La mujer de Lucifer

Capítulo#14 El Parto.

Capítulo 14 El Parto.

Lucifer estaba fuera de sí, había tenido una visión que lo trastornó por completo. Su preciado hijo Owen había muerto tratando de salvar a su descendiente aún por nacer y a su mujer; en ella pudo salvar a uno, sin embargo perecieron dos. Abandonó su importante trabajo y se trasladó a su salón del trono donde estaba el portal que conectaba con la tierra, con la esperanza de encontrar a su hijo allí todavía, pero llegó demasiado tarde. Nunca imaginó que fuera tan poderoso y pudiera cruzar la puerta sin su preparación, miró con pesar el desastre que causó al hacerlo de forma incorrecta. Se imaginó lo mucho que se había lastimado su muchacho en el proceso y le dolió en carne propia. No podía perder más tiempo, tenía que evitar la catástrofe a como diera lugar. Había perdido a la madre, no perdería también a su hijo.

Sin dudar atravesó el portal por la grieta que quedó abierta y salió directamente en la habitación de la novia de su hijo que estaba en trabajo de parto. Su mal estado de salud era evidente, sabía perfectamente que estaba a punto de morir, su alma pronto cruzaría al otro lado, y nadie lo podía evitar. Lucifer la observó con creciente dolor en su corazón, pero sin inmutarse en su exterior. Esa escena le trajo viejos recuerdos, recordó a una Ariete sufriendo tanto o más que ella, al no haber tenido a su amor a su lado.

La parturienta miró con recelos y temor al recién llegado, desconfiando profundamente de sus intenciones. Un grito desgarrador salió de la garganta de la chica, su dolor era un calvario literal. Lucifer sabía que otra mortal ya estaría muerta pero ella era muy especial, se aferraba a la vida a fuerza de voluntad para poder dar a luz. La admiró una vez más, como hizo en otra vida. Su estómago era enorme y quebradizo. Sintió tanta pena por ella..., no obstante lo más importante para él era detener a su hijo, porque si intentaba salvarla él también moriría.

—Hijo, ¡detente! —ordenó Lucifer con voz que helaba hasta los huesos y su hijo se estremeció de pies a cabeza.

—Padre, déjame salvarla, te lo ruego —suplicó afectado, con tanto fervor que conmovió a Lucifer; sin embargo este no lo dejaría hacer lo que quería, aunque lo odiara toda su vida si no terminaban las cosas bien. Otra contracción insoportable sintió la chica mortal que tenía la panza al reventar y gritó adolorida. El interior de ambos hombres se llenó de mal presagio y de pesar, sin embargo no abandonaron la discusión verbal.

—Sabes de sobra que no te lo permitiré. —respondió Lucifer con voz gélida, imponente. Se acercó autoritario y decidido a la jovencita y ella se encogió toda de temor. No pudo aguantar más y se desvaneció.

—Padre, no la lastimes —suplicó el joven una vez más.  

—Apártate —ordenó. Tenía algo que hacer con urgencia, no podía perder más tiempo o sería demasiado tarde.

—Si descompones su cuerpo... Jamás te perdonaré.

Fue una amenaza abierta y lo miró retador, su hijo se le había revelado, aunque había sido el culpable de qué pensara siempre lo peor de él por su comportamiento y su carácter, era doloroso. Lo ignoró, tenía que poner todo de su parte para lo que iba a hacer, nada debía distraerlo.

—¡Apártate, Owen!; o sufrirás las consecuencias —.  le ordenó con voluntad férrea en sus palabras y en su arrogante expresión sin igual. Eran dos montañas difíciles de escalar, con las barbillas en alto y queriendo imponer cada uno su fuerza hasta con sus tamaños. Se fueron  agrandando hasta convertirse en gigantes. A pesar de ser extremadamente elevados los techos de la mansión, rozaban el límite.

Los gritos ahogados del médico y la enfermera que estaban presentes, fueron inevitables; estaban presenciando algo que sería capaz de enloquecer a cualquier persona. Ellos lo soportaron porque conocían el secreto del hijo de Lucifer, por eso estaban allí, colaborando con el parto sobrenatural.  

—Has conmigo lo que quieras, pero déjala a ella en paz —advertió su hijo Owen. El chico estaba colocado entre la mujer que amaba y su padre, como un escudo protector; pero con un solo movimiento del brazo, Lucifer lo sacó del camino, destrozando con el cuerpo del joven la doble puerta de cristal, al sacarlo de su camino y lo dejó fijo en el aire (afuera en el balcón); ahorcado como por unas manos invisibles. No era su intención causar destrozos y mucho menos lastimar a su hijo, sin embargo no le dejó más opciones. Se aproximó a Layla decidido, la chica estaba sobre un mar de sangre en la parte inferior. Su cuerpo inerte y ensangrentado, no presagiaba un buen augurio.

—Padre, junto con ella matarás a tu hijo. No continuaré con vida si ella desaparece de este mundo. —apenas pudo hablar, su voz salió débil y ahogada, debido a la presión a la que estaba siendo sometida su garganta.

—De cualquier forma estabas dispuesto a morir por ella —expresó con aparente indiferencia ante la determinación de su descendiente.  

Lucifer volcó todo su poder sobre el cuerpo inerte, de la que una vez fuera Ariadna. Su frágil tronco se movió y tembló forzado por su influencia. Su hijo se debatió para liberarse, pero estaba demasiado débil para lograrlo.  

—Padre, te lo suplico —estaba totalmente convencido de que Lucifer le haría daño a su mujer. En un arrebato de ira utilizó su poder contra su padre.

Un rayo impactó a Lucifer y fue tan potente que se dobló un poco, afectado por el dolor; a pesar de eso no disminuyó un ápice de su empeño. Owen no desistió en su empeño y alargó unas dianas de unas enredaderas provenientes del exterior e intentó atraparlo para detenerlo, pero su progenitor era demasiado ágil y poderoso. Esquivó todos sus intentos sin dificultad, el primer golpe lo tomó desprevenido, sin embargo no dejaría que obstaculizara de nuevo su tarea. Poco después se escuchó el llanto de un bebé. Lucifer hizo salir a su nieto del cuerpo de la joven por su vagina, el bebé demonio levitó hasta descender al lado derecho de la cama de su madre y luego continuó descargando su poder sobre ella, hasta que se tambaleó. Se veía muy débil, a punto de desfallecer. Por primera vez su hijo se preocupó por él y lo vio como alguien capaz de sentir. Se liberó de la prisión invisible a la que estaba sometido y corrió a sostener el cuerpo debilitado de su padre antes de caer.




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