La muerte del amor

Capítulo 29 · Nuestro hijo pródigo

XXIX

ANDREW

Volver a clases el viernes, justo el día siguiente, se sintió diferente. Una parte de mí se había perdido tras lo sucedido con Ron, pero la única manera que encontré de enfrentarlo era haciendo como si no hubiese sucedido. Ese era el plan, al menos hasta que pudiera hablar con Thorndike y responder las miles de dudas que tenía e iban surgiendo al pasar las horas.

Me concentré en cada clase como nunca antes, buscando en ellas una distracción que me hiciera olvidar que Josephine estaba en algún lugar, viva, luego de haber elegido abandonarme. Yo mismo le había organizado un funeral en mi mente al año de declararse desaparecida. Mientras más esfuerzo ponía en intentarlo, en alejarla de mis pensamientos, peor se volvía. Para mi fortuna, el almuerzo llegó y pude llevar a cabo algo que llevaba semanas queriendo hacer.

Almorzar con ustedes de nuevo. Bailee, William, los de siempre. Extrañaba esa mesa casi tanto como extrañaba la normalidad de tener un grupo de amigos que de verdad me caía bien.

Cuando llegué ya estabas ahí, hablando con Bailee. Will llegó conmigo, dejando caer sobre la mesa la bandeja con comida sin ningún ánimo. Te miró a ti, Marlene, con cierto desprecio. Segundos después se sentó delante de ambas, sin emitir palabra. Yo me acomodé a su lado, trayendo conmigo al tonto de Casper para que dejara de hacerse el gracioso y volviera a unírsenos.

—Tranquilo—le dije para convencerlo—, te prometo que Luce no aparecerá.

Así que, en cierta medida, la familia estaba algo completa. Lo suficiente como para que eso alegrara a Bailee, quien nunca puede contenerse de tocar un poco las pelotas a todos.

—¡Miren quién ha vuelto, el hijo pródigo!—exclamó al verme llegar arrastrando a Casper casi a la fuerza—. ¿O era prófugo?

A lo que él respondió con una mueca, reconociéndose culpable. No era mentira para nadie que si se alejó de nosotros fue justamente para no volver a tener ningún tipo de relación con Luce. En los inicios de nuestra amistad, Bailee y la chica perfecta eran casi inseparables. Suena raro, pero en parte la graciosa de Bailee sacaba provecho de ser cercana a la hija del director. Cuando discutieron por eso, su amistad no volvió a ser la misma pero tampoco se rompió. Entonces Luce empezó a salir con Casper, y lo hizo uno más del grupo.

Ese chico estaba loco. Era extrovertido, gracioso y tenía un extravagante problema con las drogas que le causó varios despropósitos hasta llegar a parar a ese lugar, esa mesa con nosotros.

Pero a diferencia del resto de personas, él sí que tenía un lado noble y dispuesto a ayudar sin meter la violencia de por medio. Ese simple gesto lo diferenciaba de muchos otros, incluso de Bailee. Todos recordamos muy bien cómo salvó a Cameron la noche de la fiesta en la que todos lo buscaban casi para matarlo, y él fue el único que se atrevió a esconderlo en su casa sabiendo lo que eso implicaba.

—Todos somos hijos pródigos a estas alturas del campeonato, Bailee—replicó Casper, sentándose a su lado.

William bufó, haciéndonos saber—o más bien recordándonos—de su molesta presencia. Ignorándolo, cada uno de nosotros seguimos en lo nuestro.

—Tonterías—se quejó la aludida, propinándote un suave codazo—. Al menos algunos de aquí sí que nos divertimos. ¿No, Marlene?

Su divertida mirada se posó en ambos sin ningún reparo o tipo de descaro, con total confianza. La seguridad con la que Bailee acostumbraba a tratar con cualquier persona que se le cruzara en frente era abrumadora y podía llegar a resultar amenazadora para quienes no la conocieran, y sin embargo a nosotros nos causó una risa cómplice.

—Nadie sabe divertirse tanto como tú, Bailee—respondí en tu lugar, extendiéndome para robar una de las papas fritas de mi amiga.

Eso pareció enfadarle, pero tampoco me lo impidió.

—Creo firmemente que cualquier persona que tenga otra con la que coger se divierte mil veces más que yo—alegó, guiñándome un ojo.

—Entonces estamos bastantes aburridos por aquí—bromeó Casper, señalando con la cabeza a William.

Él apenas se inmutó, ajeno a lo que sucedía a su alrededor.

—Como si tú no tuvieras a Lía—comenté, mirando a la chica de cabello azul.

Llevaba alrededor de dos semanas así, con Lía viviendo en una de mis casas, a quien Bailee me obligaba a llevarle algo de su dinero a escondidas para que nunca pudiera darse cuenta. No causaba muchos problemas y, al contrario, mantenía la casa en funcionamiento y más limpia que nunca.

—Ese tema es… complicado—admitió Bailee, sin torcer el gesto ante lo que sucedía—. Pero vamos a solucionarlo, siempre lo hacemos.

Solo ella y yo podíamos entender de qué estábamos hablando. Todo el tema de la familia de Lía y lo difícil que iba a ser que aceptaran su relación en realidad era algo privado en la vida de mi amiga, un secreto que en parte confiaba a pocas personas estando sobria y luego a otras tantas estando ebria.

—¿Qué hay de las reinas del lugar?—preguntó entonces Casper, asomando su cabeza hacia el interior de la mesa para poder dirigirse a ti—. Escuché que Danielle y Ron terminaron.

Will alzó la mirada, sin poder evitar esbozar una tímida pero maliciosa sonrisa ante la noticia. Al contrario de él, Bailee se permitió demostrar toda la sorpresa que eso le causaba abriendo los ojos de par en par.




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