La mujer de Lucifer

Capítulo#16 Peligro.

Capítulo 16 Peligro.  

 

Baltazar estaba demasiado preocupado, caminaba de un lado a otro sin saber que hacer o como actuar. Su poderoso amo no despertaba y llevaba varios días en ese estado crítico. Había traído a todos los demonios de absoluta confianza y cada uno de ellos, incluyéndose, le habían pasado la mayor cantidad de energía que podían dar sin perder la vida; no obstante a pesar del gran esfuerzo, lo único que habían podido lograr era mantenerlo con vida por unos días más. El sacrificio de sus súbditos más leales no fue suficiente para salvarlo y era evidente que en su estado actual no sobreviviría.

Afuera había toda una gran revuelta, al no dar la cara el líder se habían revelado todos los que siempre estuvieron a las sombras, esperando una oportunidad como esta. En este momento se supo con certeza todos los que eran leales a Lucifer y ellos estaban allá afuera dando todo de sí, para que el infierno no se fuera al demonio. El ciclo de reencarnación de los mortales estaba siendo afectado y las almas que se encontraban en esta etapa transitoria corrían el riesgo de desaparecer para siempre. La situación era crítica en todos los sentidos.

—Amo, despierte, lo necesitamos —instó Baltazar, estaba desesperado, no sabía que más hacer para salvarlo. Sin embargo Lucifer era incapaz de escuchar algo, apenas y tenía aliento de vida.

—No podemos darles más energía o no podremos seguir defendiendo el infierno por usted, ¡estamos en una verdadera crisis!, a punto de perder el control total del inframundo —confesó Baltazar desesperado, intentando lograr despertar el espíritu combativo de su superior aunque sin éxito.

Lucifer comenzó a temblar incontrolablemente y su piel empezó a presentar signos de deterioro, pronto su cuerpo se iba a desmaterializar, comprendió Baltazar horrorizado.

—¡¡¡Señor!!!, ¡usted no puede morir!, lo necesitamos.

Desesperación absoluta era lo que estaba sintiendo Baltazar.

Pequeños trozos se desprendían por doquier del cuerpo yacente y hacían combustión en el aire hasta desaparecer definitivamente. Al ritmo que iba muy pronto no quedaría absolutamente nada de Lucifer, ni siquiera un rastro de su arcaica existencia.

Baltazar no podía quedarse sin hacer nada mientras su señor desaparecía para siempre frente a sus aterrados ojos. Se dispuso a dar su vida por su deidad y sin vacilar siquiera comenzó a pasar todo su qì al cuerpo de Lucifer. De pronto una luz cegadora lo obligó a cerrar los ojos.

—Eres un fiel servidor, nunca te olvidaré, Baltazar.

Le habló una voz poderosa y profunda como el propio universo, sintió que la había escuchado antes, hacía demasiado tiempo atrás; sin embargo no supo definir a quién pertenecía.

—¿Quién es usted?, ¿qué hace aquí? —interrogó a la defensiva, irguiéndose protector y bloqueando el paso ante la cama con los brazos abiertos de par en par. Temía que el desconocido fuera a aprovechar esta oportunidad para atacar al príncipe del infierno.

—Soy el padre de Lucifer.

La mente del subdito se iluminó al instante y no quedó lugar para las dudas; estaba en presencia del creador de todo lo existente, el mismísimo Dios omnipotente. Baltazar se hincó de rodillas de inmediato.

—¡Padre celestial de toda la creación!, es un honor estar en su presencia.

—Levántate, siervo. No podemos perder el tiempo, debo salvar a mi hijo.

El Dios omnipotente, sin perder más tiempo valioso, descargó un potente rayo de luz sobre el cuerpo de su descendiente  y un tiempo después dejó de temblar y se fue restableciendo su cuerpo deteriorado ante los ojos asombrados del vasallo.

Lucifer abrió los ojos lentamente y vio la figura de su progenitor. Su asombro no tuvo límites.

—¿Dónde estoy? —inquirió aturdido.

—En tu Reino —respondió Dios, con simpleza.

—¿Usted vino hasta aquí? —preguntó Lucifer sin recuperarse todavía de su estado de trance.

—A salvarte —fue toda su respuesta.

—No necesito tu ayuda —respondió orgulloso, se alzó y se sentó, acomodándose en el borde de la cama, con los pies apollados sobre la alfombra de un material desconocido para los humanos. No sé atrevió a levantarse por temor a perder el equilibrio y hacer el ridículo ante su majestuoso progenitor.

—¡Ibas a morir!

—Eso estaría bien para tí —comentó desdeñoso.

—No digas eso, ¡soy tu padre!

—Pero no te importo... —espetó, a estas alturas de la discusión con su progenitor, estaba más recuperado y consciente de la realidad.

—Siempre me importarás —declaró con intensidad, inesperadamente.

Lucifer se impactó por un momento, pero enseguida se repuso. No iba a creer en sus palabras, nunca había sido afectuoso o conciderado con él.

—Claro, si muero a quién harás sufrir —dijo mordaz.

—No lo hago por mal...

—¿Entonces por qué? —Lucifer lo interrumpió dolido. Le pareció el colmo de los colmos sus palabras.

—Porque así debe ser —respondió impenetrable, pero su respuesta no le aclaraba nada.

—A tú manera querrás decir —recriminó molesto.

—Todo tiene que pasar por algo.

Su padre amaba los enigmas. Definitivamente nadie podía sacarle información precisa y concisa.

—Y siempre como tú quieras —aseguró Lucifer dolido en lo más profundo.

—No es así, algún día lo entenderás. Hay una razón de ser, un hecho conlleva a otro; si no evitas el primero, el segundo será una catástrofe total. El principio debe ser el apropiado para que el final sea lo esperado...

«Algún día», repitió en su mente, llevaba una existencia tan larga como el propio universo y todavía no había llegado ese bendito día. Estuvo a punto de morir y a pesar de eso, su padre no le hablaba con claridad.

—Deja ya tus acertijos, no estoy en condiciones de escucharlos.

—Debes ocuparte de este lugar, es un caos total.

Una vez más su padre ignoraba sus palabras y le ordenaba que hiciera algo que sabía era su deber. Estaba escuchando los ruidos de la batalla, que traspasaban los muros y la distancia, hasta llegar a esa recámara escondida dónde se encontraban.




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