Paúl. Sí, comprendo que ha pasado poco tiempo desde la última vez que nos vimos, pero es que el avance de Eva ha sido brutal… Hoy en día la noto más inspirada que nunca, y aunque no sé nada sobre componer música o escribir canciones, te aseguro que ya está a nivel de realizar sus primeras producciones.
Habían pasado unos meses desde que conocimos a Cata, y durante todo ese tiempo, Eva se había dedicado de lleno a la escritura de sus propias canciones y a componer la música de las mismas.
De hecho, habría podido llevar a cabo sus propias producciones musicales si se lo hubiese propuesto, ya que, con los ingresos de sus videos en redes sociales, podía ir a un estudio de grabación y dar los primeros pasos hacia la realización de su sueño. Sin embargo, el nerviosismo y la inseguridad, además de la falta de experiencia, impidieron que se arriesgase, por lo que decidió postergar tal idea cuando la insinué.
Cata. Entiendo tu entusiasmo y que la apoyes de tal manera, Paúl, pero no es tan fácil como crees. Mira, yo con gusto podría asesorarla y ser una especie de tutora para Eva, e incluso promocionar sus producciones musicales. Sin embargo, en este momento me encuentro en plena gira internacional. Así que me gustaría pedirte que tengas un poco de paciencia, ¿de acuerdo?
Paúl. Está bien, y lamento escribirte solo para decirte esto. Es que estoy emocionado.
Cata. Sé cómo te sientes, pero pon en práctica la paciencia y deja que Eva siga sacando provecho de su inspiración.
Paúl. Eso haré, y muchas gracias por tu tiempo, Cata. Aprecio mucho tu amabilidad y comprensión.
Cata. Es un placer para mí. Yo también tengo la esperanza de ver a Eva triunfando con su música.
Paúl. Espero que así suceda… Ah, por cierto, cambiando de tema, se acerca el 2 de febrero y ese día, Eva cumple veintiún años. No sé si por esas fechas habrás terminado tu gira, y en caso de que sí, me gustaría invitarte a su cumpleaños.
Cata. Bueno, tomando en cuenta que mis compromisos terminan el 20 de enero, puede que considere presentarme en su cumpleaños, aunque no prometo nada.
Paúl. Entiendo perfectamente, aunque en caso de que puedas venir, me avisas con tiempo. Sería una gran y grata sorpresa que estuvieses presente ese día.
Cata. Cuenta con ello… Se nota que amas a tu hermana, Paúl. Eres un chico encantador y te admiro por ese y otros aspectos. Bueno, ya tengo que despedirme. Cuídate y ten un bonito día.
Paúl. Igualmente. Hasta luego y gracias por compartir parte de tu tiempo conmigo, adoro hablar contigo y aprecio que también lo hagas con Eva.
Cata. Para mí, es un placer hacerlo… Por cierto, me encantó tu último video. Tienes un talento increíble para hacer comedia. Ojalá eso te dé frutos algún día.
Paúl. Gracias, aprecio que lo menciones.
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Unos meses más transcurrieron y llegó el cumpleaños número veintiuno de Eva, un día común para ella, pero no para nosotros, en especial para mamá, que la veía como a la hija que siempre quiso tener.
De hecho, su relación era exactamente la de madre e hija, incluso cuando discutían o estaban en desacuerdo.
Días antes del 2 de febrero, Cata confirmó que estaría en Ciudad del Valle durante una semana, e incluso nos pidió que le mostrásemos los lugares más lindos de la ciudad, lo cual fue un verdadero placer aceptar, tanto por el tiempo que pasaríamos con ella como por el hecho de saber que Eva podía recibir consejos que la alentasen a grabar sus primeras canciones.
Estaba de vacaciones entonces, aunque faltaban pocos días para regresar a clases. Así que, en vista de que Eva había ido con mamá al salón de belleza, opté por salir un rato al patio trasero para relajarme mientras esperaba a que llegasen.
Preparé dos rebanadas de pan con Nutella y me senté en una silla de mimbre bajo la sombra de un árbol de nogal.
La brisa anunciaba la llegada de la primavera, y mientras me acomodaba para dar un mordisco a mi merienda, escuché unos pasos detrás de mí, al otro lado del muro de concreto que separaba nuestra casa de la de nuestros vecinos.
Para entonces, los padres de Manuel habían vendido esa casa, por lo que mi amistad con él terminó de manera abrupta, aunque con el acuerdo de encontrarnos en el futuro. No quise hacer una promesa debido a que ni siquiera pude cumplirle a Uriel, a quien olvidé de lleno salvo por esos días en que despedí a mi exvecino.
Por otra parte, y con la llegada de los nuevos vecinos, a mamá le resultó buena idea conocerlos, pero nunca se dio la oportunidad. Casi no se les veía salir de su casa, e incluso se pensaba que eran agentes encubiertos de la policía que investigaban a un presunto traficante de drogas en el vecindario.
La curiosidad, como siempre, me ganó la partida, así que fui dentro de la casa para guardar mis rebanadas de pan en el microondas y busqué una escalera en el depósito.
Al volver al patio, coloqué la escalera sobre el muro con sumo cuidado y subí con cautela.
Cuando me asomé al otro lado del muro, me encontré con una escena bastante peculiar, pues se trataba de una chica en bikini, quien, tomándose unas selfies con su celular, hacía poses llamativas y murmuraba sobre qué fotos les gustaban y cuáles no.
—¡Ajá, pervertido! —exclamó de repente; me notó gracias a la cámara frontal de su celular—. ¿Qué tanto fisgoneas?
—¡Carajo! —exclamé, cayendo de espaldas en el césped.
Me levanté rápido y volví a subir las escaleras para reclamarle, pero mantuve la compostura e intenté ser amable.
—Hola, perdona que te haya molestado, solo quería saber quién estaba del otro lado… Mucho gusto, mi nombre es Paúl —dije al presentarme.
—Sé quién eres, Paúl Fernández —replicó con recelo.