"Hola...
Nunca pensé que haría esto, siempre tuve la estúpida idea en mi cabeza de que lo mejor era simplemente desaparecer, pensando que nadie podría extrañarme, pero al ver el brillo en tus ojos, al recordar como tu sonrisa crecía cada vez que me mirabas... Supe que tu lo harías, así que te debo una explicación.
¿Sabes por qué últimamente no he ido al banco junto a ti? No supongo que no lo sabes aunque creo que esta no es la mejor manera de comenzar esto.
Mejor...
¿Sabes por qué fui, la primera vez que te ví, al parque? Sinceramente cuando llegué me quedé mirándote desde la distancia, sin comprender porque una extraña estaba ocupando mi banco, el único lugar en el que sentía algo de paz. Luego, ví tu rostro, cubierto de lágrimas iguales a las mías y supe que estabas tan descosida como yo. Ese día iba a suicidarme, amor y tu me salvaste de una muerte prematura para hacerme vivir los mejores meses de mi corta vida. No sabes cuánto de lo agradezco.
¿Sabes por qué iba algunas noches al parque y otras no? Yo solo iba cuando no podía más, cuando sentía que el mundo se me iba a caer encima y necesitaba la tranquilidad de las estrellas para poder volver a respirar con normalidad. Pero no pasaba, hacía tiempo que no encontraba la paz. Al final, te ví, cada uno de esos días en los que sentía que estaba a punto de rendirme. Tu estabas en el banco, esperando con una sonrisa para cogerme de la mano en un acto tan inocente que hasta me causaba gracia en mi interior. Dios... Era una sensación tan nueva que no comprendía nada.
Me salvaste una y mil veces, amor, con tu presencia y con tus palabras, haciéndome llorar cuando no estabas presente porque te habías tomado la molestia de escribirme una carta y no podía permitir que tu no recibieses una mía a cambio. Amé nuestra etapa de las cartas, era tan tierno y cursi que hasta me daban algunas arcadas y mi sonrisa no se borraba en todo el día.
Los libros que me regalaste, el girasol... Todo está junto a mi en las noches en las que no puedo más y te recuerdo, diciéndome que no haga locuras.
Oh, amor, ¿sabes lo que sentí cuando te ví a punto de hacer lo mismo que yo pensaba hacer justo ese mismo día? Porque si, yo ese día llevaba algunas pastillas caducadas en mi bolsillo y piedras preparadas para que me pudiesen hundir y así morir en paz, bajo la luz de la luna, pero no esperé que tu fueses a hacer lo mismo que yo... Te ví y me visualicé a mi misma, como un reflejo, igual de descosidas, igual de dañadas.
Te hice prometer que no lo volverías a hacer y espero que así siga, que no la rompas. Muere porque así el destino lo decidió, no lo fuerces, porque él nos juntó, así que algo de bueno debe de tener ¿no?
Siento que esta carta dura mucho, tal vez en realidad es poco, no lo se, depende de como veas tu cómo deben ser las despedidas.
Fui a tu casa, buscando consuelo después de que me diesen una trágica noticia, después de que todo volviese a estar encima de mis hombros hasta hundirme bajo tierra. No te encontré, solo a una mujer que se parecía a ti, con los mismos ojos miel pero sin ese brillo tuyo que tanto amo. Me dijo que estabas en el hospital. ¿Por qué? No lo sabía.
Mi abuela murió, estrella mía y tu no estabas a mi lado. Me quitaron la casa, yo sigo siendo menor de edad así que debían llevarme a un orfanato para que pudiesen cuidar de mi, lejos de la ciudad, lejos de todo lo que conozco, lejos de ti... ¿Dónde estabas? ¿Qué hacías? Me preguntaba y sigo preguntándome lo mismo, aunque supongo que todo debe tener una explicación. Nunca me contaste toda la verdad, ¿no? Tranquila, no te culpo, yo tampoco te la conté a ti.
Cariño, ¿y si mejor comenzamos a decirnos la verdad? Todo sería tan sencillo...
Estoy en el parque, mirando el atardecer, pensando que estás junto a mi, sonriéndome y repitiendo que todo estará bien, que me perdonas por lo que estoy a punto de hacer. Bueno, primero tendré que entregar esto.
Simplemente me queda decir adiós y gracias.
Gracias por estar a mi lado, gracias por pasar los últimos meses de mi vida junto a mi y hacerme la existencia mucho más feliz.
Adiós, porque ya no soporto la opresión en mi pecho, ya no soporto todo lo que siento y creo que esta vez no podrás salvarme...
Te dije que quería decirte cuánto te quería como despedida pero nunca te dije la razón...
¿Es el momento? No, pero si no lo digo ahora, nunca lo sabrás: nunca sabes cuándo será la última vez que veas a esa persona, tal vez te arrepientas de no haberte despedido como es debido cuando aún estaba a tu lado.
Así que, amor... Ahora me toca decirte que te amo, para que puedas soltar mi mano. He amado estos meses que se podrían haber vuelto en años, aunque supongo que ese no era nuestro destino.
Dos personas rotas, si, rotas, no pueden arreglarse entre ellas.
Nos vemos en otra vida, en el cielo... En nuestra constelación.
Adiós, Clau.
Vic."
Mi vista borrosa, mis manos temblando y un dolor en el pecho insoportable que no me dejaba respirar. Dejé la carta encima de la cama, cogí la primera sudadera que encontré y salí de mi habitación como si mi vida dependiese de ello y tal vez lo hacía. Hace dos días que me dieron el alta después de estar un mes en observación, no me atreví a abrir la carta hasta ahora. Me arrepiento, me arrepiento de tantas cosas...
Salgo de mi casa ignorando los gritos de mi madre, desesperados para que no saliese con este frío por si me pasaba algo, pero lo que no comprendía, lo que nunca entendería, es que mi vida está comenzando a no tener sentido. Ella no se puede haber ido, no puede haberme dejado sola después de tanto, después de entrar para nunca más salir...