La muerte más bella

VII

—Signos vitales estables, lesiones en rostro y espalda—una voz desconocido continuaba hablando mientras me ponían en una camilla—. Que preparen la sala de radiografía.
Me sentía demasiado cansada y después de eso ya no recordaba nada más. Podía sentir la molesta luz en mi rostro, el chirrido que producía la máquina a la cual me tenían conectada y aún más, la molesta presencia de los médicos y la incertidumbre que me carcomía segundo a segundo.
—Hey, Teniente, debería despertar de una vez, la comida de los hospitales son asquerosas—una voz familiar me sacó de mi zona de confort.
—Calla Kast, ¿qué demonios pasó? ¿Ya son vacaciones?—me senté en la camilla, mirando alrededor mientras me quitaba todos esos cables—. Siento cómo sí me hubieran apaleado.
—Había una bomba casera sobre aquella escalera escamoteable, tenía un rango de cinco minutos para explotar. Al parecer, habían planeado todo para borrar las huellas y rastros de la escena del crimen—soltó un pesado suspiro—. No se preocupe, aún tenemos las pruebas que fueron tomadas antes de la explosión. —Necesito el reporte del escuadrón anti-bombas.
—Lo tiene el coronel, dice que ese caso ya no le concierne.
— ¿Entonces? ¿Qué quiere que haga?—reí un poco forzado— ¿Debo sentarme o ya quiere mi renuncia?
—Sólo debe dedicarse al caso Van Der Rohe.
Fruncí levemente el entrecejo y me levanté de la camilla, acomodando mi ropa, sentía una incómoda presión en la clavícula y unas molestas gasas en el rostro, posiblemente cubriendo mis heridas. 
El rostro de Kast estaba casi intacto, sólo algunos rasguños en sus mejillas y su labio roto por algún golpe. 
Pedí ir a mi casa, necesitaba cambiarme y quitarme esa sensación de pesadez de una u otra forma. Fui quitando mi ropa apenas entré a mi departamento y me di una ducha rápida, relajante pero sobre todo, desestresante. Necesitaba pensar con cabeza fría, definitivamente la persona que había ocasionado todo ese desastre había sido quién asesinó a la heredera, esa era la única forma de relacionar los crímenes. Un guardia asesinado, un civil decapitado que activaría la bomba para destruir las pruebas que nos darían con el culpable y por ende, sería quién asesinó a Caroline Van Der Rohe.
Eso quiere decir que todo aquel que tenía libre acceso a la galería pudo hacerlo, tal vez cuando asesinó a Van Der Rohe el guardia lo descubrió y lo asesinó; el civil podría estar acompañando al asesino y en un arrebato de locura, también lo asesinó. 
Eso quería decir que el culpable, o nuevo sospechoso, era el dueño de aquella muestra de material piloso rubio que estaba en el vestido de la occisa. 
Mi mente estaba completamente llena de ese tipo de pensamientos, había demorado demasiado en salir, tanto que Kast ya estaba fuera de mi departamento, a punto de tocar el timbre.
—Que bueno que salió, había empezado a asustarme.
— ¿Alguna novedad?—dije saliendo del departamento.
—Conseguí la lista de personas que tuvieron acceso a la galería en la última semana—me dio su iPad con la lista de acceso—. Es una copia, puede leerla con tranquilidad.
Empecé a leer aquel documento PDF con atención. Al estar camino a la estación, parecía hacerse eterno el recorrido hasta que de todos esos nombres, muchos me llamaron la atención.

Miércoles, 27 abril/ 2016.
12:00 - 13:00
-Caroline Van Der Rohe.
-Kang Ma Roo.

14:00 - 15:00
-Daniel Maciel.
-Kang Ma Roo.

15:00 -16:00
-Kang Ma Roo.
-Anya Ivanova.

16:00 - 17:00
-Anya Ivanova.

17:00 - 18:00
-Caroline Van Der Rohe.

18:00 - 19:00
-Patch Rosenberg.
-Caroline Van Der Rohe.

19:00 - 20:00
-Alejandro Rosenzweig.
-Caroline Van Der Rohe.
-Felipe Jaime.

23:00 - 00:00
-Guardia 1.

