La muerte llama a mi puerta

Azul

El cielo lleno de estrellas me envuelve como una manta a una niña pequeña recién arropada para irse a la cama y dormir sus 12 horas de sueño recomendadas. Observo los pequeños puntos que iluminan la noche y creo que comienzo a comprender porque la gente ama tanto las estrellas. El césped roza mis mejillas y mi mano sigue cogida a la de Vic, como si nos conociésemos desde siempre, no unas simples horas.

-¿No te gustaría ser una de ellas?- pregunta en un susurro.

-¿Una estrella?

Mi confusión le hace gracia así que ríe como si todo fuese lo mejor del mundo.

-Imagínate brillar igual, ser admirada igual... Es como si ellas lo tuviesen muy fácil, es algo injusto.

Sus palabras resuenan en mi cabeza una y otra vez. Vuelvo mi mirada hacia ella y le observo. Su pecho sube y baja lentamente, su sonrisa sigue en su rostro, como si nada ni nadie pudiese quitársela, su mirada está demasiado rota como para demostrarlo con palabras. Con la oscuridad, sigo sin poder ver sus ojos y ahora mismo es lo que más curiosidad me da.

-Ellas tienen una vida corta, acaban explotando...- intento hablar aunque estoy en otro mundo, mirando estrellas en cada una de sus pecas casi imperceptibles.

-Pero se vuelven pedazos y siguen en el mundo, como meteoritos o estrellas fugaces, siempre están y a la vez no, evolucionan y se convierten en cosas más bellas que recorren el espacio como un viaje que siempre han deseado.

Muerde su labio inferior y creo visualizar una lágrima caer por su mejilla, pero no puedo jurarlo, está todo muy oscuro. Después de unos segundo de silencio, me mira, sus ojos me penetran, desnudando mi alma y es en ese momento, que no puedo comprender porqué estoy con una desconocida, a las diez de la noche, observando el cielo. Tampoco comprendo porqué se siente tan bien.

-Deberíamos volver a nuestras casas- susurra con un deje de decepción.

-Seguramente mi madre estará preocupadísima, le dije que solo salía durante media hora- digo en voz alta comenzando a darme cuenta de la realidad.

-Madre mía- suelta una carcajada que me hace sonreír- corre o llamará a la policía.

-¿Y tu? ¿Volverás a casa?

-Mi abuela me estará esperando con la cena hecha- asiente con una sonrisa de lado.

-Entonces nos vemos otro día, Vic.

-Hasta pronto, Clau.

Nuestras manos se separan lentamente, casi como una tortura, pero cuando nada me aferra a ella corro en dirección a mi casa, sin mirar atrás. Creo que nunca miro hacia atrás por si acabo arrepintiéndome de mis acciones. Siento el viento en mi cara y no puedo parar hasta visualizar la puerta de mi casa, con las luces encendidas y las cortinas cerradas. Meto la llave en la cerradura y abro la puerta sin hacer mucho ruido, aunque es inútil, mi madre ya me está abrazando diciéndome lo preocupada que estaba.

-Lo siento, de verdad, me distraje mirando una estrella- me sincero con ella y siento como sus lágrimas mojan mi ropa.

-No vuelvas a hacerlo, debiste enviarme un mensaje- se queja con el ceño fruncido, pero más relajada.

-Lo haré a partir de ahora- le aseguro para abrazarla por última vez antes de separarme de ella y oler a mi alrededor- ¿eso que huelo es pizza?

-La pedí al ver que no venías, pensé que la comida te atraería- dice de manera infantil y no puedo evitar soltar una pequeña risa.

-Vamos, tengo bastante hambre.

Juntas cenamos y juntas dormimos, en el sofá, de manera incómoda pero con una sonrisa al tenernos la una a la otra. Si digo la verdad, lo último que pensé antes de al fin abrazar al sueño, fue en aquella chica, en su sonrisa, en su manera tan peculiar de reír y actuar.

¿Cómo podía estar pensando en una desconocida con la que solo había estado dos horas y sin hablar de nada?

Aunque me gustaría verla...

Al día siguiente volví al banco, diciéndole a mi madre que ahora eso se convertiría en una rutina que no me podría negar. También le prometí que no volvería tan tarde como la vez anterior, aunque eso no se lo pude asegurar ciertamente. No se porqué volvía, tal vez para recordar el momento en el que estuvimos tumbadas en la hierba o tal vez por si ella también vuelve y nos volvemos a encontrar. 

No pasa.

Comienzo a pensar que fue solo una ilusión  ya que no recuerdo de verdad sus ojos, no podría decir si tenían vida, solo dolor que tal vez yo misma imaginé. La mente humana es muy poderosa y te puede jugar malas pasadas. 

Me senté en el banco, cruzando mis piernas sobre este y saqué uno de mis libros favoritos, comenzando a leer las páginas que tenía marcadas. Sonrío cada vez que veo alguna anotación o recuerdo mi reacción al leer alguna parte. Son bonitos los recuerdos, últimamente vivo más en el pasado que en el presente, temiendo al futuro. 

Cuando la luna ya es más que visible y lo único que ilumina el parque son las pequeñas farolas y la luz de las estrellas, me levanto y comienzo a caminar hacia mi casa de nuevo, sintiéndome mejor, aunque solo haya estado sentada en un banco sin hacer nada. Sin duda se convertirá en una rutina, en algo que haré todo los días de mi corta vida.

Levanto la mirada y me encuentro con los ojos de una chica llena de dolor y, aunque parezca extraño, eso me hace sonreír, porque le he vuelto a ver. Ella me reconoce, me ve y me devuelve el gesto.

-Hola...- susurra antes de volver a desaparecer por la calle por la que iba.

Azules. Sus ojos son azules.



#21817 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor lgbt, lgbt juvenil

Editado: 25.08.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.