Tal como dijo, Cata se presentó en su habitación de hotel al cabo de una hora, dejando a Eva boquiabierta y a mí emocionado por verla en persona.
Al principio se sintió raro tener a alguien famoso frente a mí, tanto que me costó hablarle durante los minutos en que se dedicó a su breve descanso, pues alegó que tenía que asistir a una fiesta en su honor por parte de los organizadores del concierto.
—Paúl y Eva Fernández… Es un verdadero placer conocerlos —dijo Cata, conforme se servía un poco de vino.
—El placer es todo nuestro —dije impresionado.
Eva seguía perpleja.
—Eva, ¿no te vas a presentar? —le pregunté en voz baja.
—Ah, sí, disculpe mi mala educación, señorita Florencia. Mi nombre es Eva Fernández y es un honor conocerla. Soy fanática de sus canciones y admiré su puesta en escena el día de hoy… Me dejó sin palabras.
Era evidente que Eva estaba emocionada y nerviosa, pero supo mantener la compostura a la hora de expresarse.
—Aprecio tus palabras —respondió Cata, antes de dar un sorbo a su vino.
—Disculpa, pero, ¿dijiste que tenías que ir a una fiesta? —le pregunté a Cata.
—Sí, es aquí mismo en el hotel, el promotor del concierto se encargó de eso, así que solo debo estar presente unos minutos y dar un discurso de agradecimiento. Al principio no quería ir, pero luego recordé a tu hermana y pensé que no sería mala idea que conociese gente importante en este ámbito. Como sabrán, algo fundamental en el medio artístico es saber hacer contactos con gente influyente —dijo.
—¿Habla en serio? —preguntó Eva.
—Sí. Además, me gustaría pedirte que impresiones a todos con tu talento esta noche. Tienes una voz preciosa —respondió Cata.
—¿Eh? —fue lo único que Eva pudo expresar.
Eva se mostró impresionada de nuevo, aunque también confundida; me causó gracia la cara de tonta que puso. Luego, me miró con persistente confusión, como si estuviese buscando una explicación.
—Sorpresa —dije con un dejo de nerviosismo.
Cata no pudo evitar reír con mi respuesta, mientras que Eva seguía perpleja ante el hecho de que una artista famosa reconociese su talento.
—Claro está que, si no te sientes lista para una presentación, no estás obligada a hacerlo —dijo Cata con intención de calmar los nervios evidentes de Eva.
—Eva, ¿estás dispuesta a dar una pequeña presentación? —pregunté.
Eva no respondió al instante, sino que mantuvo silencio durante unos segundos mientras hacía un ejercicio de respiración.
—Me gustaría presentarme y rendir homenaje a Cata Florencia, pero no traje mi guitarra —respondió finalmente.
—Eso no será problema, te prestaré una de las mías —dijo Cata con un dejo de emoción.
Eva agradeció la consideración de nuestra anfitriona y, conforme empezaba a recuperar la calma, encontró las palabras para expresar, como supuse que ella quería, lo mucho que admiraba a Cata y su música.
♦♦♦
Minutos después, durante la fiesta, donde, más allá de pasarla genial con un círculo pequeño de personas bastante animadas y conversadoras, Eva tuvo la oportunidad de demostrar su talento a petición de Cata.
Los presentes estuvieron impresionados con la voz de Eva y su talento para tocar la guitarra. Era evidente que no esperaban eso de una chica desconocida que apareció de la nada y que solo se atrevieron a escucharla a petición de Cata, que también quedó impresionada.
Entre los invitados, uno de los que más se emocionó por el hecho de reconocer el potencial de Eva fue el señor Klauss Leclert. Se trataba del dueño del Palacio de Eventos y quien se encargó de organizar el concierto de Cata.
Era una de las personas más importantes en Ciudad del Valle, y en pocas palabras, el mayor patrocinador y organizador de todos los espectáculos de gran magnitud que se habían llevado a cabo en la ciudad.
Debido a ello, no me agradó del todo que el señor Leclert se interesase tanto en Eva, pues, a diferencia de Cata, este la veía como un producto que lo enriquecería más de lo que era en caso de invertir en ella.
—¿Los jóvenes disfrutan la fiesta? —nos preguntó el señor Leclert, minutos después de que Eva terminase su presentación.
Eva y yo, que nos habíamos cohibido de comer y tomar gaseosas, disfrutábamos una pizza y una gaseosa de naranja que Cata nos dio. Por eso, nos tomó desprevenidos que el señor Leclert se nos acercase; apenas asentimos a su pregunta.
—Supongo que, siendo tan joven, todavía no cuentas con un representante, ¿cierto, señorita? —le preguntó el señor Leclert a Eva.
—Disculpe que intervenga yo, señor, pero Eva es mi hermana y yo soy su representante —respondí con seriedad.
Eva solo asintió y mantuvo su compostura, mientras que el señor Leclert me miró con desdén.
—No tenía idea de que eran hermanos, ya que no se parecen, y pensé que solo eras un…
—Señor Leclert, tengo la impresión de que está molestando a mis invitados de honor. Apreciaría que, por favor, los deje disfrutar de la fiesta —intervino Cata.
El señor Leclert no dijo nada y se dio la vuelta.
Eso me dio a entender, junto a su prepotencia, que era una persona que se creía más que los demás y se molestaba cuando no obtenía lo que quería.
—Discúlpenme, no me percaté de que ese viejo los increpaba. Siendo honesta, no quería asociarme con él, pero es el dueño del Palacio de Eventos, así que no tuve alternativas —dijo Cata.
—No te preocupes, fue fácil deducir sus intenciones. Así que me mantuve a la defensiva —respondí con orgullo.
—Es cierto. Además, no creo que valga la pena contar con su apoyo. Es evidente que lo consume la avaricia —alegó Eva.
—Bueno, Eva, esto que te diré es un poco desalentador, ya que si quieres tener éxito en el medio artístico, debes contar con el apoyo de gente como el señor Leclert —replicó Cata.
Eva y yo no replicamos a sus palabras, ya que si Cata lo decía, era porque tenía experiencia en ello.