La mujer de Lucifer

Capítulo#5 Despedida.

Capítulo 5 Despedida.


Esos 3 largos días de espera fueron difíciles para las jóvenes por la gran incertidumbre, la ansiedad y el temor... Lucifer llegó a la mansión de las hermanas al cumplirse el mes, manteniendo su promesa; pero no solo estaba Ariete en la habitación, sino que había alguien más esperando por él. Era la hermana mayor de su mujer, Ariadna; tal cómo dijo, esperó al hombre que había perjudicado la pureza de su querida hermanita pequeña.

—¡¿Eres tú el atrevido galán, que le gusta colarse a escondidas a la habitación de las jóvenes inocentes?! —recriminó conteniendo las ganas tremendas que tenía de abofetear la cara lavada del sinvergüenza qué abusó de su ingenua hermana menor.

Lucifer la miró con sorpresa, nunca antes nadie se había atrevido a hablarle en ese tono de reprimenda. Era la segunda mortal que captaba toda su atención.

—¿Qué hace ella aquí? —optó por interrogar a Ariete, arrogante por naturaleza.

—Ella es mi hermana mayor... —le informó nerviosa, jugando con sus dedos inquietos, a la altura de su abdomen y sin atreverse a mirarlo directamente a la cara.

No era la respuesta que quería escuchar Lucifer. Estaba molesto con la presencia de la desconocida. Tenía cada vez menos tiempo para estar con su amada y alguien osaba robarles tiempo preciado, era algo que no podía tolerar. Su estado de salud era cuestionable, se encontraba debilitado por cada ida a la tierra y estaba llegando el momento en que debía desistir o perecer en el intento. Había venido con la intención de despedirse de Ariete por tiempo indefinido. No sabía cuánto tiempo tardaría en reponer sus fuerzas. En su reino no podía darse el lujo de estar débil, sus responsabilidades no se lo permitían.

—Sí, soy su hermana mayor, me llamo Ariadna; espero que pueda presentarse correctamente, como haría un verdadero caballero —exigió por un nombre con educación y estilo propio, ella no era tan ingenua como su hermana menor.

Lucifer no podía controlar su impaciencia y su mal carácter por mucho tiempo, lo único que lo detenía de reaccionar como de costumbre era su amada, no quería causarle una mala impresión.

—Me llamo Lucifer —reveló. De cualquier modo quizás no podría volver a ver más a su mujer, creyó que lo más correcto era que supiera la verdad antes de marcharse.

—¡Ese es un nombre maldito!, entiendo porqué no lo dice con facilidad.

Ariete lo miró sorprendida sin decir ninguna palabra, quedó impactada al comprender que la había engañado. Podía entender que ese nombre era difícil de decir a cualquiera, pero ella no era cualquier persona, era su mujer y se había entregado a él en cuerpo y alma. Es demasiado doloroso enterarse que la persona que más amabas y en la cual confiabas plenamente, te ha engañado a conciencia. Jamás imaginó que el hombre que amaba podría llamarse de ese modo. Su familia siempre fue muy religiosa y ella siguió las creencias de sus progenitores. Lo había estado llamando por uno falso durante mucho tiempo, que gran decepción.

—Tus padres seguramente no eran cristianos para darte semejante nombre...

Se detuvo por no decir palabras inapropiadas, después de todo ese hombre iba a ser el padre de su sobrino. «Un nombre es solo eso, algo propio que sirve para nombrar a las personas y diferenciarlas de las demás.», pensó.

—Posiblemente —contestó parco, el hijo desterrado de Dios.

—Pero eso es lo menos importante en este momento. Hay un asunto muy urgente que tenemos que discutir.

Lucifer miró con atención a la mujer imponente y autoritaria a pesar de su baja estatura; sintió curiosidad por esa  humana, capaz de hacer que sintiera respeto.

—¿Qué tenemos que discutir? —terminó por aceptar su presencia, la dejaría hablar.

—El embarazo de Ariete —contó sin rodeos.

Esa respuesta sí que lo desconcertó. No esperaba que pudiera plantar su semilla en una humana.

—¡Embarazada? —repitió estupefacto.

—¿No lo sabías? 

Ariadna había asumido que él tenía conocimiento del asunto.

—¡No, claro que no lo sabía! —vociferó alterado, esto lo complicaba todo.

Lucifer miró a su amada con los sentimientos encontrados, no era capaz de decidir si era una noticia para celebrar o todo lo contrario. En ese momento recordó las reglas impuestas por su padre en lo referente a esas dos razas tan diferentes. Eran normas que solo conocían los demonios. Lo encontraba injusto, su amada creación mortal contaban con prioridad en todo, así lo vió siempre; aunque en este momento no le daba mayor importancia, desde que se relacionó con Ariete su modo de pensar y de ver las cosas habían dado un cambio radical.

Los demonios tenían estrictamente prohibido relaciones de cualquier índole con los humanos. Hubo un tiempo en que el mundo se vio amenazado por esa razón, nacieron híbridos gigantes de esa unión entre humanos y demonios, pero esa época había pasado hacía demasiado tiempo, la mayoría se extinguió y los restantes estaban viviendo en el infierno. Nada bueno le esperaba a  Ariete al traer a un híbrido al mundo y sería un destino aún peor para la criatura que llevaba dentro; porque sería diferente a un mortal y estaría condenado a vivir en el mundo humano por todo un largo milenio.

—No fue mi intención ocultarlo, todavía no estaba segura el mes anterior cuando viniste, decidí esperar hasta estar segura —se apresuró a aclarar ella, porque pensó que él estaba molesto por eso.

Lucifer miró su vientre y su redondez apenas delineada le confirmó las palabras de las hermanas. Agudizó la audición y pudo escuchar claramente los latidos del pequeño corazón, se emocionó; pero no supo si alegrarse o lamentarlo.

—Tienes que casarte con Ariete
y asumir tu responsabilidad de padre —exigió Ariadna sin perder el tiempo. No podía permitir que su hermana asumiera sola la maternidad, ese niño había sido concebido por dos personas, eran sus pensamientos.

Lucifer quedó petrificado, su mujer estaba esperando un hijo suyo y justo cuando él estaba pensando en separarse de ella. No le quedaban fuerzas para volver a la Tierra, en esta última oportunidad le había costado demasiado esfuerzo traspasar la barrera, temía que para la próxima no pudiera hacerlo por más que se esforzara y de lograrlo terminaría muriendo en este mundo. Estaba demasiado debilitado y había empezado a descuidar el infierno, eso era lo peor, su labor era de vital importancia para la subsistencias del mundo humano y del propio, si se descuidaba podría traer consecuencias catastróficas. El equilibrio de retroalimentación de ambos mundos se estaba desmoronando por la imprudencia de amar a una humana y estar saltando de un mundo a otro sin medir las consecuencias.




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