—Ugh… mi cabeza. — Gimiendo intente levantar mi vista del suelo de madera tambaleante.
Intentando llevar mi mano a la parte posterior de mi cabeza, en un intento de aplacar el dolor palpitante que me atormentaba, al hacer un pequeño esfuerzo de separar mis manos, note una extraña resistencia, al estar un poco más lucido, baje mi vista y logre ver el motivo de tal resistencia. Unas esposas de metal extraño negras azabache con algunos escritos que brillaban tenuemente en una luz verdosa, se aferraban a mis muñecas con fuerza, intenté mover mis pies solo para obtener el mismo resultado, maldije en mi cabeza, realmente me habían secuestrado.
Era de día, lo supe por el sol ardiente que me quemaba la piel, me encontraba en lo que parecía ser un carruaje con el techo descubierto, había un conductor azotando a dos caballos que tiraban del carro, dos mujeres que no reconocí y el mismo hombre bronceado que nos ataco en la aldea, cruzamos miradas, mi corazón amenazaba con salirse de mi caja torácica, de inmediato acumule poder mágico en mi palma para conjurar viento y escapar, pero un dolor infernal me envolvió las muñecas, mi magia se dispersó. Sentí como mi muñeca hervía y burbujeaba, después de que el dolor se redujera, entendí que estas esposas no eran normales, después de sacar un poco de poder desde mi corazón mágico, estas cosas empezaron a quemar, quizás las esposas queman en forma de castigo, un método inteligente de hacer que el emisor pierda la concentración y no pueda realizar magia, luego de encontrar la respuesta más coherente, regrese mi visión a las esposas, lagrimas rodaron por mis mejillas y aprete los dientes reprimiendo el llanto, un olor a carne quemada llego a mi nariz y a la de los que me custodiaba. El hombre arqueó una ceja.
—¿hmm? ¿conjuras en silencio? — Pregunto mientras sus dos acompañantes me miraban con cautela. — Sabia que era la elección correcta el no matarte, serás buena compensación por fallar en capturar a esa mujer.
No sabia porque estaban buscando a mi madre, pero por las palabras del hombre, sabía que ella estaba a salvo, el manto de preocupación que me cubría se derritió y suspiré aliviado, con una preocupación menos sobre mí, empecé a determinar mi situación. Necesitaba saber dónde estoy, con suerte podre escapar y buscar ayuda en alguna ciudad, conocía la geografía del Reino de Asvan medianamente bien por un libro de la casa de Aria. Habíamos estado viajando ya por varias horas, lo supe porque cuando me noquearon era de noche, claro está. Estábamos en una carretera de tierra desértica, mi boca se sentía reseca y estaba empapado en sudor, tenía dolor muscular, junto con la sensación de mi carne pelándose por la quemadura alrededor de mis muñecas. Me ardían las heridas de la batalla contra los asaltantes por el sudor metiéndose en ellas, pero eso no me molestaba tanto como la sensación de morir de sed que tenía ahora mismo. ¿estaba en algún desierto?
Busque en mis recuerdos, pero no pude saber mi ubicación, el único desierto que se me vino a la mente es el desierto de Katabi, el cual tiene una pequeña ciudad comercial en un oasis en el centro, queda a varias semanas de viaje a caballo de la aldea, en la provincia adyacente a la nuestra, creo que se llamaba Siccu, sería imposible, quizá solo era alguna carretera en tiempos de sequía.
Pensé en intentar formar magia de nuevo, pero el simple hecho de canalizar un poco de poder a mis manos enviaba un ardor por mis muñecas ahora rosadas y con piel muerta alrededor. Eso sin duda dejaría una cicatriz.
Pensé en sondear a mis atacantes y calcular mis posibilidades, mi mirada cayo en el brazo derecho del hombre, le faltaban dos dedos y estaba vendado hasta el codo, manchas rojas empapan el vendaje, el se percato de mi mirada y chasqueo la lengua enojado, como si hubiera olvidado que tenía esa herida.
—Ese maldito anciano, debería haberlo matado.
¡Está vivo! Pensé aplacado, con esta casi todas mis preocupaciones estaban sosegadas.
Me recosté nuevamente en el suelo del carruaje aliviado, olvidándome momentáneamente de mis dolores, si él estaba bien mi familia debería estarlo, o eso quería hacerme creer, hundí los pensamientos negativos y me quede solo con las mejores probabilidades, aunque sabía que eso a largo plazo sería peor, no me importaba, si estaban vivos, todo había valido la pena, les había devuelto el favor mantenerme casi 5 años, lo único que lamentaba era no poder ver a mi hermanito, si logro liberarme de aquí intentare llegar a tiempo para verla nacer, nada me haría más feliz.
—¿Por qué tan feliz, niño? Creo que no entiendes tu posición en este momento. — Hablo una chica rubia con aspecto malhumorado, hasta ahora me percate de la sonrisa bobalicona que tenía en mi rostro.
—Solo disfruto del paisaje. — respondí con mi vista fija en el desértico panorama, traté de sonar indiferente, pero mi voz salió áspera y débil por la falta de agua.
—Creo que esta delirando por la falta de agua, ¿están seguros de que no debemos darle agua? — Pregunto la otra chica con un tono de preocupación, una mujer de edad similar a la de mi madre con pelo negro y ojos cafés, tenía aspecto calmado, y su complexión era algo regordeta dando la impresión de ser alguien gentil.
—Debería estar bien por unos días más. — Respondió bruscamente el hombre.
La mujer de pelo negro me lanzo una mirada de culpa y preocupación, pero no dijo nada mas, nuevamente el alivio por saber que mi familia estaba viva se opacó por mi pánico que había olvidado, acababa de recordar que estoy secuestrado, probablemente me venderían a algún señor obeso con gustos excéntricos y… no, no, no tenía que pensar negativamente, no ahora, ellos buscaban dinero, no tendría sentido si no fuera así, solo necesitaba darles algo a cambio de mi libertad, pero… no tengo idea de que podrían querer de un niño de 4 años.
—Oigan… ¿no podemos negociar? — Pregunte tímidamente, me logre sentar con mi mayor esfuerzo, gimiendo por el dolor recosté mi espalda en la pared de madera.
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Editado: 27.10.2021