La muerte para empezar: Luz, Libro 1 (editado)

Capitulo 12: Los motivos de cada uno

Finalmente llegamos a la trampilla que nos sacaría de una vez por todas de este sótano, Darío recito un hechizo en voz baja y la puerta se elevó, mostrándonos el camino para salir de aquí. Solo para asegurarme, intente conjurar un poco de magia, para comprobar que tan efectivos eran los artefactos en forma de brazalete. Mi conjuro no se manifestó, pero tampoco sufrí ningún daño exterior, agradecí internamente por eso. Subiendo las escaleras pregunté algo que me ha estado llamando la atención desde que vi la puerta levadiza activada por magia.

—¿Cómo funciona exactamente esta puerta? —Pregunte mientras pasaba mis manos por la trampilla.

—¿Crees que te lo diré, así como así? —Respondió Darío.

—Supongo que no.

—Te lo diré, solo si estas dispuesto a pagar el precio adecuado. —Hablo mientras llegaba al final de las escaleras.

¿cuan codicioso es este hombre? Cuestione internamente mirando al bandido pelirrojo frente a mí.

—Estoy bromeando, te lo diré, pero es la única información gratuita que estoy dispuesto a ofrecer. —Aclaro Darío mientras sus ojos azules se encontraban con los mios.

Su mirada se dirigió a la trampilla de metal con un sistema de desbloqueo curioso. — Es un sistema muy caro que generalmente solo unos pocos pueden poseer, se trata de una puerta encantada con magia espiritual para que únicamente los que conocen el hechizo correcto puedan abrirla. —Explico rápidamente y se giró para continuar caminando.

¿Magia espiritual? Me pregunte internamente, pero decidí no preguntar, no debía mostrar debilidad a mis enemigos, ya habría tiempo para investigar una vez que llegara mi hogar.

—Así que por eso es tan cara, tener que hacer un hechizo especial solo para una puerta. — Murmure para mí. Camine detrás de Darío.

—No había mencionado esto, pero… eres un niño muy raro. — Dijo Darío mirándome sobre su hombro.

—¿Por qué lo dices? —Cuestione cauteloso.

—No sé, tienes una aura extraña, me das la impresión de ser un adulto. —Pronuncio sin más, aunque me agité un poco por sus palabras, no respondí, y en un silencio mortal, llegamos al final de las escaleras.

Una área amplia nos recibió, era un salón de unos 10 metros cuadrados, parecía ser un sótano, lo cual me exaspero un poco, no pensé que hubiera estado retenido en una especie de bunker, estaba ligeramente iluminado con una piedra luminosa colgando del techo, no había nada mas en la habitación, solo humedad en las paredes y un par de insectos muertos.

—Síganme. — Ordeno Darío.

Camino en dirección a la única puerta de la habitación cuadrada, al abrirla otro tramo de escaleras ascendentes nos recibió, aunque era mas corto que el anterior no pude evitar expresar mi descontento. —¿Estamos en una especie de catacumba o algo así?

—¿Catacumba? — Hizo eco Darío al no entender a que me refería.

—No es nada.

Después de subir las escaleras llegamos a otra habitación, esta tampoco tenía ventanas, pero las paredes eran de madera café oscuro, daba la impresión de ser un cuarto normal, tenia un amueblado sencillo y una cama pequeña, Darío se movió hacia la entrada en la que salimos y empujo una estantería con algunos libros de vuelta al agujero rectangular que daba a las escaleras, ocultándolas por completo.

—¿No es mucha seguridad para un par de prisioneros? —Pregunte mientras me sentaba en la cama de la habitación.

—Somo profesionales. — Afirmo limpiándose las manos polvorientas por mover la estantería. —Ahora salir de aquí debería ser fácil, mis compañeros están afuera por el momento, pero no debemos tardar mucho. Curare tu herida primero y nos iremos. Quédense aquí, si salen de esta habitación el trato se cancela. —Con estas últimas palabras dejo salió por la puerta, cerrándola detrás suyo.

Observando la cama en la que había estado sentado pude ver gotas de mi sangre en las sábanas blancas que recubrían el colchón, no estaba perdiendo mucha sangre, pero sin duda seria un problema si seguía así, además de que el dolor me impedía mover mi brazo derecho demasiado. Trea se sentó a mi lado bastante cerca, lo que me puso un poco nervioso, no se porque ahora me perseguía como un patito a su madre, pero seguro que es problemático, dejando que mi vista la sondeara me di cuenta de que su postura al sentarse era perfecta, su espalda estaba erguida en un ángulo de noventa grados, su cabeza miraba al frente y su mirada de vez en cuando se movía por la habitación con movimientos ligeros y refinados, viendo esto formule una pregunta.

—¿Eres alguien importante en el reino de Theorin? —Susurre vigilando la puerta por si Darío regresaba.

—¿Eh? No… bueno, si, pero no demasiado. — Respondió Trea farfullando.

¿Qué clase de respuesta es esa? Ahogue esa pregunta que formule en mi cabeza.

—No importa si eres alguien importante o no, solo no digas nada, es posible que suba la cuota del trato si sabe que eres una noble. — Sugerí a la chica a mi lado, sus ojos carmesí me miraron confundidos.

—¿En serio?

—Si. Por ahora vamos a callarnos, no sabemos cuando regresara. — Con esta orden terminamos nuestra breve conversación y esperamos a que Darío volviera.

Después de aproximadamente 5 minutos la puerta de la habitación se abrió, pero la persona que cruzo por ella fue totalmente inesperada. —¿Nathaniel? —Pregunto con incredulidad una mujer con ojos café y pelo negro como la noche. Emma nos veía aturdida.

Todos en la habitación nos quedamos congelados por un instante, sin saber que hacer en una situación como esta, la visita inesperada nos dejó rígidos tanto a mi como a Trea, aunque quisiera noquearla no puedo hacer nada por el artefacto que Darío me coloco, viendo que nadie en la habitación planeaba decir algo, Emma indago confundida.

—¿Qué hacen aquí?

Trea la miraba nerviosa y yo estaba completamente rígido, no sabia que decir en esta situación, el silencio se prolongo hasta que una atmosfera incomoda flotaba en la habitación.




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