Quiero quemar el mundo, quiero destruirlo y que la humanidad se extinga junto a todo lo demás. Bueno, no, los perros no han hecho nada malo como para morir. Si, a ellos les perdono la vida.
¡Pero al resto no!
Aún mirando el ordenador fijamente, doy un bocado a la manzana y marco el número de Hugo. Voy a gritar y prefiero hacerlo acompañada que sola como la loca de los gatos. Él me entenderá y seguro que también está enfadado.
-Ya lo has visto.
Ni siquiera es una pregunta.
-¡Es que...!- suspiro- ¡Me cago en sus putos muertos y deseo que se le rompa la polla y no pueda follar y que cada vez que se le ponga dura le duela, que se muera y resucite como un zombi! ¡quiero que sufra!- con la respiración entrecortada sonrío de lado- ya está.
-Me esperaba más a decir verdad.
-No soy tan cruel.
-Claro, como que no has maldecido de mil formas al pobre profesor que simplemente hace su trabajo- susurra aunque sabe que puedo oírlo perfectamente.
-Me merecía un 10 y él me ha puesto un siete, no se lo perdonaré en la vida- sentencio firmemente y escucho su risa al otro lado.
-No hay quien te entienda.
-¿Qué has sacado tu?
-Mejor no te lo digo...
-No me diga que has sacado mejor nota que yo.
-Eh...- silencio- ¡te quiero, te veo mañana en clase, adiós!
Con eso, cuelga, dejándome con las palabras en la punta de la lengua a punto de salir. Puede ser que esta noche invoque a un demonio para que mate a mi profesor de castellano y asuste a mi mejor amigo. No se, según como me pille la noche.
Enciendo la radio y comienzo a escuchar la voz del hombre que siempre habla más de la cuenta. Simplemente lee la lista de las canciones que están en el top 5 esta semana. Ninguna me gusta. Nunca entiendo los gustos de las otras personas.
Me levanto al fin de mi silla y cierro con cuidado el ordenador, intentando no ver la estúpida nota que me ha amargado el día. El aparato no tiene la culpa de que el profesor sea imbécil.
-¡Cariño, ya estoy en casa!
La voz de mi madre en la entrada me hace sonreír al instante y corro a recibirla, bajando las escaleras de tres en tres como si pudiese volar. Salto a sus brazos y ella ríe ante mi acto. Llevo sin verla una semana por un horrible viaje de trabajo y al fin está en casa. Necesito comer comida decente y los buenos días de mi madre para poder funcionar correctamente. Puedo asegurar que esta semana no ha sido la mejor de mi vida ni por asomo.
-Por favor, dime que no volverás a irte de viaje- le ruego juntando las manos para que vea mi desesperación.
-¿Que tal si mejor pedimos pizza y después nos vamos a dormir con tranquilidad?- sugiere dejando su abrigo a un lado y quitándose los tacones junto a un suspiro.
-Perfecto, pero mañana quiero un bizcocho de chocolate para compensar- exijo de broma y ella me brinda una de sus mejores sonrisas, pero cansada.
-Voy a darme una ducha- anuncia y se pierde en el pasillo.
Suelto un suspiro y cojo el móvil para marcar a la pizzería de siempre. Mi madre y yo no somos muy creativas a la hora de hacer planes, nos gusta ver series juntas y comentarlas aunque ella se queja de que hablo demasiado. Sabe, que sin mi, la serie no sería tan divertida. ¡Le doy vida con mis comentarios! Pero bueno, lo importante ahora es comer algo que con lo de la nota ya tengo bastantes disgusto por hoy.
Después de colgar, me llega un mensaje.
Hago una mueca y me debato entre verlo o no, puede ser importante, pero también una tonteŕia que me hará engancharme a seguir mirando el móvil durante una hora más. No me apetece hablar con nadie, pero alguien puede estar muriéndose. Aunque, si alguien se está muriendo, ¿por qué me mandaría un mensaje a mi en vez de llamar a emergencias? Tal vez Lorena necesita ayuda con los deberes y yo no quiero pasárselos ahora, me da pereza. Al final, con un ojo entrecerrado por el miedo, enciendo el móvil y me paralizo al ver el mensaje.
"Hola"
Un simple hola hace que mi corazón vaya a mil y mi respiración se retenga en mis pulmones de una manera tan repentina que debo toser. Releo una y otra vez el mensaje como si no pudiese creérmelo y es que no lo hago. Pablo, el chico que me gusta, me ha escrito un hola. Esperad que me desmayo. Ah, no, eso no sería muy Rockstar de mi parte. Respiro unas 100 veces más, intentando calmarme hasta que al fin he dejado de temblar y puedo escribir como una persona normal que no tiene problemas mentales.
"Holap"
Contesto sin saber muy bien el porqué de la p al final. Ya lo he enviado, no hay vuelta atrás. Su respuesta llega al instante y eso me hace sobresaltar. ¡Este hombre me va a matar un día de estos!
"Qué tal?"
Oh no, eso si que no. Odio las conversaciones que siguen con un bien y tu y luego otro bien para que luego muera la conversación de una manera incómoda que haga que se repita la misma rutina siempre o que no volvamos a hablar porque es muy aburrido. Pienso durante unos segundos lo que puedo contestar. Debo seguir la conversación, alargarla, pero sin forzar. ¿Lo estoy pensando demasiado?
"Intentando escoger entre dejar de respirar o pedir una pizza, tu?"
Si, muy sutil. Si no lo entiende, es su problema.
"AJAJAJAJ esperando a mi padre para cenar, aunque muero de hambre, tal vez yo escoja lo de dejar de respirar"
¡Me ha seguido la broma! Aquí es, sin duda.
"Yo estoy esperando a la pizza :D"
"Me preguntaba... ¿te gustaría tomar un helado después de clase mañana?"
Estoy muerta.
¿Cómo se respiraba? ¿Se inhalaba y se volvía a inhalar todo el tiempo o se hacía algo más? Creo que me voy a volver loca.
Espero un minuto antes de contestar. No quiero parecer desesperada.
"Claro, por qué no?"
Perfecto... Así no parezco una loca.
"Genial! Nos vemos mañana, Claudia"