La muerte llama a mi puerta

Nia

Alterno mi vista entre el reloj y mis apuntes, escuchando la voz del profesor de fondo, sintiendo algunas miradas en mi nuca por el ruido molesto que estoy haciendo al chocar el bolígrafo con la mesa. Muerdo mi labio inferior y muevo mi pierna derecha con algo de desesperación cuando compruebo lo lento que pasa el tiempo cuando alguien quiere que algo se acabe lo antes posible.

Solo un minuto más.

El calor ya empieza a afectar a mis neuronas y siento como mi cuello está empapado de un sudor insoportable, rezando para que algún día llueva cuando es más que obvio que no lo hará en pleno verano. Los pájaros vuelan fuera del instituto y se escucha a la perfección el ruido estúpido que hacen, dejándome claro que ellos pueden volar y yo no. Quiero, necesito, salir de aquí lo antes posible. Quiero, necesito, abrazarle por primera vez.

El timbre suena y recojo mis cosas lo antes posible, colgándome la mochila sobre mis hombros, repasando mentalmente que lo llevo todo para después salir corriendo del aula. No me despido de nadie, hace tiempo que perdí a mis únicos amigos allí. Nada más encontrarme a las afueras del instituto, comienzo a mirar hacia todos lado, buscando a una chica de cabello completamente liso y una sonrisa que solo he visto a través de una pantalla que no me dejaba abrazarle como yo quería. Como yo quiero ahora.

-¡Claudia!- escucho su voz, algo más diferente al no estar distorsionada por culpa del audio, causando que sonría al poder decir que es más bonita de lo que creía- ¿no me vas a dar un abrazo?

-¡Nia!- grito rompiéndome en el acto, pero de felicidad, sintiendo una alegría absoluta.

Ambas nos abrazamos durante largo rato, disfrutando de la calidez de la otra, queriendo hacer eso durante el resto de nuestras vidas o por lo menos más seguido. Ella dijo que vendría a verme ya que en su ciudad es fiesta y sus padres le han traído hasta aquí de vacaciones. Me explicó que diría que iba a dar una vuelta por la ciudad y así poder venir y darme un abrazo y tal vez tomar un helado mientras hablamos por primera vez cara a cara.

-¿Estás llorando?- pregunto, sorprendida.

-¡Obviamente!- vuelve a abrazarme y me da vueltas mientras reímos como locas- pensé que no llegaría a verte antes de...

-Lo sé- asiento, comprendiendo- yo también lo pensaba.

-Bueno, llevas más de un año luchando, tal vez otro más no estaría mal...- nos miramos fijamente, sabiendo que podría ser la última vez- por cierto, tengo un regalo para ti.

-¿Un regalo?

-Claro, por tu cumpleaños- asiente una y otra vez, intentando dejar de llorar- aunque llego un mes de retraso.

-No hacía falta.

-Hacía falta.

Ambas sonreímos. Sin duda me alegro de tener su amistad. He distanciado a mis amigos del instituto hasta tal punto de que me parecen desconocidos que a veces hablan sobre ir a fiestas ellos sin siquiera pensar en que yo también quiero. Me duele, aunque es lo mejor desde cierto punto. Ellos intentan sobrellevar el dolor alejándolo, y lo entiendo, no es necesaria una explicación, pero me hubiese gustado que estuviesen a mi lado un poco más, diciéndome que todo estará bien y que ellos podrán seguir con sus vidas llorándome de vez en cuando. Solo me alejaron y yo lo acepté, simplemente me quedan, Vic, Mar y Nia. 

-Nia...

Mis ojos se llenan de lágrimas nada más veo el objeto que tengo entre mis manos. Ella sabe que escribo, le pasé varios borradores, sin llegar a finalizarlos excepto dos o tres, aunque la última historia que le envié le dije que me encantaba, que sin duda era lo mejor que había escrito en mucho tiempo. Ella me dijo lo mismo, que estaba genial, pero no pensé que llegaría al punto de...

-¿Te gusta?

-¡Es mi puta historia en físico, idiota!- grito sin poder evitarlo- ¡claro que me encanta!

-Me alegro.

Su sonrisa es sincera y de un salto le vuelvo a abrazar, ignorando las miradas de los de mi instituto que comienzan a salir. No nos hemos movido y creo que comenzamos a estorbar.

-¿Vamos a por un helado?- pregunto aún mirando el libro entre mis manos.

Su portada es tal cual la hice yo, tal cual como yo misma diseñé exclusivamente para el libro, pensando ingenuamente que algún día una editorial aceptaría publicarlo, pero ahora está en mis manos, la única copia y es solo mía. 

-Por supuesto.

El resto del día lo pasamos juntas, riendo, recordando momentos y conversaciones, burlándonos por manías que habíamos dicho que teníamos pero al verlas en persona ahora son graciosas. Se burla de mi manera de saborear el helado y yo me río de su estúpida idea de que si los colores de los sabores del helado no combinan no estará bueno. Susurramos, disfrutamos de la compañía de la otra, queriendo que el tiempo se detenga y seguir así, en ese momento, siendo felices por vernos al fin.

-Vendré más a menudo- afirma- le pediré a mi padre que vengamos de vacaciones en verano durante una semana o así, podremos quedar más.

-Sería perfecto.

-Aún no me creo que te vea en persona.

-Bueno, te aseguro que tienes un hueco en mi funeral desde que te conocí, así que en persona me verías- comento riendo por lo bajo.

Si, durante la tarde hemos hecho algunos chistes sobre mi muerte, intentando no pensar en el dolor que eso conlleva.

-Que halago- sonríe de lado, bajando la mirada- me alegra verte feliz, los últimos días en los que hemos hablado tu...

-Son bajones, cosas que me dan durando unos momentos del día, causa de las pastillas, del estrés y obviamente de la depresión que mi psicóloga dice que tengo aunque no lo quiero admitir- confieso en voz alta restándole importancia con un encogimiento de hombros.

-¿Depresión?

-Hay veces que creo que merezco todo por lo que estoy pasando- comienzo sin darme tiempo a pensar las cosas dos veces, ella es de confianza, la única a la que se lo podría contar- cuando río, siento que no debería, que no he hecho nada bueno para que algo así de bien me pase, ¿sabes?



#25292 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor lgbt, lgbt juvenil

Editado: 25.08.2021

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