La Mujer de Ruslan Bozkurt

Capítulo 3

El brazo le dolía terriblemente y pudo notar que un moretón se estafa formando, así de terrible había sido el agarre de su padre en su brazo, estaba tirada en el piso de la habitación nuevamente aguantando las amargas lagrimas que deseaban salir. 

– Y no se te ocurra llorar – Dijo su padre bastante enojado – No eres exactamente hermosa, así que por lo menos no dejes que tus lagrimas arruinen tus ojos – Volvió a hablar mientras comenzaba a caminar hacían la puerta – Además no lo volveré a repetir Aysel, usa el maldit* vestido – Espeto enojado cerrando la puerta agresivamente. 

La rubia solo se tocaba el rostro mientras meditaba en lo que había hecho para merecer aquello, jamás le había hecho nada a nadie, entonces ¿Por qué tenía que vivir así? En unas cuantas horas su “dueño” iría por ella y no habría ninguna forma de escapar de ese hecho. 

– Señorita, es hora de arreglarse – Anunciaron las empleadas entrando a su habitación sorprendiéndose mucho cuando la chica tomo a una de ella de los brazos desesperada. 

– Tu debes saberlo, ¿hay alguna forma de salir? – Era su última oportunidad, lo único que se le había ocurrido y su única esperanza, la cual la abandono cuando escucho a la chica. 

– Lo sentimos, pero, el señor contrato seguridad para toda la casa – No, Aysel sabía que no había sido su padre, era demasiado avaro para hacer eso, solo había podido hacerlo una persona, definitivamente había sido ese hombre. 

Dicen que nunca sabrás si nunca lo intentas, pero para la rubia era obvio que eso no aplicaba en ese caso, de fallar tal vez la matarían o la torturarían y pensándolo fríamente de escapar era seguro que su padre la buscaría por cielo más y tierra para matarla, así que de todas formas moriría, tal vez solo le quedaba la resignación y aceptar su destino. 

Su mirada se había perdido en el reflejo del espejo, el reflejo de una chica llena de resentimiento y melancolía que era preparada para su encuentro con su comprador. Su vestido tal como lo había dicho rebelaba más de lo que ella desearía y eso la ponía todavía más incomoda, había sido maquillada en exceso como si esperaran borrar la marca en su rostro, cosa que había sido un total fracaso pues la cicatriz seguía ahí. 

– Listo – Dijeron ambas chicas mientras acomodaban las cosas que habían usado y la mirada de Aysel no había pasado desapercibida para ellas – Tal vez – Murmuro una de ellas – Tal vez no sea tan malo, no descarte la posibilidad de que esto sea lo mejor – Dijo antes de salir del lugar, dejando muy pensativa a la rubia quien no sabía cómo tomar lo dicho por la chica. 

– Espero que estes lista, nuestro invitado a llegado – Dijo su padre irrumpiendo en su habitación mientras se acomodaba el reloj de mano – Aun así, se sigue notando esa horrible cicatriz – expreso el hombre con repulsión – Deberías usar un velo, tal vez así se sienta intrigado por ti – Y una fina tela fue arrojada al rostro de Aysel mientras que a ella no le había quedado más que tomarla para cubrirse. 

Era obvio que nada estaba a su favor, el día anterior las escaleras habían sido eternas y en ese momento el camino hasta la sala se había vuelto sumamente corto, no habían pasado ni un minuto cuando ya se encontraban en la entrada de aquel lugar, provocando pequeños temblores por todo su cuerpo. 

– No seas tonta y sedúcelo – Comento su padre con una sonrisa macabra en sus manos – No creo que puedas ser la esposa, pero mínimo se su amante y asegura tu futuro – susurro en su oído para que nadie más escuchara aquello. 

El silencio de Aysel había sido la mejor respuesta de ella para su padre, quien cambio su expresión por una gran sonrisa de triunfo, no tendría que engañar a nadie, para nadie sería un secreto que había vendido a su hija, lo que dijeran o pensaran le daba igual.  

– Bienvenido – Espeto alegre el hombre mientras tiraba del brazo de su hija para arrastrarla adentro de la habitación – Aquí está mi parte del trato – La rubia había sido arrojada hasta quedar frente a Ruslan quien la miraba detenidamente. 

– ¿Intentas engañarnos? – Pregunto Ekrem enojado mientras daba un paso al frente, pero este había sido detenido por el pelinegro – Pero... el velo – Le dijo a Ruslan. 

– Muy bien, entonces el trato este hecho – Anuncio el hombre mientras se levantaba de la silla ignorando a su Beta quien no podía creer que el Alfa se estuviera tomado tan bien aquello – Sinceramente señor Polat, espero jamás nos volvamos a ver – Todos pudieron notar que eso había sido una amenaza y que el pelinegro no estaba jugando. 

– Sera como usted diga – Respondió antes de salir de la sala dejando a Aysel con ambos hombres. 

– Deberíamos irnos – Murmuró el Alfa dirigiendo su mirada hacia Ekrem y después a la rubia – Llévala al auto – La chica estaba muy confundida, ya que sentía que aquellas palabras tenían otro significado oculto, no en el sentido malo, al menos no para ella. 

– Claro – Respondió el chico mientras intentaba guiar a Aysel quien rápidamente retiro su brazo antes de que la tocara – Tranquila, no te hare nada – Volvió a decir mientras intentando no tocarla la guio a la salida. 

Ruslan no había salido con ellos, eso había aumentado la curiosidad de Aysel por el hombre quien después de unos largos minutos también salió de la casa. 

– Bien... Ahora vamos a casa – Ordeno el pelinegro mientras entraba al auto, sentándose junto a la rubia y para Ruslan había sido más que obvia la incomodidad de Aysel.  

– Relájate bonita, no te hare nada – Aun así, ella no bajo la guardia, ¿Quién podría confiar en su comprador? – O solo dime, por mí no habría ningún problema – Se sentía tonta, incomoda, enojaba y confundida, era un mar de emociones en ese momento y lo que más odiaba de eso era que aquel hombre fuera demasiado guapo, era cobarde sí, pero en ese instante no sabía definir qué era lo que estaba sintiendo, eso le provocaba un mal sabor de boca, pues no podía confiar en el enemigo y menos cunado seguro su padre lo había engañado ya que parecía no saber sobre su cicatriz – Tal vez.... ¿no seas lo que aparentas? – susurró tomándola por sorpresa, no sabía de lo que hablaba, ¿qué sabría él de ella?, no era como si pudiera leer sus pensamientos, ¿no? 




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