La muerte del amor

Capítulo 16 · Desrealización

XVI

MARLENE

¿Alguna vez te detuviste a pensar en la cantidad de cosas que pueden salir mal en un mismo fin de semana? Porque te juro por todos los dioses existentes e inexistentes que fue la primera pregunta que se me vino a la mente ese lunes al volver a clases.

Era un día de lluvia, clásico momento para que la vida se nos arruinara a todos los que nos considerábamos protagonistas de una película de drama. Llegué a la institución como cualquier otra mañana, aburrida de retomar una rutina que consumía mis semanas sin cuidado alguno. El uniforme me molestaba más de lo normal por un tonto detalle, y es que esa semana mi única opción era llevar falda a falta de pantalones limpios.

Cualquiera sea el caso, se trataba de un problema tontísimo comparado con lo que estaba por suceder.

Lo que estaba intentando dejar en claro es que de por sí ya no manejaba un buen humor.

Ingresé a través de las puertas de cristal a la espera de poder correr hasta mi primera clase sin cruzarme con nadie conocido. La necesidad de evitarte no solo a ti sino ahora también a las chicas Disney me generaba una ansiedad terrible, en especial ante la vulnerabilidad que me generaba salir de mi zona de confort con respecto a la ropa.

Pero ellas tenían otros planes para mí.

De hecho estaban esperándome.

A mitad del pasillo Skylar, Danielle y Cassie formaban un círculo cerrado dentro del cual hablar hasta que me vieron llegar. Me detuve a tiempo con la fugaz intención de darme media vuelta y volver por donde venía, hecho que se vio interrumpido el segundo exacto en el que Sky se dio la vuelta.

Tenía su celular entre las manos e incluso a pesar de la distancia y las personas que nos separaban mientras se acercaba distinguí lo que estaba viendo: una foto de alguien, probablemente una chica, semidesnuda.

¿Esa soy yo?

Corrió hasta alcanzarme, dispuesta a enfrentarme con la furia característica de alguien como ella. Su rostro estaba desencajado, rojo a más no poder y repleto de lágrimas que caían sin parar. Fue lo que alcancé a distinguir sin problema alguno antes de que me diera vuelta la cara con su mano por segunda vez en la vida. En esta oportunidad con un odio agravado, las claras intenciones de que me ardiera el día entero.

—¡¿Cómo te atreves a decirme que me aleje y luego ir y acostarte con él, puta de mierda?!—gritó delante de todo el mundo, sin ningún tipo de piedad o algo a lo que permitirme aferrarme. Lo sentí como si todos se detuvieran a vernos—. ¿Es por eso que querías que lo dejara, verdad? ¿Para ir y chupársela tú sola, Marlene?

—No, Sky, yo…

—¡No intentes decirme que no sabías quién era!—se acercó con violencia otra vez hacia mí, aunque en esa ocasión yo no retrocedí. Nos quedamos a escasos centímetros la una de la otra, ella viendo a la perfección lo que otra vez me había hecho en la cara y yo observando sus lágrimas caer sin remedio—. ¡Escuchaste su voz a la perfección cuando lo llamaste para cagarte en mi relación!

Me molestó su actitud a pesar de que podía comprenderla. No dejaba de mostrarme su celular, de ponerme justo delante de la cara esa imagen que yo jamás había visto de mí. Tampoco me costó tanto darme cuenta de dónde había salido, más teniendo en cuenta que llevaba años sin acostarme con alguien.

La única persona que podría haber sacado tales fotos era una. La opción no podía aclararse más: quien estuvo conmigo, quien me tuvo delante estando dormida y desnuda, indefensa, solamente fue Giovanni. De ninguna otra manera podrían explicarse las palabras de Skylar, el enojo y dolor con los cuales estaba tratándome.

Pero sus palabras ya no llegaron como antes. No cuando una parte de mí quería que lo supiera, quería que sintiera lo mismo que me había hecho pasar ese viernes sin darse cuenta.

—¿Y qué si lo reconocí y me acosté igual con él, eh, Skylar?—le devolví, empujándola para alejarla de mí—. Tú y yo no somos amigas. Nunca lo fuimos. ¿Por qué te debería algún tipo de lealtad?

Mentía. Por supuesto que fue un error acostarme con Giovanni sabiendo que ella seguía queriéndolo. Mis actos no tenían ningún tipo de justificación, pero la forma que encontré de defenderme era esa: fingir. Ocultar el dolor. Demostrarles a todos que poco me importaba lo que había hecho y que, en consecuencia, tenía una explicación con la que salvarme.

Skylar me empujó de vuelta, esta vez con más fuerza.

—Eres peor de lo que todos dicen que eres, Marlene. Mil veces peor—expresó, alzando los brazos para señalar a quienes nos rodeaban—. ¿No te das cuenta de que lo único que estaba intentando era ayudarte a tener al menos una amiga? ¿Ni siquiera eso te hace feliz? ¿Nada te es suficiente para dejar de querer cagarnos a todos, verdad? Necesito que me lo expliques, Marlene, porque de verdad no entiendo ni un carajo tu necesidad de ser una mierda con cualquiera que intente quererte.

Por primera vez en mi vida callé mi propia defensa. La miré ahí, exponiéndome frente al colegio entero como si no le importara una mierda, cosa que era evidente a esas alturas. Quise pensar en frío. Darme cuenta de lo que de verdad estaba pasando de fondo: ese imbécil se había aprovechado de mí sacándome fotos cuando no pude darme cuenta, fotos que quién sabe dónde podían terminar.




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