Si bien tuve la valentía de despedir a Sabrina con un beso y una sonrisa, después de verla desaparecer tras un gentío y ver despegar su avión, me invadió un vacío en el pecho que me hizo llorar de frustración y un gran dolor emocional.
Fue difícil afrontar esa situación estando solo, y lo que más ansiaba era llegar a casa para encerrarme en mi habitación como única manera de desahogar el dolor que se apoderó de todo mi cuerpo.
Por suerte, papá y mamá, quienes sabían de mi situación con Sabrina, me sorprendieron en la salida del aeropuerto junto a Eva. Los tres estaban preparados para recibirme, mostrando en su semblante la preocupación de saber que la tristeza me había ganado la partida.
Admito que fue reconfortante romper a llorar sobre el pecho de papá mientras mamá y Eva me consolaban, pero ni con eso pude persuadir ese vacío que no se pudo llenar durante semanas.
—La vida no nos prepara para momentos como estos, hijo —dijo papá—, pero tienes la suerte de poder desahogar todo tu dolor con nosotros. Así que no te contengas.
Por alguna razón, dejé de llorar y empecé a sentirme ligeramente aliviado, pues comprendí de inmediato lo que papá quiso decir, aunque no logré persuadir todo el dolor emocional y el vacío en mi pecho.
—No hay razón para reprocharle esto a la vida, ¿verdad? —pregunté con voz entrecortada, al cabo de unos minutos.
Mamá tomó el puesto de papá y me dio un cálido abrazo. Luego limpió mis lágrimas con ternura y me besó en la frente. En su mirada, se notaba el dolor de ver a un hijo llorar, aunque demostró fuerza para no dejar salir una sola lágrima de sus hermosos ojos.
—Así es, cariño —dijo mamá—. La vida siempre está llena de buenos y malos momentos, y así como se nos olvida dar gracias cuando estamos bien, sería correcto no reprochar nada ante las adversidades inevitables.
—Después de todo, la vida es una montaña rusa, siempre hay subidas y bajadas extremas —dijo Eva, cuya analogía asombró a papá y mamá.
—Qué buena analogía —dijo papá, orgulloso.
—Como siempre, certera con tus palabras —continuó mamá, también orgullosa.
Eva se ruborizó cuando centraron su atención en ella, y por alguna razón, un pequeño brote de felicidad emergió dentro de mí.
—Es por eso que es la mejor hermana del mundo —musité.
Fue reconfortante contar con mi familia en un momento tan difícil.
No fue sencillo afrontar la pérdida de mi primer amor y la chica más hermosa que había conocido hasta entonces. Aquella muchacha con quien tuve la dicha de experimentar muchas primeras veces que marcaron para siempre mi vida.
—¿Qué quieres hacer, Paúl? —preguntó papá con amabilidad, tratando de consolarme.
—Solo quiero ir a casa —respondí.
—¿Qué les parece si vamos a comer pizza? —sugirió mamá, con claras intenciones de animarme.
—¡Excelente idea, cariño! —respondió papá.
Pude haberme opuesto a la idea, pero no quise que sus esfuerzos de animarme pasasen desapercibidos, por lo que, a fin de cuentas, fuimos a una pizzería cercana.
♦♦♦
Con el paso de los meses, el vacío que me causó la partida de Sabrina se fue llenando con la compañía de Manuel en el gimnasio y de Eva en casa, que con frecuencia me invitaba al río de aguas cristalinas en el bosque de pinos y a nuestro lugar secreto en la montaña.
Ambos fueron de vital importancia en mi recuperación emocional, sobre todo Eva, con quien empecé a descubrir, gracias a las laptops que nos obsequió papá, la moda de las redes sociales.
Eva y yo nos abrimos una cuenta en Facebook y nos añadimos como amigos mutuamente.
En ese entonces, como no teníamos muchos amigos, nuestra lista de amistades la conformaban Manuel, mis hermanos, algunos compañeros de clases y poca gente al azar que nos empezó a enviar solicitudes de amistad.
Por lo general, solo compartíamos videos graciosos o mitos urbanos que se popularizaron entonces. También fuimos inmaduros con las cadenas de mensajes con amenazas paranormales en caso de no compartirla con diez personas, por lo que muy poco nos aburrimos.
Supongo que, gracias a nuestra incursión en las redes sociales, pude persuadir mi tristeza, y además descubrir a otros usuarios con creciente fama que se dedicaban a grabar videoblogs.
Fue fácil dejarme llevar por la idea de crear mis propios videoblogs, e incluso alenté a Eva para que crease un canal en YouTube y publicase interpretaciones de músicas famosas; tenía la certeza de que ganaría más reconocimiento de esa manera.
En mi caso, me dediqué a grabar videos graciosos basados en la cotidianidad que yo conocía, lo cual fue una idea acertada por la forma repentina en que mi canal en YouTube y mis páginas en redes sociales empezaron a ganar seguidores.
Eva, por su parte, grabó varias interpretaciones de sus canciones favoritas y, gracias a su increíble talento, obtuvo un mayor alcance en comparación conmigo. Para ello, mucho tuvo que ver el apoyo de Manuel, que en su enamoramiento convenció a sus amigos para que compartiesen en sus redes sociales todos sus videos.
A fin de cuentas, entre los videos que subíamos y los concursos de canto en los que Eva empezó a participar cada cierto tiempo, ganó más reconocimiento y llamó la atención de personas influyentes en la ciudad y colegas que la invitaban a presentaciones espontáneas que se hacían los fines de semana en la plaza central.
Eva nunca tuvo como prioridad alcanzar la fama.
Fue una de las pocas cosas en las que tuvimos discrepancia, pues por el camino que estaba recorriendo, era imposible que no lograse tal hazaña. De hecho, era reconocida fuera de la ciudad, ya que sus seguidores de otros estados le pedían que hiciese una presentación en esos lugares.
Esto me permitió llegar a una conclusión osada, por lo que fui bastante terco cuando me propuse, como meta personal, lograr que Eva lograse un éxito internacional en tiempo récord.
A ella no le agradó mi idea cuando se la comenté, aunque tampoco me impidió seguir adelante debido a lo infantil que era, ya que mi objetivo fue contactar a artistas famosos mediante mensajes privados en redes sociales para que apoyasen a Eva con una promoción.