La muerte de las estrellas (one-shot)

La muerte de las estrellas (One-Shot)

Hace muchos años había entes de luz que eran capaces de iluminar las oscuras noches que cubrían con su manto a los habitantes de la tierra, ellos podían deambular libres por cualquier lugar, en esa época no existía la maldad, ni el amor. Nadie les molestaba porque creían que al hacerlo su luz se extinguiría y volverían a estar en las penumbras antes de que aquellos entes aparecieran.

 

Sin embargo, cuando los seres de carne y hueso llegaron, ellos irrumpieron la armonía que creaban con sólo coexistir con la naturaleza, manifestándose contra las normas silenciosas que los terrestres conocían sin tener que dictaminarlas. Ellos comenzaron apropiarse de su luz, uno tras otro fueron cayendo en sus garras, por lo que los entes de luz tuvieron que desaparecer de su vista, volviendo de esta manera a la oscuridad.

 

Estuvieron escondidos mucho tiempo, siempre escuchando los lamentos de los seres de carne y hueso que rezaban en las penumbras por que los entes de luz volvieran, pero no lo hicieron porque simplemente ya no confiaban en ellos, tenían miedo de lo que podían hacerles.

 

Con el paso de los años, poco a poco comenzaron a morir debido a que no estaban expandiendo su luz, ante ésta problemática los entes enviaron algunos exploradores a encontrar algún lugar seguro donde pudieran vivir sin complicaciones, sólo que nunca llegaron a encontrarlo y la minoría que se aventuraba más allá de su escondite siempre trataba de ayudar a los terrestres; comprendiendo de esta manera que su naturaleza no era malvada, a pesar de todo lo que les hicieron o podían llegar hacerles. Ellos preferían morir otorgándoles su luz que en las penumbras donde su fulgor nunca les alcanzase.

 

Después de pasar años investigando, los pocos que quedaban descubrieron una manera de vivir y de paso ayudar a los terrestres, el único problema es que no podían seguir haciéndolo desde la tierra, porque el instinto de los seres de carne y hueso les haría volver a cazarlos, provocando su extinción por completo.

 

Tras muchas complicaciones, los entes pusieron una distancia de años luz entre ambos lados, convirtieron el espacio en su nuevo hogar, desde ahí ellos podían brindarles el resplandor que los terrestres ocupaban para iluminar sus noches, paseando sin interrupciones de un lado al otro hasta que su tiempo de vida terminará, cayendo a gran velocidad que incluso los habitantes de la tierra apreciaban como algo mágico de ver, una estela luminosa y brillante pasando por encima de ellos hasta perderse en un punto. Algunos seres rezaban sus deseos a las estrellas muertas, esperando que algún día ellas volvieran a la tierra.

 

Los creyentes tienen la idea de que cada vez que una estrella muere, cae en la tierra para renacer del polvo, convirtiéndose en algo parecido a un ser de carne y hueso, con el único propósito de coexistir junto a los terrestres y no ser presas fáciles de sus garras.

 

Muy pocas son las personas que pueden distinguir una estrella de entre los humanos, los afortunados deben hacer todo lo que esté en su alcance para proteger ese pequeño destello que guardan en su interior para que un día brillen con luz propia sobre la tierra combatiendo desde aquí a la oscuridad.

 

—Nunca me habías contado esa parte —susurro la chica de cabello platino y piel blanquecina, situada justo en la entrada del pasillo que habían decorado con flores para aquella velada, la cual pretendían fuera inolvidable.

 

—Es porque tenía que cuidar de la luz de mi estrella —respondió el hombre de mediana edad mirando enternecido a la chica.

 

—¿Y ya no? —el hombre negó con la cabeza y con una sonrisa dejo ver la nostalgia que le acompleja. 

 

—A partir de hoy alguien más cuidará de mi estrella. —Con calma la mirada del hombre se posó en la del chico que espera ansioso frente a ellos, separados por una alfombra de pétalos de extremo a extremo—. Aunque, eso no significa que deje de cuidar su espalda, porque ella siempre será la luz de mis ojos.

 

La chica le sonrió al hombre vestido de traje negro, podía notar algunas arrugas en su rostro y una que otra cana no retocada, desde que ella tiene memoria aquel ser siempre la había acompañado en sus mejores y peores momentos. Se desvivía porque ella estuviera saludable, le daba todo su amor incluso cuando no estuvieran de acuerdo en todo. Ahora a ella le tocaba tomar un camino un poco lejos de él, pero gracias a sus enseñanzas es que tiene la seguridad de que todo estará bien.

 



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En el texto hay: estrellas, cuento corto, estrellas fugaces

Editado: 14.09.2018

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