Ruslan miraba detenidamente al hombre frente a él, podía ver la desesperación que este sentía por tener en sus manos aquel maletín lleno de dinero, definitivamente era un avaricioso.
– Terminemos esto, ¿cuándo podre tener lo que he comprado? – Pregunto Ruslan sonriente mientras él hombre tomaba rápidamente el maletín.
– Cuando gustes Alfa, por mi puede ser mañana mismo – La voz del hombre desprendía malicia, su sonrisa delataba su emoción, como si hubiera hecho el mejor negocio de su vida.
– Bien, espero verte pronto – Dijo él levantándose de su asiento con el fin de salir de ahí, pero, antes de cruzar aquella puerta no dudo en advertirle al hombre – No olvides lo que acabas de hacer, espero que no intentes verme la cara, sabes perfectamente lo que quiero – Fue lo último que dijo antes de salir, dejando a aquel hombre con un mal sabor de boca y un escalofrió que le recorrió toda la espina dorsal, no se iba a atrever a engañar a Ruslan, solo un tonto lo haría.
Él pelinegro salió lo más apresurado posible de aquel lugar, a fuera lo esperaba uno de sus tantos vehículos, y dentro de este ya se encontraba Ekrem, su mano derecha, un chico de bonito cabello color caramelo, su Beta.
– ¿Lo hizo? – Ekrem no había creído cuando el Alfa o sea Ruslan le había dicho que aquel sujeto le había propuesto un gran negocio.
– Por supuesto, de lo contrario hubiera muerto, sabes que a mí nadie me engaña – Respondió el Alfa con total sinceridad mientras tomaba algunos documentos sobre sus “negocios”.
– ¿Crees que ella haya estado de acuerdo? – Pregunto otra vez el chico quien aún tenía dudas sobre aquel gran “trato” de Ruslan.
– Sabemos perfectamente que no... – Dijo soltando un suspiro antes de seguir – Pero, esto es mejor a que se la vendiera a otro, ¿no? – Su respuesta no convencía a Ekrem, ya que Ruslan podría ser cualquier cosa menos una persona que se preocupara por el prójimo.
– Tal vez... – Murmuro este sin decir nada más, ya que podría existir más de una razón para que el pelinegro hiciera aquello, y en su mente rondaba la más sensata, que sin saberlo esa podría ser la más acertada de las razones.
Ekrem no quería escarbar más sobre los motivos de Ruslan, el pelinegro enojado era realmente una pesadilla, así que decidió terminar la conversación, además tenían otros problemas que mucho más importantes que resolver.
– ¿Como va todo en Cherry? – “Cherry Candy” era uno de los clubs de Ruslan, uno de los más conocidos en la cuidad, no había nadie que no conociera tan famoso establecimiento, no por nada el pelinegro se esforzaba tanto en mantener aquel lugar siempre renovado para los jóvenes, sus mejores clientes.
– Nada en especial, excepto ya sabes, Faruk que se niega a pagar su deuda – Claro estaba que no solo aquel lugar era su fuente de ingresos.
– ¿Deberíamos visitarlo? – Pregunto el pelinegro con aquella mirada amenazante que lograba congelar hasta el alma de su enemigo.
– Ya lo hice y no creo que vuelva al casino – Cualquiera pensaría que Ruslan pertenecía a la mafia, pero no, aunque lo parecía, pues el pelinegro era un hombre rico, guapo, un gran Alfa, tenía el porte de un hombre que desafiaba a la ley, pero no, el solo era un increíble estafador, detrás de Cherry Candy se encontraba uno de los más grandes casinos de la ciudad, escondido del ojo acusador y disponible para todo aquel que se quisiera divertir y claro volverse rico, si es que lo lograban.
– Bien, estaba cansado de él – Dijo tocándose la cabeza por el dolor que lo comenzaba a irritar – Entonces vamos a la manada – Le indico al chofer quien rápidamente cambio el rumbo.
Los enormes pinos podían ser vistos todo el recorrido hasta llegar a aquel lugar, grandes arboles de todo tipo, de un verde tan profundo y vivo que trasmitían felicidad pura y el olor a tierra mojada por las recientes lluvias volvían aún más fresco el lugar.
Después de algunos kilómetros se comenzaban a ver grandes edificaciones, algunas más modestas que otras, pero eso era lo que menos importaba, ya que Ruslan siempre hacia todo lo posible por mejorar su territorio y ayudar a su gente. La casa del pelinegro era la más iluminada al fondo, de madera y enormes portales, aquella era la mansión del Alfa. Por generaciones había sido ocupada por los lideres y ahora era el turno de Ruslan.
– Llegamos a la humilde casa del Alfa – Ekrem amaba burlarse del pelinegro, pues su casa era la más exuberante y llamativa de toda la manada, pero el chico solo recibió un golpe por parte del Alfa quien en muchas ocasiones no soportaba lo irritante que podía llegar a ser su Beta.
– Recuerda que tú también vives aquí – Respondió él mientras entraba a la mansión – Además ya no solo será la mansión del Alfa, lo sabes, solo es cuestión de esperar – Volvió a responder sonriente, aquella sonrisa la cual ni su hermana acostumbraba a ver.
– Deja de reír, es perturbador – Dijo Dafne, su hermana, mientras se abrazaba a sí misma – Podría ser contagioso Ekrem – Volvió a decir tomando del brazo al chico
– Cierto, deberíamos alejarnos – Ambos parecían unos niños que amaban irritar a Ruslan, el hermano mayor, porque a pesar de no llevar la misma sangre Ekrem se había ganado un lugar en la familia.
– Se supone que deberías apoyarme a mí, ¡¡traidor!! – Grito el pelinegro mientras subía las escaleras hacia su cuarto para descansar, en tanto los otros dos habían desaparecido rumbo a la cocina, debía decir que ambos eran sumamente tragones a diferencia de Ruslan quien era muy estricto con su dieta, no por nada era de los mejores Alfas que habían liderado la manada.
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Ruslan Bozkurt ese era su nombre, “íntegro” ante la sociedad, amable, inteligente, fuerte, asquerosamente rico y guapo hasta la medula, ese era Ruslan, era el inquietante pelinegro de ojos azules que deslumbraba con su presencia y también el gran Alfa de Golden Moon...