Con Débora fuera de juego por la herida de bala que le provocó Wolf, solo quedó Úrsula, no daría pelea; no, no lo haría cuerpo a cuerpo.
Wolf se acercó hasta Débora tendida sobre un sillón de cuero negro, que presionaba su herida para no morir desangrada.
—Yo que tu —se dirigió a la chica— asesino a Úrsula primero.
—Es lo que estaba pensando —la vista de la chica estaba fija en su Abu, quien temblaba al ver la transformación de su nieta.
—Eres la encarnación de tu padre, ese maldito que desgració la vida de mi hija.
—No, Úrsula —respondió la chica— ustedes buscaron su propia perdición, ella no debió acostarse con un hombre casado, sí, lo sé, él solo buscaba una aventura, pasar el rato, no quería nada serio con una mujerzuela que se le regaló abriéndole las piernas con la primera sonrisa que él le ofreció, palabras suyas —caminó a paso lento mientras escupía las palabras con desdén—, eso me lo dijo mientras lo tuve de rodillas antes de hacerlo pedir clemencia por su vida.
—Debí matarte cuando naciste, cuando Débora me lo pidió.
—Debiste hacerlo, Abu.
Con eso, se postró delante de ella tomándola por el cuello, sus ojos azules eran pozos oscuros y donde antes hubo humanidad, ahora solo había sed de sangre.
—Y el lobo… .se comió a la abuelita —Red enterró en el corazón de Úrsula, uno de sus cuchillos, regalo que ella misma le había hecho a su nieta.
Escuchó el crujido de la piel rasgándose mientras el cuchillo perforaba y se hundía hasta alcanzar ese órgano tan vital, los ojos de Úrsula se orbitaron como platos, ese verde se fue apagando poco a poco, mientras Casie enterraba más al fondo el arma.
Una sonrisa de lado se formó en sus hermosos y carnosos labios, en ningún momento apartó la vista de la que fue su “protectora”, Red lanzó a un lado el cuerpo sin vida, el chillido de dolor de Débora no se hizo esperar.
—¡No! —El dolor era palpable, en un vano intento, pensó en levantarse. No recordaba la herida de bala que pronto acabaría con su vida.
La chica posó la vista en su progenitora, quien desconoció esa mirada de depredador de su vástago, por cada paso, la loba recordaba todas y cada una de las cosas que su madre le hizo, los gritos, desplantes y desprecios, los castigos innecesarios encerrada en el sótano y finalmente lo que le hizo pasar, y como la usó para sus propios fines.
Mientras ellas la hacían el blanco perfecto de la CIA y el FBI, haciéndoles creer que era la que secuestraba a las chicas para mantenerlas encerradas y que abusaran de ellas hasta su muerte, —dato que le había dado Wolf—, el día que la secuestró o que como el bien lo dijo, la tomó prestada.
Wolf se levantó, se detuvo detrás de ella y la abrazó, mientras Red no apartaba la vista de su progenitora. Una que la miraba con rabia y temor al mismo tiempo. El tipo era grande, le llevaba como tres cabezas, pero en sus brazos no se sentía sola y eso le atrajo la primera vez que la poseyó.
—Yo tendré lo que tu jamás tuviste, y siempre deseaste —inclinó su cabeza para que Wolf pasase la lengua por su cuello, mientras la rodeaba por la cintura con sus brazos.
—¿Cómo vas a matarla? —preguntó él con voz ronca por la excitación.
—No lo haré —Wolf detuvo sus caricias y la soltó, para mirar sus ojos, es allí que comprende todo.
Él asintió aleándose unos pasos para hablar por su celular.
—¿Qué pretendes maldita perra? —preguntó Débora, al ver la serenidad de su hija.
—Ojo por ojo… madre
Red dio la vuelta al tiempo que Wolf terminaba la llamada y ambos caminaron hacia la salida encontrándose con unos tipos de mala calaña, los cuales le debían unos cuantos favores a Wolf.
A los minutos, solo se escuchaban los gritos de dolor de Débora, que pedía clemencia y maldecía a su hija, quien sonreía satisfecha por lo que había hecho.
Ambos salieron de la cueva, las órdenes que tenían los tipos eran que, al terminar su cometido, dejaran a Débora ahí, junto al cuerpo sin vida de su madre.
Ambas comenzaron el infierno de muchas chicas en Storyland, así que ambas debían pagar juntas.
Cuando atendieron sus heridas, recibieron las confirmaciones de los hombres que se divirtieron con Débora, el video de lo que le hicieron fue enviado como regalo a Red, quien gustosa lo vio. El mismo terminaba con una Débora, desnuda, desangrándose por la herida de bala y por donde los hombres se divirtieron, mientras se arrastraba junto al cuerpo de Úrsula.
Wolf le extendió un detonador, mientras Red con gusto se acomodaba sobre sus piernas a horcajadas, desnuda, como le encantaba estar sobre él.
Devorando la boca de Wolf y sus lenguas danzando a un mismo ritmo, apretó el botón del detonador que hizo volar en pedazos la cueva.
Ahí fue el comienzo y también el fin de ambas.
El Vengador y el Verdugo de Storyland. Los lobos, nunca más estarían solos.