La muerte llama a mi puerta

Aire

-Recordad entregar el trabajo antes de las 12 esta tarde, chicos, no quiero suspender a nadie- avisa el profesor antes de salir corriendo de la clase, como si fuese el único que quiere huir de este infierno.

-¿Has acabado tu parte?- me pregunta Hugo mirándome acusadoramente.

-Obviamente, te recuerdo que saco mejores notas que tu y soy más responsable, no me mires como si fuese a cagarla- me quejo frunciendo el ceño.

-Lo siento- suspira y se levanta,  yendo a hablar con Adrian.

Me quedo en mi sitio, mirando un punto fijo en la pared y pensando en que la clase es algo asfixiante y nunca me había dado cuenta. No hay suficientes ventanas, no hay suficiente luz natural, es pequeña y con mucha gente. Respiro hondo intentando calmarme sin entender porque parece ser que me va a dar un ataque ahora mismo cuando no ha pasado nada. Observo a mi alrededor y compruebo que todos mis amigos están riendo y hablando entre ellos, sin prestar atención a nada más, esperando que el profesor no llegue antes de tiempo. 

Siento las lágrimas caer por mis mejillas sin razón alguna y el aire me comienza a faltar. Me levanto de golpe, intentando hacer el mínimo ruido posible para no espantar a nadie y salgo corriendo de la clase, buscando un baño, unas escaleras, una puerta que me esconda del exterior. Siento mi corazón latir en mi cabeza, haciendo que mis lágrimas duelan al salir de mi ojos y me atragante con mi propia saliva al no poder controlar mi cuerpo correctamente. Mi vista está borrosa pero puedo ver la puerta para salir al patio delante mío, así que corro, corro como nunca lo he hecho en mi maldita vida, intentando escapar del vacío que se va extendiendo cada vez más dentro mi.

-Aire- susurro como puedo, sintiendo quemar mi garganta por el esfuerzo.

Mis manos tiemblan y se apoyan en el primer árbol o pared que ven. El suelo tiembla, o tal vez soy yo que no puedo estabilizarme de pie. Caigo al suelo y ruedo por el césped, viendo todo como si fuese otro mundo, otra realidad de la que yo no formo parte. Agradezco al sentir la hierba debajo de mi, por lo menos no me he caído en el asfalto o en medio de un campo de fútbol. Me tumbo como puedo e intento regular mi respiración, dejar de sentir que todo quema, que duele y que me ahogo como la mierda. 

-El aire es normal, puedo respirar, no me voy a morir.

Repito esa frase una y otra vez, intentando creer cada palabra, cada sílaba hasta dejar de llorar y volver a sentir que tengo el control de mi cuerpo. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero cuando vuelvo a abrir los ojos hay gente saliendo del instituto rumbo a sus casas o a cualquier otro lugar. Algunos me miran con el ceño fruncido por estar tumbada en el césped, sin mochila, con lágrimas en los ojos, pero los ignoro volviendo a levantarme para recoger mi mochila que me he dejado en clase. Visualizo a mis amigos en una esquina, mirando a todos lados, con mis cosas en la mano y sin darme cuenta estoy sonriendo. Me acerco a ellos y bajo la cabeza cuando todas los ojos me miran fijamente.

-¿Dónde estabas?- pregunta Hugo con preocupación.

-Pensábamos que te había pasado algo- interviene Lorena abrazándome rápidamente.

-Que un coche te había atropellado o que...- se calla nada más se da cuenta de lo que va a decir.

-Tranquilo, Leo, puedes decirlo- le dedico una pequeña sonrisa- solo... Necesitaba aire.

-¿Y por qué no nos has avisado?- Paz me mira con el ceño fruncido y los ojos cristalizados- en serio habíamos pensado lo peor.

-¿Llevas las dos horas aquí?- pregunta Adrián dejándome sorprendida.

-¿Dos horas?- susurro pero nadie parece escucharme.

-¡¿En qué estabas pensando, Claudia?!- grita Hugo.

-¡No vuelvas a hacerlo!- chilla Lorena.

-Casi nos da un infarto.

Todos parecen enfadados. No sé en qué momento han pasado de la preocupación a la rabia pero se me está contagiando. Aprieto los puños, intentando controlarme, sin querer estallar, simplemente respirando hondo mientras cuento en mi cabeza hasta diez. Ellos no tienen la culpa, solo se han preocupado, no debo explotar.

-¡¿Es que ya no piensas en nadie más?!

No sé quién ha dicho eso, pero es la gota que colma el vaso. Muerdo mi labio inferior hasta que siento la sangre entre mis dientes, cierro los ojos con fuerza hasta que las lágrimas se me acumulan y debo abrirlos.

-¡Pues haberme prestado atención!- grito de la misma forma, separándome de ellos- ¡os hubieseis dado cuenta de que he tenido un ataque, que no podía respirar y necesitaba ayuda, aire, poder respirar y sentir que todo estaría bien!- ellos se quedan callados, bajando algunos la cabeza- ¡lleváis días, incluso semanas sin quedar conmigo, sin hablarme como antes, si, estoy enferma, me moriré dentro de un año, pero alejarme solo hará que os duela más a vosotros y yo acabaré muriendo sola!- mi respiración se escucha a kilómetros y tengo que abrir las manos para no clavarme las uñas en las palmas- ¡solo jodeis a todos mientras me dáis más razones para rendirme!

-Claudia yo...

-¡No!- le pego en la mano que había extendido hacia mi- ahora no, Hugo, solo necesito estar sola, por una vez, necesito que nadie me hable porque no soportaría tener que miraros a los ojos mientras veo que en ellos solo hay dolor y lástima por mi.

Me doy la vuelta, cogiendo mi mochila de las manos de Leo y salgo corriendo de nuevo. Sin duda, en este día he hecho más ejercicio que nunca. El viento helado de diciembre me da en la cara y las lágrimas se secan cada vez que mi pelo roza mis mejillas. Inconscientemente llego hasta el parque, tirando la mochila al suelo y quitándome los zapatos por el camino con el fin de llegar al agua. El sol me quema la cara pero las nubes me tapan la mayoría del cielo. Algunos pájaros pasan de árbol en árbol, haciendo que suene una bonita melodía de fondo.

Si, no es mal sitio para morir.

Me acerco a mi mochila que está en el suelo y saco unas cuantas de mis pastillas que me debo tomar a cada hora si no quiero que los dolores me hagan desmayarme. Me adentro poco a poco en el lago hasta que siento que todo mi cuerpo está hundido de caderas hacia abajo. Miro mi mano, llena de medicamentos y pienso durante unos segundos en lo que voy a hacer, si es simplemente una locura de la que me arrepentiré nada más la haga. Ellos quedarán destrozados, le quitaré la esperanza a mi madre... Pero igualmente moriré dentro de poco, tal vez mañana, ¿no es mejor decidir yo cuándo hacerlo? 



#21891 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor lgbt, lgbt juvenil

Editado: 25.08.2021

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