La Montaña de los Tengu

Capítulo 4.-Nevada al Pie de la Montaña

La blanca nieve caía suavemente en medio del bosque, mezclándose con las cenizas que flotaban alrededor.

Él permaneció detrás de mí, mientras yo lloraba sin consuelo.

—¿Ya terminaste de llorar? —Preguntó.

—Tienes que matarme, ten piedad —Le rogué al Tengu para que acabará con mi vida.

—¿De verdad quieres eso?

—Ahora mismo, lo deseo más que nada — Permanecí con la cabeza baja, observando las cenizas entre mis dedos.

—No es verdad —Dijo el Tengu con seriedad —Peleaste por tu vida contra esos viles saqueadores, tuviste la suficiente valentía para subir la montaña y lograste huir de uno de los seres más despreciados y temidos que puedan existir, tú no deseas morir en verdad que no es así.

Me mantuve en silencio por un momento, solamente buscaba un poco de paz y consuelo, mi garganta ardía, y cada respiro era doloroso debido a la gran cantidad de humo alrededor.

  — Ya lo pensé bien, Tengu — Hablé con seguridad — ¡Hazlo! lo deseé o no, igual terminaras haciendo tú trabajo, solo hazlo no te cuestiones más.

  El Tengu soltó un largo suspiro y gruñó molesto— Te confieso que mi trabajo solo es limpiar el templo, no matar intrusos.

Me levante de inmediato ante tal inesperada confesión, y lo mire frente a frente.

  — ¿Entonces, por qué razón mataste a esos hombres y amenazaste con acabar con mi vida? — Pregunté intrigada.

  — Simplemente me divierte hacerlo — Se encogió de hombros y me dio una rápida mirada a través de su mascara.

Su respuesta me dejó desconcertada — Acaba con mi vida, es lo único que te pido— sin embargo, no cambio mi petición «Este Tengu me puede ayudar a encontrar paz, y darme muerte» Pensé.

—Te pediré que ya no insistas al respecto, que no lo haré.

No podía creer que alguien que mataba por diversión, se negara a matarme a mi — ¿Por qué a ellos sí y a mí no?  — Pregunté molesta — ¿acaso es porque soy mujer? ¿tan indigna soy que no merezco ser asesinada por ti?

  — Claramente es por eso — Contestó el Tengu fríamente.

Quedé sorprendida ante sus palabras —¿Qué debo hacer Tengu, para ser digna?

—Nada, no importa cuánto pidas morir, yo no complaceré una petición tan sumamente indignante como esa.

  — ¡Mi familia ha muerto, mi pueblo está completamente destruido, no tengo a donde ir, me encuentro completamente sola! —Ya no podía guardar el dolor en mi corazón, necesitaba gritar con todas mis fuerzas —¡la muerte es lo único que me queda!

El Tengu miró al suelo durante un largo rato, la nieve caía sobre nosotros y el silencio espectral del bosque aturdía con fuerza mis sentidos.

 —Ven conmigo —Dijo apenas audible.

  —¿Me estas proponiendo subir nuevamente la montaña?  — Mi sorpresa era evidente, no entendía el porque me invitaba a su sagrada montaña, siendo yo una indigna mujer, solo corrompería su estilo de vida tal como él me había dado a entender anteriormente — ¿cómo es que puedo subir de nuevo? sigo siendo una mujer, creí que no podían subir mujeres. 

  — Pueden subir, solamente tienen que esconderse del rey Sōjōbō — Dijo el Tengu susurrando — No tiene por qué enterarse nadie de que te encuentras ahí. 

¿Subir a la montaña de los Tengu a escondidas? ¿eso no es una condena de muerte? ¿por qué el rey Tengu no quiere mujeres ahí, será que la leyenda del rey es real? muchas preguntas rondaban por mi cabeza, y el Tengu no me explicaba nada más al respecto.

  — ¿Qué haremos para que no me descubra?  —Dije por fin — ¿Cuánto tiempo me quedaría?

  — Te esconderé, el rey nunca se aleja de la aldea, y es poco habitual cuando alguien más baja al templo.

—Entonces está bien, llévame contigo, pero por favor si te vuelvo a pedir mi muerte, promete que me escucharas.

—Intenta pasar un tiempo de duelo, si después de eso continúas sintiéndote miserable, entonces te mataré sin dudarlo, es una promesa.

—Hagamos un pacto, algo que simbolice la promesa, para que esta sea cumplida— Dije con solemnidad caminando hacia él.

—No, los Tengu nunca rompen sus promesas, es algo imposible para nosotros, ahora, volvamos ya, no puedo dejar el templo solo por tanto tiempo.

—Necesito que esa promesa sea tomada enserio, temo que tu palabra no sea suficiente.

El Tengu observó el bosque con rapidez hasta que su mirada se detuvo en mí, se acercó apresurado— Pretenderé no haberme ofendido por tu desconfianza en mi palabra y tomaré esto como muestra de que los Tengu no mentimos ni faltamos a nuestras promesas — Extendió sus alas negras y arranco una pluma de ellas — Las plumas de Tengu son vendidas a un precio irreal, me parece una estupidez ya que solamente se trata de una pluma común sin embargo los humanos les atribuyen poderes sanadores ¿quién sabe? tal vez si sea así, nosotros tenemos prohibido vender nuestras propias plumas, eso alimentaria el deseo de los humanos por poseerlas, vendrían en manadas a cazarnos, así que guárdala bien — Mirándome a los ojos puso la pluma en mis manos — Cuídala con tu vida.

—¿Qué se supone que haga con esto? — Pregunté impaciente.

Soltando otro largo suspiro negó con la cabeza — Una pluma negra de Tengu es muy valiosa, te hará muy rica ¿no lo entiendes? solo tienes el permiso de venderla si yo llegase a incumplir mi promesa, cosa que no pasará.

Confundida asentí.

El Tengu guardó sus alas y se dio la vuelta — Es hora de irnos.

Subiendo la montaña de regreso, no dejaba de pensar en que era una mala idea, sin embargo, no tenía nada más que perder. 

   —Tengu ¿cuál es tu nombre? —Pregunte de camino al templo —Tengo que saber el nombre del hombre que me ha salvado la vida, y ahora me ofrece un techo donde descansar.

  — Mi nombre es Kurama, tal como está montaña.

—Es un lindo nombre, Kurama, mi nombre es Yuriko — Dije intentando sonreír, al alzar mi mirada quede maravillada, el sol ya había alcanzado a iluminar cada rincón de la montaña, ahora podía ver el templo en todo su esplendor, rodeado de un gran lago se encontraba el templo del monte Kurama, se extendía hacia arriba en tres pisos, con detalles en rojo y blanco y techos verdes que resaltaban más su presencia en medio del lugar, los árboles morados y amarillos que rodeaban el templo daban color a la montaña, mis ojos nunca habían visto tal belleza. 




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