Bajamos juntos la montaña una vez más, el trayecto era largo y el terreno escarpado — Está comenzando a oscurecer, pronto no seremos capaces de ver el camino —Al decir eso Kurama me miró y sonrió, partió con facilidad la rama de un árbol y juntando sus cinco dedos creó fuego de la nada.
—¿Ahora puedes ver con tus propios ojos por qué no somos iguales? — Preguntó burlesco y orgulloso de si mismo— No hace falta que admitas nuestras diferencias en voz alta, me basta con que no vuelvas a sugerir que nos parecemos en algo, por más mínimo que esto sea.
— Para ser una creatura de tan fuerte exterior, tienes unos sentimientos bastante sensibles.
El Tengu se detuvo de inmediato y giró a verme molesto —¿A qué te refieres con eso, acaso te estás burlando de mí?
—Mis palabras te hirieron aun cuando esa no haya sido mi intención, eso me dice que te ofendes con facilidad, no quiero hacerte enojar, pero es la verdad, creo que eso nos hace aún más diferentes ¿una diferencia más entre nosotros no es motivo de tu alegría?
Kurama se veía claramente confundido — No me gustan esas bromas tuyas, basta con eso.
—Lo siento Kurama-san, no estaba bromeando — Creo que he perdido el miedo que solía tenerle.
—Has perdido todo el respeto que me tenías, necesito que vuelvas a hablarme con respeto, no toleraré que me hables como tu igual.
«¿Acaso una de sus tantas habilidades es escuchar mis pensamientos?» Pensé temerosa.
—No pienso volver a usar el sama contigo, me temo que es demasiado formal para usarlo a diario, además no considero que sea necesario usarlo contigo.
Kurama giró los ojos molestos — Haz lo que quieras, ya no importa.
El malhumorado Tengu continuó su camino sin decir otra palabra, se encontraba bastante indignado para hablar, absorta en mis pensamientos comencé a temer por lo que encontraría en ese lugar, la idea de encontrar los huesos de mi familia y mis amigos me hacía temblar del terror, tal vez no fue tan buena idea bajar de la montaña; Mi estomago comenzaba a doler, podía sentir como mi corazón se comprimía.
Al llegar al lugar donde solía estar mi hogar busqué con desesperación algo que pudiera sepultar, algo que me sirviera para enterrar el dolor que sentía en mi corazón.
—Tal vez no fue una buena idea — Dijo Kurama viendo como revolvía los escombros de lo que solía ser una cabaña — Mírate, estas sucia, cubierta de hojas secas y barro, los humanos siempre son tan...
—¿Tan qué Kurama? — Lo interrumpí irritada — ¡ya me quedó claro que los Tengu son superiores a los humanos, y aún más que las mujeres humanas son lo más bajo que hay, por favor controla tu cambiante humor y permíteme sepultar mi duelo en paz de una maldita vez! — El me miró sorprendido, temí por mi vida, había olvidado lo peligrosos que podían ser estos seres — Perdón, no volveré a alzarle la voz Kurama-san — Sin decir una palabra más, enterró la rama encendida en el suelo y se alejó, lo vi perderse en la oscuridad.
Después de un rato hurgando entre los escombros encontré el arco con el que mi padre cazaba, más bien lo que quedaba de este — Supongo que esto será suficiente — Me dije mirando al rededor, la oscuridad no me permitía ver más allá de lo que tenía enfrente, sin embargo, sabía que ahí no había nada, ya no — ¿qué estoy haciendo? sepultar en el suelo el arco de mi padre no hará que el dolor disminuya.
Abrumada por la realidad me levanté, tomé la antorcha que Kurama encendió y con el arco en mis manos corrí hacia el río Kesshō , no perdería más tiempo lamentándome, ni ensuciaría mis manos con tierra haciendo algo que no me ayudaría, estaba decidida a lanzar el arco al río; Los recuerdos que viví junto a mis padres comenzaron a plagar mi mente, recordaba claramente la primera vez que caí de un árbol y mi madre sanó mis heridas con mucho amor, y cuando mi padre me enseñó a usar el arco que ahora sostengo, esos recuerdos no se irán no importa cuánto intentara sepultarlos.
—¡Necesito cerrar estas heridas que dejaron en mi corazón! — Exclamé con desesperación antes de arrojar el viejo arco de mi padre al río.
—Pensaba que todos lo humanos de esta aldea habían sido asesinados.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, me había alejado demasiado de Kurama sin siquiera avisarle, ahora me encontraba sola e indefensa.
—¿Qué es lo que arrojaste al río? no debes ensuciar el agua que otros seres consumen ¿no sabias eso? puedes enfermarlos — Dijo el desconocido de cabello blanco que se encontraba parado frente a mí.
No puedo ser prejuiciosa con las personas que no conozco, puedo llevarme una gran sorpresa como con Kurama, sin embargo, no puedo confiarme, no si me encuentro sola.
—¿Quién eres tú? — Pregunté temblando del miedo.
—Soy Ayari, protector del río Kesshō.
—¿Eres un dios? — Comenzaba a sentirme segura a su lado.
— Me gustaría serlo, pero no lo soy — Dijo con pesar.
No era capaz de ver el rostro completo de Ayari, el fuego comenzaba a extinguirse así que solo su cabello y ojos eran visibles — ¿Podrías acercarte un poco más para que pueda ver con claridad tu rostro?
—¿Por qué quieres verme? parecías ocupada, sigue con lo tuyo y sal pronto del bosque, ha corrido el rumor de que los humanos dejaron ya estas tierras, pronto comenzarán a llegar espíritus, Yokais y otros seres con los que no quieres toparte, quizá por ahí ya haya algunos, estoy seguro de que hace dos noches vi a un Oni, no quieres toparte con un Oni, nadie quiere toparse con un Oni.
—No le temo a los Yokais.
—Deberías hacerlo — Ayari alzó su mirada y señaló con su mano — Esa montaña que está detrás de ti es cuna de los más terribles seres, mi río nace en ella y aun así no me atrevo a subir allá sin pedir antes permiso, los visitantes no son bienvenidos en ese lugar, ellos odian a todos, principalmente a las mujeres, corres riesgo estando tan cerca de la montaña.