La muerte para empezar: Luz, Libro 1 (editado)

Capitulo 20: Una solución preocupante

Una sensación humeada empapa mi frente, el frio me incomoda y me obliga a abrir los ojos. Puedo escuchar algunas conversaciones aquí y allá. En mi visión periférica veo camas similares a las camillas de hospital alineadas la una con la otra, enfermeras caminando tranquilamente mientras llevan platos de comida. Es el pabellón médico del castillo. Intente mover mi cabeza para examinar mis alrededores más detenidamente que solo mi visión periférica, pero un dolor agudo en mi cuelo me hizo ponerme rígido y soltar un gemido.

—Ay…

—No te muevas, Nathaniel. Tu cuerpo esta demasiado agotado. —La voz de Trea llega del lado derecho.

Nuevamente, como si el “no te muevas” de Trea fuera un visto bueno, intento girarme en su dirección, solo para encontrarme con el mismo dolor, pero en diferente lado. Trea suspira y estira su mano a mi cabeza, agarra el paño húmedo que reposa en mi frente y lo voltea para refrescarme. sintiéndome cómodo por el refrescante sentimiento, hablo con ella.

—Así que perdí, eh. —Suspire con pesar. Los últimos fragmentos de la pelea estaban borrosos, no podía recordar nada. Al no obtener respuesta de Trea, continuo. —Lo siento… no pude derrotarlo. Y eso que me prometí golpearlo en tu lugar. Barrio el piso conmigo.

—Eso no es cierto. —Pude observar la cabeza de Trea negar desde el rabillo de mi ojo. —Luchaste genial. Todos estaban impresionados, incluso Drake, se fue del lugar sin decir una palabra después de ganar. Debiste verle la cara. —Una risa tímida salió de su boca, pero después se la cubrió con temor.

—Así que se enojo y se fue del lugar en un berrinche ¿Eso paso? —Me burle con una risa, pero inmediatamente mi estomago se contrajo debido al dolor en todo mi cuerpo cortándome de mi deleite.

—Se podría decir que sí. —Respondió con una sonrisa.

—Así que perdí la batalla, pero gané la guerra. —Murmure feliz de ver a Trea sonreír como de costumbre. Sin rastros de su sonrisa hueca que había utilizado anteriormente.

—¿Dijiste algo?

—Nada.

Me sentí extraño, estaba genuinamente satisfecho por ver a Trea feliz, podía decir con mis acciones anteriores que la quería, pero de un sentido diferente a la familia. Tampoco era amor, si no algo que podría llegar a catalogar como amistad. Inconscientemente había llegado a considerar a esta mujer como una amiga, mi primera amiga en este mundo de hecho. Si hablamos de la pequeña Aria, eso no cuenta, aunque estuvimos juntos por mas tiempo, siempre la considere una hermana pequeña.

—¿Dónde esta Lucius? —Cuestione cambiando de tema antes de que me pudiera avergonzar de mis pensamientos.

—Esta reunido con el consejo, me dijo que te informara que hoy tendrán una solución para tu situación.

 —Ya veo… Debería cambiarm- ¡ocuh! —Al intentar levantar la parte superior de mi cuerpo de la cama el dolor me hizo sudar frio y ponerme rígido.

—Deberías dormir, el abuelo dijo que te informaría cuando todo estuviera resuelto.

—¿En serio? Bueno, si el lo dice… —Ahogando mis palabras finales en un bostezo, una sensación de somnolencia me inundó.

(***)

Actualmente estoy en mi habitación congelado por las palabras de el anciano Lucius. El me ve con una expresión de disculpa, y Trea, que finge estar triste por la noticia hay un brillo de felicidad en sus ojos, por mi parte solo puedo estar estupefacto. Inconscientemente me recuesto en el sofá abatido, y murmuro las palabras que acabo de escuchar.

—¿Dijiste 5 años? ¿Verdad? —Busco confirmación con temor por la respuesta.

—Es correcto. No podemos enviar un equipo de transporte para llevarte, es un viaje muy peligroso y tardío, un viaje de ida rodeando el bosque sin fin que es el centro del continente son 3 años. Es lo mismo si te enviamos en un Grifo o Wyvern, ellos podrían sobrevolar el bosque, pero no podríamos garantizar tu seguridad, los dragones habitan las profundidades del bosque sin fin.

 —Entonces… ¿Tendría que esperar hasta que la puerta de teletransporte se abra dentro de 5 años?

Lucius asintió. —El tratado de paz entre el Reino de Asvan y nuestro reino se renueva cada 20 años, para llegar a la capital de el reino humano, Luria, usamos una puerta de teletransporte. No podemos activarla antes de lo anticipado ya que el Reino de Asvan puede tomar esa acción como una violación al tratado y actuar en consecuencia.

—Y-ya veo… Eso es todo ¿no?

—Lamento informarte sobre esto, el consejo también entiende si estas frustrado, y aunque sabemos que no podemos compensarlo con riqueza, ellos insistieron en entregarte quinientas monedas de oro en compensación por los inconvenientes y agradecimiento.

—¿quinientas monedas de oro? ¿No es demasiado? —Me pregunte en voz alta. Pero realmente no sabía cuánto era eso

—Algunos pensaron eso, sí. Pero parece ser que al rey le agradas, eso influyo en la cantidad. —Asintió. —Además… He elegido a personas de mi guardia privada para formar un equipo de búsqueda. Ellos estarán buscando las puertas de teletransportación ilegales que los trajeron hasta aquí.

—¿Eh?

—¿No te lo habías preguntado? ¿Cómo llegaste hasta aquí, si estabas al otro lado del continente? — Después de hacer esa pregunta, Lucius procedió a explicar.

Al parecer, las puertas de teletransportación ilegales fueron usadas por los humanos y elfos hace 300 años en la ultima gran guerra entre razas para invadir Theorin. Después de firmar el tratado de paz estas puertas quedaron en el olvido y los humanos y elfos que sabían de su locación murieron de vejez. Los hombres bestias buscaron un poco, pero sin guerra, una búsqueda sin sentido solo era un derroche de ingresos, así que lo dejaron. Volviendo al tema, los bandidos que me secuestraron posiblemente descubrieron las puertas de teletransportación y las estaban utilizando para moverse rápidamente por el continente. Se decía que las puertas estaban bajo tierra y solo se podía ingresar a ellas por medio de un hechizo que abriría la locación, pero sabiendo que las puertas estaban siendo utilizadas por personas podrían rastrearse más fácilmente, y así podían enviarme a casa más rápido de lo previsto. O esa era la esperanza de Lucius, y, por ende, mi esperanza.




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