La muerte del amor

Capítulo 37 · Yo pongo el fuego y tú la gasolina

XXXVII

FLYNN

Si hay algo peor que enfrentar a mi madre, eso es arruinarle los planes.

Volví a la mesa tan consternado que me fue imposible ocultar que algo estaba sucediendo. Apenas me vieron, tanto ella como tú no tardaron en preguntarme qué me sucedía. Yo alcancé a tomar mi tapado que había dejado sobre el respaldo de la silla, musitando un par de palabras que esperaba fueran suficientes.

—Tenemos que irnos.

Me miraron con extrañeza. Syra se puso de pie al instante, buscando la manera de negarse pero a la vez preguntarme qué carajos estaba diciendo.

—Ron llamó—empecé a mentir—, tiene problemas con el baño de su casa.

—Ron no vive en ninguna casa—se apresuró a replicar mamá con fastidio—. Ese infeliz se va de motel en motel, Andrew. No quieras mentirme.

Sin darme cuenta, estaba mirándola con un enojo que iba a excederme. Lo quisiera o no, ni siquiera era una opción darle la explicación real sobre cuáles eran mis excusas para irme e interrumpir tan bonita velada.

—Bueno, mujer, en ese caso explotó el baño de su motel. Sea como sea, me necesita.

Cuando te miré a ti, el telón se me cayó entre las manos. Comprendiste sin necesidad de que dijera nada que era mentira, que podía intentar convencer a mamá pero nunca a ti. Sabías de sobra que ya no hablaba con Ron, que por supuesto no estaba por cruzárseme ni de casualidad la idea de ir a ayudarlo. Sin embargo, aguanté un poco más, lo que fuera suficiente para hacer que me creyeras una mentira que no tenía ni pies ni cabeza.

Syra se daba cuenta.

—Deja que se las arregle solo. Ron ya está grande, no te necesita—insistió, rogándome que me quedara al menos unos minutos más—. Ni siquiera empezamos el postre, Andrew.

La culpabilidad que me generaba tener que crear esa situación y, por encima de todo, no tener una razón de peso tras la cual escudarme, crecía cada vez con más fuerza. Sacudí la cabeza, negándole cada petición a mamá.

¿Qué debía decirle, Darcie?

¿Era peor mentirle o decirle la verdad?

Estoy seguro de que si pudiese preguntártelo cara a cara, esto se terminaría convirtiendo en una discusión. Por suerte eso no va a pasar, por lo que no vas a tener la oportunidad de refutarme la decisión que tomé.

Elegí mantener la mentira.

—Ya repetiremos el almuerzo—sentencié, indicándote a ti que te pusieras de pie—, algún día, no sé. Ahora de verdad tengo que irme, mamá. Es una emergencia.

No lo era.

Por Dios que no lo era.

Pero tampoco tenía otra opción.

Era eso o jugarme la vida por culpa de dos imbéciles.

Syra se resignó a dejarme ir sin decir nada, sentenciándome con su silencio mientras abandonábamos el departamento. Irme es sintió peor que llegar, dejando atrás toda la organización y el tiempo que era evidente había invertido en que ese almuerzo saliera perfecto. Así era ella, detallista y meticulosa. Lo que hacía debía salir bien sí o sí, y sin embargo ahí estaba yo para irrumpir de lleno en sus planes, estropeándolos.

Sabía que iba a salirme caro, que Syra no pensaba dejarlo pasar con ninguna facilidad.

Volver a verme encerrado en el ascensor con paredes de vidrio iba a ahogarme, pero lo oculté tras un gesto de indiferencia marcado en todo mi rostro. Tú te paraste a mi lado, esta vez dándole la espalda al reflejo de toda una ciudad que antes te maravillaba. La molestia que te generaba mi interrupción la hacías evidente en el espacio que marcabas entre nosotros, como si pudieras medir los centímetros que nos separaban para que jamás se redujeran.

Ya lo dije, Darcie. Podía engañar a mamá pero no a ti.

Creí que lo peor ya había pasado hasta que tuve que enfrentarte.

—Dime ahora mismo qué sucede y a dónde tienes que ir—instaste con frialdad, sin siquiera mirarme.

Tus palabras sonaron a una demanda que no supe cómo iba a hacer para desviar.

—Tú irás a casa, Darcie—sentencié.

Negaste con la cabeza, esbozando una sonrisa cargada de incredulidad. Por supuesto que no ibas a permitirlo, pero no estaba de más intentarlo.

—No vas a deshacerte de mí ahora, Andrew—repusiste mientras te encogías de hombros, siempre mirando al frente—. Iremos juntos a donde mierda sea que tengas que ir, y te juro por el Dios en el que creas que voy a estar ahí para destapar el puto baño de Ron si es necesario.

El tiempo no estaba pensado como para ser suficiente. Llevarte hasta Gunnhild y luego volver era impensado, así que la única opción que me quedaba era mentirte. Dejar crecer una falsedad a niveles insospechados, volverla incontrolable. Era eso o exponerme a la posibilidad de enfrentarme a la furia de Dante cuando descubriera que no estaba acatando sus órdenes.

—Son Ron y Kit—me apresuré a crearme la historia en mi mente, buscando la forma de hacerla sonar convincente. La única que encontraba y se me facilitaba era relacionarla con la verdad, mezclarla para que al final la mentira tenga parte de sinceridad—. Se metieron en problemas y necesitan que los ayude, eso es todo.




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