La muerte llama a mi puerta

Abu

El cielo lleno de nubes, proclamando una futura tormenta, se cierne sobre nosotras dejándonos claro que no debemos quedarnos mucho tiempo sin un techo sobre nuestras cabezas. Seguimos contando las nubes, una a una, queriendo, de una forma estúpida e infantil, alargar el momento de irnos cada una a su casa y tener que separar nuestras manos. Cada día es más difícil y cada vez nos vemos menos por coincidencia en el banco que nos unió. Recuerdo su risa en sueños, añorando escucharla cara a cara, esperando pacientemente a volver a vernos. Aunque casi ya ni viene y hay que concretar para quedar para una cita.

-Yo digo que hay 16 porque esa de ahí- señala una figura rara en el cielo- son dos, un dinosaurio comiéndose a una jirafa, o sea, dos animales, así que dos nubes.

-No encuentro lógica ni fallas a tu explicación, ¿cómo es eso posible?

-Porque me quieres pero a la vez no has entendido nada de lo que he dicho.

Sonríe de lado mostrando todos sus dientes y ocultando sus ojos bajo el flequillo inconscientemente. Siento como aprieta su agarre en mi mano para llamar mi atención, consiguiendo su objetivo sin muchas preocupaciones. Ella muerde su labio inferior con nerviosismo, como si temiese a sus propias palabras, esperando a tener el valor suficiente para continuar.

-Es algo vergonzoso lo que te quiero decir- confiesa con una pequeña risa.

-Sabes que no me reiré de ti- le dedico mi mejor sonrisa, mostrando mi apoyo- dime y yo te escucho.

-Desde hace tiempo... Yo... Le hablo a mi abuela sobre ti- concluye, mirándome a los ojos fijamente, esperando una reacción de mi parte- y de tanto que le he hablado de ti... Ejem... Ella, bueno, dice que quiere que... ¿Te invite a comer?

-¿Quiere que vaya a tu casa a comer porque tu le has hablado de mi?- repito, sin creer mucho sus palabras.

-Si.

Una sonrisa se expande por mi rostro y solo puedo contener una risa cuando compruebo que está tan roja como un tomate.

-Me encantaría.

-Entonces, vamos.

Se levanta de golpe, casi como si tuviese un muelle en el culo que le ha impulsado hacia arriba de manera rápida y ágil. Mi sorpresa debe de estar reflejada en mi rostro, completamente confundido y sin saber muy bien qué hacer, pero ella me ignora y simplemente me tiende su mano con una sonrisa de oreja a oreja, achinando sus ojos azules en el acto.

-¿A dónde?

-Pues a mi casa, te acabo de invitar a comer- contesta con obviedad, como si fuese lo más normal del mundo.

-Pero pensaba que sería otro día, es extraño invitar cinco minutos de la hora en la que hay que estar en un lugar- le explico con una pequeña sonrisa cargada de burla en mi rostro.

-No seas tonta, se me fue pasando y hoy ya no podía evitarlo, en realidad lo se desde hace dos meses o así- se encoge de hombros y vuelve a tenderme una mano que esta vez acepto, ayudándome a levantarme- no me mires así.

-¿¡Y me lo dices ahora!?

-Obviamente, ¿no ves la conversación que estamos teniendo? Es claro cuando te he invitado.

-En estos momentos quiero pegarte- suelto sin más causando una risa en ella.

-Simplemente sígueme y no hagas muchas preguntas, de eso ya se encargará mi abuela.

Con eso, ambas nos dirigimos rumbo a su casa, por calles que yo nunca he pisado y plazas que nunca había visto o conocía, aun viviendo en la misma ciudad. Siempre me he preguntado cómo vivía, dónde y si estaba bien, pero nunca me atreví a preguntar directamente. Siempre que nombra su hogar una sonrisa triste y nostálgica se posa en sus labios y simplemente me arrepiento al instante de haber hecho la pregunta o haber sacado el tema. Sus ojos siempre llenos de tristeza de rompen en mil pedacitos cuando pronuncia la palabra abuela o simplemente la piensa, dándome ganas de meterla en una burbuja y protegerle de todo mal que pueda dañarla.

-¿Y si no le caigo bien?

-Le he hablado de ti.

-Pero yo no sé qué le has contado.

-Sabe que te quiero, con eso le basta, confía lo suficiente en mi como para saber que siempre escojo lo mejor para mi y que no hago mal en tener sentimientos hacia ti- explica con una sonrisa en su rostro, causando que yo copie su gesto.

-Está bien.

Decir que el camino se me hizo corto, es explicarme pésimamente. Ella me cuenta cómo es su abuela, las cosas que hace y las que deja de hacer aunque ella insiste en que puede hacerlas sola. Siempre está de aquí para allá y no para quieta aunque el médico le repita que necesita descansar por su elevada edad. Vic disfruta cada vez que habla de su abuela, se ríe de momentos que casi ni puede explicarme porque se ahoga en sus propias carcajadas y justo cuando llegamos a su casa, siento que simplemente hemos estado dos segundos mirándonos a los ojos sin compartir palabra.

-¡Abu, ya estoy en casa!- grita mirando a su alrededor, como comprobando que todo está en su sitio.

-¡En la cocina!- escucho a una voz chillar tras una horrible tos.

-Vamos.

Ambas nos dirigimos allí para encontrarnos con una dulce señora que nada más verme se lleva una alegría inmensa que desborda brillo y felicidad por sus ojos. Casi parecía que se iba a levantar de la silla de ruedas simplemente para darme un abrazo, pero acabé agachándome para que ella pudiese comprobar que soy real y no una ilusión. Se siente contenta porque su nieta no le ha mentido y si tiene una amiga muy guapa y amable.

Amiga.

-Lo que nunca me dice es desde cuándo os conocéis- se queja mirándome expectante, como si yo fuese a revelarlo todo.

-Abu, no metas a Clau en una encrucijada, si no te lo digo es por algo, simplemente se feliz con que la he traído para comer- dice con cierta molestia y algo de diversión en su voz.

-O sea, que me quedo sin saber- tras unos segundas, vuelve a mirarme- soy Pilar, encantada, si me caes bien, podrás llamarme con el tiempo abu- dice seria, como intentando intimidarme, pero solo me da ternura.



#25292 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor lgbt, lgbt juvenil

Editado: 25.08.2021

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