — El terror se apoderaba de mi cuerpo al punto de que mis palabras se comenzaban a atorar en mi boca, me ahogue del llanto y tuve que detenerme a tomar aire unos segundos.

    — Todas las mujeres son así, está en su naturaleza ser así, todas son unas tramposas — Soltó con aún más desprecio — Si tengo piedad de tu vida y te dejo ir esparcirás el rumor de que los Tengu no somos tan despiadados como se sabía y la sucia gente comenzará a subir a la montaña, profanando así mi preciado templo, es un riesgo que no puedo correr.

 — Le aseguro que no sería capaz de mentir en una situación como esta, le prometo Tengu-sama que no le diré a nadie acerca de que perdonó mi vida, ni siquiera mencionaré que subí la montaña, se lo juro por mi vida.

El Tengu me miró por unos segundos y se acercó más a mí, retrocedí todo lo que pude hasta toparme a espaldas con la pared, mi oportunidad de huir se desvanecía frente a mí a medida que el Tengu se acercaba con su fría mirada asesina, alzó su brazo lentamente «Ahora si va a matarme» Pensé aterrada, cerré mis ojos con fuerza esperando el impacto que acabaría con mi vida, pero nada llegó.

Al abrir los ojos pude ver que él no sostenía una espada ni nada similar, él sostenía una lampara.

   — ¿Por qué no te mueves?    — Me preguntó el Tengu — ¿Qué acaso crees que te mataré dentro del templo?  — Comenzó a reír fuertemente— Maté a esos dos ahí dentro, eso ya es suficiente sangre por limpiar no necesito más, además que al ser una mujer tu sangre es como veneno para mí y eso contaminaría mi templo.

Nada salió de mi boca.

  El Tengu encendió su lampara en silencio, suspiró levemente y continuó hablando — Tendré que sacarte para hacerlo, es más, no quiero que tu sucia sangre manche mi montaña así que tendrás que bajarla para matarte en suelo no sagrado.

 El Tengu abrió la puerta, y jaló mi brazo para que lo siguiera; caminamos montaña abajo mientras comenzaba la primera nevada de la temporada.

  — ¿Puedo hacerle una pregunta, Tengu-sama?

  — ¿Qué quieres?  — Gruñó molesto.

  — ¿Usted es el único Tengu en la montaña? 

Se mantuvo unos segundos en silencio — ¿Por qué quieres saber eso? — Dijo aún más molesto, y tirando más fuerte de mi brazo.

  — Es que dijo cosas como "mi montaña" y "mi templo" y tenía la duda de si habían más Tengus aquí o todo lo de aquí es solo suyo.

 — Obviamente todo en esta montaña es mío —Contestó haciendo una pausa — Pero si, en está montaña vive toda una aldea de Tengus.

Tenía muchas preguntas más y si iba a morir ya, tenía que contestar a todas ellas o no descansaría en paz — Tengu-sama ¿es el líder de todos ellos? — Me detuve insegura de lo que iba a preguntar — ¿El rey Tengu?

  — ¡Claro que no! — Contestó el Tengu soltando mi brazo, y posicionándose frente a mi — No blasfemes en mi montaña, no hay otro rey más aquí, que el rey Tengu Sōjōbō.

«Mi pregunta pareció molestarle más que las anteriores, ese rey Tengu debe ser muy importante para ellos»

El Tengu guardó silencio.

  — Es por eso que te tengo que sacar de aquí, sí el rey se entera de que una mujer subió la montaña — Volvió a guardar silencio.




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