A las dos de la tarde, papá pasó por nosotros para dirigirnos al restaurante donde, según sus palabras, logró reservar una mesa y solicitar un servicio especial por el cumpleaños de Eva. Por lo general, no era alguien que demostrase su cariño con muestras físicas de afecto, aunque mediante acciones solía exagerar.
Esa tarde no fue la excepción, ya que, una vez que llegamos al restaurante, el cual resultó ser uno de los más exclusivos de la ciudad, confirmé de nuevo que papá no tenía control cuando trataba de demostrar cariño a su manera. Eva se sintió un poco incómoda por lo lujoso del lugar, pero con ayuda de mamá, se relajó con el paso del tiempo.
Fue una velada relajante en la que, más allá de disfrutar las delicias que ordenamos y una ronda de postres inigualable, tuvimos la oportunidad de ver a Eva experimentar el calor que le generaba el amor familiar.
De hecho, cuando la atención especial que recibió por parte del personal del restaurante terminó y tuvo la oportunidad de expresar su gratitud antes de un brindis, dijo que jamás había sido tan feliz como en ese momento y que no olvidaría el amor que estaba sintiendo por nosotros.
En lo personal, creo que papá cumplió con su objetivo de hacer feliz a Eva y hacerla sentir más especial de lo que era, aunque para nuestro asombro, la celebración no acababa allí.
Después de salir del restaurante, papá se tuvo que despedir de nosotros por cuestiones laborales, aunque aseguró que estaría presente en la reunión familiar de la noche. Debido a ello, quedamos a merced de mamá, que, más allá de demostrar su cariño con muestras físicas de afecto, nos llevó a la zona comercial de la ciudad para convertir a Eva, de nuevo, en el centro de atención.
Consciente de su talento, mamá llevó a Eva a una tienda de instrumentos musicales. Mientras que a mí me pidió que fuese a una pastelería para comprar algunos bocadillos para la reunión nocturna en casa.
Era una lista con bastantes cosas, así que me tardé casi una hora debido a que algunos bocadillos tuvieron que prepararlos desde cero. En fin, cuando me reencontré con mamá, me llevé la sorpresa de verla a ella y a Eva cargando con varias bolsas de reconocidas tiendas de diseñador; no escatimó en gastos al momento de consentirla con regalos materiales.
Admito que creí que recibir tanta atención haría sentir incómoda a Eva, pero por suerte, se la notaba feliz y agradecida. Gracias a eso, tomé la decisión de comprar un regalo, así que les pedí que me esperasen y fui a una tienda interesante que noté mientras hacía mi diligencia; compré algo sencillo, aunque sabía que le iba a gustar.
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Horas más tarde, la sala de estar de nuestra casa se había convertido en una modesta, pero elegante área de fiesta. Mamá se lució con ello, así que juntos en familia, esperábamos a nuestros invitados.
Tanto papá como mamá se mostraron alegres y entusiasmados, mientras que Eva estaba centrada en su celular. Que estuviese sonriendo me permitió intuir que leía todos los mensajes de felicitación por parte de sus seguidores y subscriptores.
Yo, por mi parte, estaba un tanto ansioso por saber qué relación tenía la maleducada Valeska con los vecinos. Mi lógica decía que era su hija, pero había otras posibilidades a considerar.
Los vecinos llegaron a las siete con quince de la tarde, con una botella de champaña y un pastel de carne que habían preparado en honor a Eva. Eran un hombre de apariencia jovial y una mujer que confundí con la hermana mayor de Valeska, aunque era evidente que se trataba de su mamá.
Valeska, quien, a diferencia del momento en que nos vimos por primera vez, se presentó con gracia y educación, me permitió reconocer que era una excelente actriz que ocultaba su faceta liberal a sus padres.
Siendo honesto, me dieron ganas de delatarla, pero no dije nada al respecto y me presenté con una réplica de su gracia y educación, lo cual llamó la atención de sus padres. Estos insinuaron, en tono de broma, que no era mala idea considerarme su futuro yerno, aunque tal insinuación la aproveché para provocar a Valeska.
—Señor, me halaga que, aunque sea bromeando, me considere una potencial pareja para su hermosa hija. Sin embargo, y no quiero sonar exigente, no veo que sea una chica que cumpla mis expectativas —dije.
—Estás bromeando, ¿verdad? —preguntó Valeska de repente, notablemente ofendida a pesar de su fingida serenidad.
—Por supuesto, señorita —respondí con voz socarrona.
Los padres de Valeska se rieron y resaltaron mi sentido del humor, mientras que mamá hizo un gesto de negación con un dejo de vergüenza y papá me miró con severidad.
Veinte minutos después, tanto mis padres como Eva, al igual que nuestros vecinos, se quedaron perplejos con la presencia de la mismísima Cata Florencia, a quien le agradecí por estar presente y tomarse parte de su preciado tiempo para celebrar el cumpleaños de Eva.
Cata le obsequió a Eva una guitarra autografiada y una edición especial de su álbum más vendido, algo que recibió como si fuesen los mayores tesoros en su vida. Luego, le dedicó unas bellas palabras e incluso le aconsejó respecto a la idea de convertirse en artista a nivel profesional.
Por otra parte, lo único que me afligió durante la reunión fue que Cata tuvo que irse a las ocho con treinta de la noche, esto debido a un compromiso con el señor Leclert, quien al parecer quería convencerla para que se presentase en otro concierto. Se le notaba un poco disgustada por ese detalle, pero una de las cosas que implicaba su posición como artista profesional era el hecho de saber ser diplomática en ese tipo de relaciones, por mucho que le disgustase.
Aun así, nos pidió que mantuviésemos contacto con ella y le dijo a Eva que siguiese escribiendo canciones, pues reveló que quería ser su mentora en la grabación de su primer álbum y apoyarla en una posterior carrera musical.
Eva y yo nos quedamos sin palabras. No podíamos creer lo que Cata nos había dicho en privado. Por eso nos costó responderle e igual su nivel de emoción.