La muerte del amor

Capítulo 11 · Esa tranquilidad amenazada

XI

MARLENE

Estoy segura de que no fui la primera en sorprenderse esa semana en la que te vimos unirte al clan de Ron de nuevo.

Verte aparecer al lado de Roland otra vez, luego de tanto tiempo, causó furor.

Nadie suponía que fueras de los populares hasta que todos estuvieron susurrando tu nombre como si de un rumor se tratara.

El aspecto de Ron no era el mejor de todos, en especial porque tenía la nariz rota y, bueno, en alguien que parece tener hormigas picándole el culo todo el tiempo, se nota bastante la tristeza. Aunque no, no era tristeza. Era una sensación todavía más complicada que esa, pero nadie fuera de ustedes dos podía haber llegado a imaginar ni la mitad de las razones detrás de la nueva actitud del imparable Roland.

Acompañabas a Ron fuera a donde fuera, incluso al baño. Pasaron a ser la sombra del otro con tanta facilidad cuando antes no se toleraban ni con suerte debajo del mismo techo. Tu semblante serio y arrogante permanecía intacto, llegando a agravarse en molestia cuando te diste cuenta de que a la gente le sorprendía verte con Ron de nuevo.

Fue bastante gracioso ver tu tranquilidad amenazada por algo tan tonto como eso, si me permites decirlo.

En cualquier caso, al llegar la hora del almuerzo ya tenía asumido que iba a tocarme ir sola al fondo, en esas mesas a las que nadie quiere ir. No es que acostumbrara a sentarme ahí, la mayoría de las veces ni siquiera me presentaba en el comedor. Ese día, sin embargo, quería presenciar toda la diversión que podía llegar a tener lugar durante ese horario. No sé, el bicho de las maldades sacó su radar, advirtiéndome que probablemente habría una pelea fuerte.

Lástima que no pude prevenir quiénes formarían parte de ella.

Verás, tomar lugar en una mesa cuando en realidad no planeas comer nada da bastante pena. Quedarte sola lo vuelve peor, aunque creo que es innecesario explicarte por qué a mí poco me importaba lo que pensaran los demás. Sentí cierta tristeza al divisar la mesa en la que solíamos sentarnos todos juntos cuando Cameron seguía ahí, porque eso me significó encontrarme con la tristísima escena de una Bailee que por primera vez estaba sola.

Pensé en tomar mis cosas y acompañarla, como quien dice. Es lo que me habría encantado haber hecho, de no ser porque tres brujas me lo impidieron en el momento justo. Antes de que lograra llevarme la mochila al hombro, sus figuras aparecieron de la nada frente a mí: Cassie, Skylar y Danielle tomaron lugar en mi mesa.

Dios santo, espero que sea broma.

—¡Marlene!—exclamó una Skylar con exceso de entusiasmo, apoyando su comida delante de mis narices: una triste ensalada—. Qué sorpresa encontrarte aquí.

Toda la frustración cayó sobre mí al oír su voz.

—¿Aquí? ¿En la escuela?

Mi réplica debió sonarle a un chiste, porque fingió reírse.

—En el almuerzo, tontita—se explicó, poniendo los ojos en blanco como si fuera obvio—. Pensé que no ibas a aparecerte, como habías dicho que no querías sentarte con nosotras…

—Eh, si, sigo sin querer.

—Mar, no seas apática—me soltó Danielle, distraída de la conversación—, cualquiera disfruta de una buena compañía.

Toda su atención estaba puesta en su espejito de mano, el cual sostenía en su diestra mientras que con la zurda intentaba replicar el delineado que ya tenía en el otro ojo. Ella estaba del lado izquierdo mientras que, en el centro, Skylar luchaba por abrir el envoltorio de una barrita de cereales. Cassie, del lado derecho, no despegaba ni por un solo segundo la vista de su celular, el cual toqueteaba a la par que mascaba un chicle. Desde que se había teñido el cabello de un color castaño parecía otra persona, lo cual tengo entendido fue su objetivo luego de que comenzaran a hacer bromas con que era la hermana de Danielle o algo por el estilo. Era una chica demasiado sensible, incapaz de soportar ningún comentario que no fuera para decirle lo bien que se le veía todo.

—Ugh, ¡mierda!—exclamó una frustrada Danielle, buscando entre sus cosas un par de toallitas con las cuales corregirse el desastre que se había hecho en la cara tras hablarme—. ¡Llevo repitiéndolo al menos seis veces y todavía no me queda perfecto!

—Porque lo estás haciendo mal—le indiqué, parándome para inclinarme sobre la mesa y así ayudarla, tomando su mano para apoyarla sobre su propia cara—. Tienes que hacerlo así, eso te da más estabilidad. Venga, inténtalo de nuevo.

Me miró como quien descubre un bicho raro, y luego volvió a lo suyo.

Genial, Marlene. Eso es lo que tienes cuando intentas deshacerte de las espinas

—¿Hay noticias sobre William, Sky?—pregunté entonces, cansada de jugar como si fuera del tipo amable.

Gracias a mis palabras, de repente todas detuvieron lo que estaban haciendo para mirarme. Incluso Cassie, la más retraída de las tres.

—Eh… no—susurró la aludida, bajando la mirada como si le avergonzara hablar del tema—. No quiere nada.

—¿Y a ti en qué te afecta eso, Sky?—preguntó Danielle, enarcando una ceja—. Ya no te gusta, si ahora sales con el italiano.




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