La muerte llama a mi puerta

Amor

-Entonces... ¿Te han preguntado si dos más dos es cinco... Y tu has dicho que si?- pregunto entre risas.

-¡No he dormido en toda la noche, no me puedes pedir que piense!- grita fingiendo estar molesta, pero en realidad ríe conmigo.

-Venga, que hasta eso lo se yo.

-Ni me hables.

Se da la vuelta, dándome la espalda, mirando fijamente el árbol que tiene delante suyo e ignorando todas mis súplicas llenas de burla para que volviese a mirarme. Me acerco por detrás, pasando mis brazos por encima de sus hombros, dejando un pequeño beso en su nuca despejada gracias a la coleta que se ha hecho hace unos minutos por el calor. Siento como se sonroja y poco a poco se recuesta en mi pecho, disfrutando de mi tacto que ahora pasa a su mejilla. 

-Eres muy tierna, ¿sabes?

-No me has visto enfadada.

-No me creo que seas capaz de enfadarte.

Río por lo bajo al sentir un pequeño golpe en mi hombro en signo de protesta.

-No te rías.

-Me es imposible, cariño.

Nos quedamos en silencio, disfrutando del cielo, del lago, simplemente del momento...

-¿Puedo preguntarte algo?- dice unos minutos después.

-Claro.

-¿Confías en mi?

-A ciegas.

-Entonces cuando te digo te quiero... ¿Me crees?

-¿Debería no hacerlo?

Una sonrisa se escapa de sus labios y ella besa los míos como un acto ya tan natural pero que aún causa una lucha en mi estómago que no creo que cese nunca. Esta chica ha entrado en mi y sinceramente no quiero echarle, me gustaría que estuviese hasta el final, mostrándome sus preciosos ojos azules llenos de tristeza.

-Siempre te querré.

-Y yo a ti, Vic- afirmo sin dudarlo ni un segundo.

-¿Sabes?

-Dime.

-Tienes constelaciones en tus ojos...

-Pero si son de color miel- digo soltando pequeñas risas.

-Pero brillan, brillan tanto que parecen estrellas en un enorme firmamento- asegura, mirándome fijamente a los ojos.

-Tu tienes el cielo entero en tus ojos.

-¿Te imaginas estando en él?

-¿En el cielo?

-Si...- nos quedamos en silencio, yo pensando en mi respuesta y ella simplemente perdiéndose en su mente mientras mira el lago- ¿cómo crees que es?

-Siempre me lo he imaginado como un lugar en el que puedes abrazar a todo aquel que echas de menos porque fue allí antes que tu- le explico pensando muy bien mis palabras- creo que es el lugar indicado para ser feliz.

-¿Y si en realidad no es así?

-Si no fuese así, creo que le tendría miedo a la muerte y a la vez me causaría curiosidad- asiento varias veces sopesando algunos puntos de vista que he leído por internet a lo largo de mi vida- mucha gente no cree en nada y por ello viven al máximo su vida, sin querer morir olvidados, otros, simplemente ignoran que algún día no estarán aquí.

-¿Y tú de qué bando eres?

-De aquellos que solo esperan pacientemente a que su día llegue, sin miedo, pero sin hacer nada para no ser olvidados...

-Tal vez yo también estoy en ese grupo.

-Tal vez todos estemos en ese grupo pero nos de miedo admitirlo.

-Eres muy sabia cuando te lo propones.

Una risa sale de mi garganta sin poder evitarlo.

-Lo he aprendido de ti.

-Hemos aprendido muchas cosas...

-Eso es bonito.

-¿Y nos lo contamos todo?

Le miro fijamente a los ojos, sintiendo como ella me analiza, esperando mi respuesta. El dolor de mi cabeza que lleva días sin querer irse por más pastillas que tome, sigue ahí, constante y ahora más que nunca se hace presente para hacerme recordar el estúpido secreto que no me atrevo a nombrar en voz alta. Me duele mentirle, pero a la vez veo en ella el mismo sentimientos, como si me ocultase cosas, como si en realidad detrás de esos ojos azules que siempre he visto tristes, estuviese una chica que aún no he descubierto.

-¿Tu que crees?

-Aún es muy pronto para responder a esa pregunta.

Seguimos así, hablando de cosas amenas, sin sentido e intentando reír lo máximo posible, sabiendo que las dos necesitábamos escapar un poco de la realidad en la que vivíamos para entrar en nuestro lugar seguro. Cuando estoy con ella es como si el resto del mundo no existiese y supongo que por ello me encanta estrecharla entre mis brazos.

-¿Sabes lo que significa Bae?- pregunta después de unos segundos en silencio.

-No, pero supongo que tu me lo vas a decir ahora.

-Significa antes que nadie.

-Entiendo.

-Cuando alguien llama a alguien Bae, es que está seguro del amor que tiene hacia esa persona.

-Entonces... Te quiero, Bae.

-No- se queja, haciendo morritos- era yo quien tenía que decir eso.

-Tarde, ahora tu eres Bae.

-¿Y tu?

-Me gusta cuando me llamas amor- confieso mirándole a los ojos.

-Pero eso es muy común...

-Pero a mi me encanta.

-Vale, amor.

-Te quiero, mucho, Bae.

-También te puedo llamar, Clau, es algo más nuestro.

Río por lo bajo, sin poder evitar sonreír al ver su cara de concentración buscando un apodo con el que decirme. No es necesario, ya amo todas las formas distintas en las que me llama, cuando se le escapa un cariño o un amor mi corazón casi ni lo soporta y comienza a latir a mil por hora. Me da igual si me llama Clau o queso, lo importante es que me deje escuchar su voz una vez más.

-Pero eso solo es para momentos especiales- le corrijo enseguida.

-¡Me quitas todas las opciones!

-¡Te he dicho que amor está bien!

-¡Y yo te he dicho que es muy común!

Nos miramos directamente a los ojos con sonrisas tontas en los labios, sin poder evitar sonrojarnos al estar mucho tiempo en esa posición, sin apartar la vista.

-Vale, amor.

-Ves, me encanta, Bae.

Sus ojos se iluminan cada vez que le digo así e inconscientemente le abrazo más fuerte, queriendo que el momento nunca se acabe. Amo las conversaciones normales, sin rapidez, simplemente hablando de cosas triviales, disfrutando la compañía de la otra.



#21855 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor lgbt, lgbt juvenil

Editado: 25.08.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.