La Muerte Escarlata (retelling de la Caperucita roja)

Capítulo 5

Sus manos picaban cada vez que lo veía bajo esa tenue luz de la habitación. Sin darse cuenta sus manos hacían un recorrido desde sus senos hasta su feminidad.

Después de salir de la ducha mucho más relajada, tomó un emparedado de cordero que había preparado con un poco de café, si, ese líquido negro que era para ella la delicia misma de los dioses, entró a la habitación donde tenía un sin número de pantallas por donde vigilaba la ciudad completa. Todo Storyland, estaba siendo vigilado por su verdugo, excepto un lugar, uno, que hasta hace muy poco había llamado considerablemente su atención y la curiosidad, gracias a Wolf.

 La casa de su abuela, situada al cruzar el bosque, una casa ahora abandonada, le dio curiosidad no saber la razón por la que Úrsula la dejó, si era evidente que amaba ese lugar. Se sentó frente a la computadora de mando, guio sus drones camuflados con cautela hacia el lugar.

Nada llamó su atención mientras revisaba, excepto… ¿Por qué si estaba en total abandono como su abuela lo decía, ¿tenía la estructura en tan buen estado?

Ningún lugar por muy bien construido que esté, puede soportar tanto tiempo sin el calor humano, eso también lo aprendió de su Abu.

Ajustó la cámara de sus juguetes a modo nocturno, no podrían volar con libertad hasta no asegurarse de que, en el perímetro, no hubiera nadie que la pudiese detectar. Programó el resto para regresar a casa y dejó uno en un árbol escondido, durante el día esperaba que no lo detectaran.

Tenía el control de las cámaras de seguridad de toda la ciudad, otro secreto culposo que se guardaba solo para ella, a excepción del maldito bastardo de Wolf, quien descubrió que, gracias a esa vigilancia, Red podría localizar a sus víctimas y hacerlas pagar de la manera más vil y dolorosa que solo ella podría aplicar.

El trabajo con su abuela lo podría hacer a distancia detrás de un rifle, ese bebé hermoso que ella tanto adoraba, pero no tanto como sus cuchillos con mango de garra regalo de su Abu, con punta afilada y acerrada, que, al entrar en el cuerpo de sus víctimas, traía consigo todo su ser.

Matar a sangre fría le llenaba de calidez su corazón.

—Wolf —pensó Red en voz alta mientras se recostaba en la silla y subía las piernas sobre su escritorio.

—¿Me llamabas? —Le respondió este bajo el marco de la puerta, Red se sorprendió tanto, que cayó de espaldas hacia el piso. Se incorporó con agilidad, tomó un cuchillo y lo lanzó hacia la humanidad del gran hombre, quien lo esquivó con rapidez, haciendo que impactase en el marco de la puerta.

—¡Hijo de puta! ¿Qué te crees que haces en mi casa? Voy a matarte.

La chica se levantó como rayo y empezó una pelea cuerpo a cuerpo con el hombre que le triplicaba en tamaño y contextura, logrando darle un golpe seco en el rostro rompiendo de inmediato su labio.

Wolf se tambaleó y Red aprovechó para montarse sobre su cuello golpeando su cabeza una y otra vez con ambas manos en puño como un mazo para hacerlo trastabillar, la resistencia del hombre era extraordinaria, la tomó de los brazos y se la quitó de encima. La lanzó contra el suelo domándola por completo.

La agitación de ambos era palpable, gotas de sangre salían del labio roto de Wolf, la rabia en la cara de la chica era muy visible.

Wolf con todo descaro, se puso entre las piernas de la chica, quien veía con sorpresa el atrevimiento del agente de pacotilla, él se inclinó hasta su oído y le susurró con voz ronca.

—Eres toda una loba, Red —ese escalofrío le recorrió el cuerpo a la pelirroja nuevamente. Ningún hombre aparte del desconocido, la habían hecho sentir de esa manera.

—Quítate bastardo —se retorcía, pero era imposible quitarse a la mole de encima.

—Solo si te calmas, mira cómo me has dejado —se quejó el otro.

—Tú, maldito imbécil, me secuestras y ahora invades mi casa. ¿Cómo puta violaste mi sistema la seguridad?

El hombre subió y bajo sus hombros tomándole muy poca importancia—: No fue la gran cosa. Además, ya quedó claro que no fue un secuestro.

—¡Quítate que pesas idiotas! —Wolf se quitó y liberó a la chica con la mala mirada de esta sobre él—. Ese sistema me costó muy caro y vienes tú, un enorme hombre de cerebro pequeño a destruirlo.

—No lo destruí, solo lo desactivé, ya está funcionando, deja de quejarte. —reconoció con cinismo a la vez que merodeaba por el lugar como perro por su casa, se sentó donde la pelirroja estaba y centró su atención en lo que ella miraba—. ¿A quién matarás esta vez?

Ella bufó sin ánimos de querer tener compañía—: Aún no lo decido, resulta que un IMBÉCIL entró a mi casa y me interrumpió.

—¡Oh, lo siento tanto, he interrumpido el jueguito de té de la princesa! —fingió culpabilidad.

—¿Qué buscas aquí Wolf? —Se cruzó de brazos sin darse cuenta de que no llevaba sostén, con su movimiento hacía que sus pechos resaltasen, los ojos violáceos del Wolf brillaban como si estuviese viendo el Santo Grial—. Eres un degenerado —no le tomó importancia, ella no tenía pudor alguno.

—¿Qué tal este? — cambió de tema, y ambos miraban hacia uno de los monitores en el que se apreciaba a un sujeto con pasamontañas




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