— ¿Quién es Felipe Jaime?
—Es nuestro decapitado, trabajaba para Caroline Van Der Rohe. Era el seleccionador de obras predilectas, digamos que un catador de obras de arte. Por lo general siempre estaba de viaje, regresó el miércoles pasado y murió. Un informe extra-oficial dijo que fue con una sierra eléctrica, la misma fue encontrada en el sobre techo, con huellas parciales—guardó silencio y se detuvo una esquina antes de la estación—. El guardia 1 es el que estaba desaparecido, el informe extra-oficial dice que su corazón fue prácticamente arrancado y estaba en la boca y garganta de Felipe Jaime. 
— ¿Puedes decirme que hacía Alejandro Rosenzweig en la galería el día del crimen? Según sé, ese señor ni siquiera se paseaba a ver su sobrina, ¿no es sospechoso que venga justamente ese día?
—Deja la paranoia, teniente—dijo entre risas antes de voltear a verme—. Alejandro Rosenzweig es accionista de la galería, viene todos los meses, los veintisiete de cada mes para revisar su "inversión". Sólo es una macabra coincidencia.
— ¿Y dónde está?
—Alejandro Rosenzweig está en la mansión Van Der Rohe, cómo su tío se está encargando de los trámites mortuorios de Van Der Rohe. 
—Debe... Estar afligido, ¿no? Deberíamos ir y darle el pésame correspondiente.
—Y el Coronel la matará, sabe perfectamente cómo es de antipático.
—Es completamente normal... Sólo llévame.
Kast cambió la dirección y manejó hacia la mansión Van Der Rohe.
Cuando llegamos, había un auto elegante, completamente negro y, seguramente su chófer, en el exterior del auto. 
Aquel sujeto nos observaba detenidamente. Era un sujeto demasiado sospechoso, posiblemente media 1, 80m, cabello castaño claro y su tez blanca, llevaba un uniforme oscuro, tal vez negro pero el sol opacaba un poco mi visión.
Al entrar a la casa, que aún tenía la cinta de seguridad, nos encontramos con Ludwing y a un hombre de unos cuarenta años, tal vez menos, alto, contextura normal. Tenía unos ojos verdes intimidantes, penetrantes y un cabello castaño, tal vez un rubio oscuro y una muy escasa sonrisa, podría haber pensado que no mostraba sus expresión. 
—Ludwing, ¿Quién es ella?—una voz gruesa y un poco tenebroso, tal vez por el enojo, se dirigió hacia mí, aquel hombre me extendió la mano—. Alejandro Rosenzweig, un gusto.
—Teniente Natalie Frank, es un gusto conocerlo— tomé su mano leve pero él la besó, desconcertándome un poco—. Mi más sentido pésame, Sr. Rosenzweig. 
—Gracias, Srta. Frank—susurró levemente, sonriendo levemente—. Confío en usted y en su equipo... Necesito que ese individuo sea castigado con la pena máxima.
—Así será pero, según sé, usted y su sobrina no tenían una buena relación, más bien, ni siquiera eran unidos.
—Veo que alguien ha estado averiguando—el señor soltó una suave risita antes de volver a poner una expresión seria—. Ella nunca quiso que me entrometiera en su vida, simplemente me mantenía al margen, no tiene idea de cómo me arrepiento de eso. Ella era tan hermosa cómo mi hermana, era el recuerdo más bello que tenía de mi hermana, ahora... Sólo quedó cómo un simple recuerdo.
—Señor Rosenzweig, no se preocupe, haré lo imposible para encontrar al asesino de su sobrina—solté un leve suspiro—. Sonará mal pero ya puede retirar el cuerpo de ella. 
—Lo sé, justamente debía ir allá, sólo necesitaba hablar con Ludwing. 
El Sr. Rosenzweig salió de la casa, después de despedirse. Parecía afligido por la situación, por alguna razón se me hacía muy familiar a alguien pero no lograba relacionarlo.
— ¿El señor Rosenzweig de dónde es?—pregunté mirando al mayordomo de reojo. 
—El señor Alejandro es de Alemania pero vive desde hace muchos años en Alaska.
— ¿En Alaska?—miré inmediatamente a Kast y luego a Ludwing—Vaya coincidencia, ¿no?
Esbocé una leve sonrisa antes de despedirme esporádicamente del mayordomo y volver al auto junto a Kast.
—Nos faltaron algunas pruebas de ADN, llévame al laboratorio.



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Editado: 19.02.2018

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