La Muerte Escarlata (retelling de la Caperucita roja)

Capítulo 7

Con tan solo pensar que su protectora, la mujer que la había cuidado y protegido durante toda su vida, esa, en la que había confiado ciegamente, era parte de algo que ella detestaba, hacía que su estómago se revolviese del asco.

—Sospechamos que aquí es el escondite de Débora, pero… ¿Por qué tus drones nunca nos daban la información? No hay imágenes, no hay videos de gente que entra o sale, no hay nada, es como si fuesen…

—Fantasmas, fantasmas a la vista de ellos —terminó la frase por él, ella lo indujo a seguirla hasta donde dejó su juguete para vigilar y sus sospechas fueron muy acertadas—. Mira eso —colocó el dron frente a Wolf y este lo escaneó por completo—, y ahora mira esto —puso el artefacto frente a la casa donde había hombres apostados cuidando.

—No los identifica. ¿Cómo puede ser eso?

—Debe haber algo alrededor de la casa que interfiere con lo drones.

—¿Qué haremos Red?

—Entrar.

—Solo somos dos, ¡te volviste loca!

—No más loca que tú, que creíste que con un antifaz podrías engañarme —el hombre tragó seco, pero sonrió con astucia—, todo te delata, tu voz, tu cuerpo, tu esencia.

—Creí que te había engañado.

—Eso jamás, y nunca desactivaste mi sistema de seguridad, yo lo hice cuando supe que me seguías. —La tomó por sorpresa y la estampó contra un árbol, levantando su pierna derecha y acomodándola en su cintura haciéndola gemir sobre su boca, atrapando sus labios con los suyos, rozando su feminidad.

—Tú y yo somos muy buenos juntos loba… —acaricio sus pechos haciéndola estremecer.

—Tú y yo, somos suficientes para acabar con ese ejército de ahí.

Siguió empujando su erección sobre ella y se maldijo por no poder quitarle ese maldito traje rojo y hacerla estremecer como lo hizo durante esos meses.

—No te gustará lo que encontrarás ahí adentro. —La soltó de su agarre, ella se recompuso de inmediato acomodando su largo cabello en una coleta alta.

—Si mi Abu está ahí dentro, no tendré piedad con ella. Tendrá el mismo destino que Débora.

Sacaron las armas del bolso que llevaban, y se alistaron para la guerra, una que no sería para nada agradable. Una que decidiría el destino de ambos.

—Primero que todo, deshacernos de esos cuatro tipos fuera de la casa.

—Genial que tengamos una experta para que haga eso —exhibió sus dientes con una sonrisa tipo Cheshire.

—No, no, no, esta vez serás tú el que se quede detrás del lente, toma y cuídala como si tu vida dependerá de ello, y te aseguro que si le sucede algo a mi Dragunov (SVD), voy a asesinarte.

Wolf tomó de mala gana el rifle, mientras Red soltaba su largo cabello, dándole la apariencia de una capucha cubriendo la mitad de su cuerpo.

—¿Qué pretendes? —Wolf se instaló sobre la rama de un árbol—. Yo me encargo de estos y, ¿tú?

—De los de adentro.

—Estás loca, debemos hacerlo juntos, no lograrás escapar de ellos.

Ella solo sonrió, movió su cabello y caminó en dirección hacia la cueva del lobo, mientras Wolf, esperaba la señal que la llamarada de la muerte, le daría para empezar con su cometido.

Para ella, esto era el fin de una lucha interna, algo que necesitaba hacer con ansias. Desde ese día en que su madre pretendió deshacerse de ella de la manera más asquerosa, juró que se vengaría de esta, y todos aquellos que la apoyaran.

Aunque siempre buscó dentro de ella alguna esperanza de encontrar a una madre arrepentida, mientras caminaba hacia la casa, esas pocas esperanzas se iban marchitando.

Y ese era el día del juego, del todo o nada.

Dio la señal a su aliado cuando estuvo a pocos metros de los hombres, el sonido del rifle alarmó a los demás dentro de la casa, Wolf maldijo por lo bajo al ver desde lejos como Red, le mostraba el silenciador del rifle.

Se bajó del árbol lo más rápido posible, dejó a un lado el rifle y adentrándose en la casa, solo pudo divisar como un par de gorilas se llevaban a la chica dentro de un ascensor.

Piso diez, Wolf se preguntó: ¿Cómo era eso posible?

Por fuera parecería una casa normal, pero adentro solo había un pasillo que conducía a ese ascensor que te llevaba pisos abajo.

Wolf notó que había una fina antena que era la que seguramente, impedía a los drones escanear un radio de unos cinco kilómetros a la redonda.




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